Artículo publicado en El Mundo, 9 de abril 2013. En 2010 tuve el placer y el honor de poder entregarle a Margaret Thatcher el Premio FAES de la Libertad en su segunda edición. Su designación como merecedora de ese y de cualquier otro premio a la libertad estaba fuera de toda duda: su vida fue un constante impulso a la libertad. Como mujer y líder político, para el avance de la igualdad de géneros; como liberal, para el bolsillo de sus ciudadanos y el impulso de una economía abierta y competitiva; como antiestatalista, en favor de la capacidad de decisión y actuación de los individuos, hombres y mujeres. Cuando la vi en su residencia de Londres, ya no era, por desgracia, la mujer que yo me había encontrado por primera vez, en septiembre de 1990, en el marco de una reunión de la Unión Demócrata Europea. Su enfermedad había dejado una clara huella en aquella líder que con firmeza, convicción y brillantez se codeaba entonces con el presidente norteamericano Ronald Reagan, presio