Después de unas semanas peculiares y circunstancialmente particulares, hemos vuelto, gracias al GADU, a la normalidad. Normalidad lenta, normalidad vigilada, pero al menos fuera de esos lugares en los que el estar ya produce, por el mero hecho, malestar. Lo importante, lo más importante, es que dentro de una evolución lenta, todo va correctamente. Y hemos vuelto, como decía, a iniciar el domingo y terminar la semana con esos kilómetros por los caminos getafenses, bajo el misticismo del Cerro de los Ángeles , que más que deseados se habían convertido en una necesidad no sólo para la mente, no sólo para el cuerpo sino también, diré, para el alma. Nuestros casi 16 kilómetros de hoy han servido para ponernos al día pero, sobre todo, para conversar sobre la fragilidad del Ser , sobre la vulnerabilidad de las personas, sobre esos momentos de la vida en los que comienzan a fallar los motores. Correr a un ritmo lento, conversando, inspirando un aire más o menos puro, sintiendo la