Somos nosotros, cada uno de nosotros, los que retorcemos, los que no dejamos de dar vueltas y vueltas hasta enredar nuestros pensamientos y convertirlos en realidades ficticias. El verano, y me refiero como verano a esos días que el tiempo te permite pensar algo más de lo habitual, se convierte en ese espacio en el que dedicamos, todos, más tiempo del normal al descanso y, por ende, al pensamiento. El pensamiento puede ser muy positivo o, por el contrario, tan negativo como letal. Y es que cada uno de nosotros sabemos dónde hemos naufragado y a qué pedazo de tronco nos hemos agarrado para salir a flote. Y esos pedazos de tronco, que vamos acumulando, realmente son los que tenemos que guardar para siempre, aunque parezca que la corriente se los lleva, porque siempre están. Reconozcamos que a veces nos puede el exceso de tiempo. No estamos acostumbrados al tiempo porque normalmente dejamos que se nos vaya en mil y una historias, proyectos, metas, que van labrando