'La revolucionaria liberal' por José María Aznar



En 2010 tuve el placer y el honor de poder entregarle a Margaret Thatcher el Premio FAES de la Libertad en su segunda edición. Su designación como merecedora de ese y de cualquier otro premio a la libertad estaba fuera de toda duda: su vida fue un constante impulso a la libertad. Como mujer y líder político, para el avance de la igualdad de géneros; como liberal, para el bolsillo de sus ciudadanos y el impulso de una economía abierta y competitiva; como antiestatalista, en favor de la capacidad de decisión y actuación de los individuos, hombres y mujeres.
Cuando la vi en su residencia de Londres, ya no era, por desgracia, la mujer que yo me había encontrado por primera vez, en septiembre de 1990, en el marco de una reunión de la Unión Demócrata Europea. Su enfermedad había dejado una clara huella en aquella líder que con firmeza, convicción y brillantez se codeaba entonces con el presidente norteamericano Ronald Reagan, presionaba por el cambio democrático en el Este de Europa y dominaba la escena política en el seno de la Unión Europea. 
Con su ascenso al poder en 1979, Margaret Thatcher lograba mucho más que convertirse en la primera mujer Primer Ministro del Reino Unido. Estaba poniendo los cimientos de una revolución conservadora que pasará a la Historia como la revolución de la libertad. Frente a la idea muy extendida en esos momentos sobre un declive inexorable de Gran Bretaña, ella supo ver con claridad aquellos elementos que arrastraban al fondo a su país y, recogiendo una economía arcaica y paralizada, logró remover cuanto obstáculo se oponía a la modernización y colocó a Inglaterra de nuevo en un primer plano económico a nivel mundial. Se enfrentó directamente con los sindicatos de la minería, a los que acabó doblegando tras dos años de huelgas salvajes. Creía que eran rémoras del pasado y logró, con su tesón y firmeza, colocarles en el lugar que debían ocupar. 
Víctima como yo de un atentado terrorista, nunca vaciló a la hora de luchar contra el terror. Incluso en momentos muy difíciles en Irlanda del Norte con las huelgas de hambre de varios presos de la banda terrorista IRA. Su claridad moral le hacía distinguir de forma inequívoca entre el bien y el mal, entre los amigos y los enemigos, con quienes era implacable. Eso sí, dentro del respeto a la legalidad. Algo que yo siempre admiré y apliqué cuando estuve al frente del Gobierno. Su rechazo a las políticas de apaciguamiento y a negociar con terroristas marcó un antes y un después en el conflicto de Irlanda del Norte. 
Thatcher era también heredera del atlantismo de otro de los grandes dirigentes británicos, Sir Winston Churchill. Creía que no era bueno dejar que los Estados Unidos se sintieran solos e hizo todo cuanto pudo para andar codo con codo junto a Ronald Reagan. Estrechar y reforzar el vínculo atlántico era su mejor receta para aumentar la importancia de Europa, a la vez que la mejor alternativa para dotar de estabilidad y paz al mundo en general. Suele tacharse de antieuropea a Margaret Thatcher. No es verdad. Sólo que no comulgaba con una visión socialista y estatalizante del llamado proceso de construcción europea. Ella creía y defendía una Europa abierta al mundo, no proteccionista; una Europa suma de las naciones que la formaban, no una construcción abstracta por encima de ellas; una Europa, en suma, de la libertad para los individuos y las naciones. 

THATCHER, junto con Ronald Reagan y el Papa Juan Pablo II, resulta imprescindible para expli- car cuanto aconteció en Europa y en el mundo desde finales de los años 70 hasta casi nuestros días. El rechazo a aceptar que el comunismo era un sistema que debía existir para siempre en el Este de Europa, su disconformidad con quienes aspiraban a vivir de la generosidad de un Estado en perpetua expansión, su negativa a que las personas no fueran responsables de sus actos, su firme creencia en los valores de la civilización occidental hicieron del thatcherismo una filosofía política del valor, el esfuerzo, el sacrificio, la responsabilidad y la libertad, un ideario universal. Un ideario para el cambio y un mundo mejor. 
Su apuesta por la desregulación, su defensa de la libertad individual, su firmeza frente a los enemigos de Occidente marcaron su paso por la política. Margaret Thatcher fue una auténtica revolucionaria conservadora. Sabía que su responsabilidad era tomar decisiones aunque a veces fueran impopulares. Gobernó desde el pragmatismo pero también desde la convicción. Y por eso resultaba tan arrolladora. 
Cuando la vi por primera vez, aquella ocasión en Helsinki, y tuvimos que salir todos los asistentes a la reunión a una rueda de prensa, fue ella quien se llevó todos los focos y preguntas. Sus palabras no sólo eran elocuentes, sino que destilaban fuerza y sinceridad. Yo siempre la he admirado a pesar de las diferencias. Con su muerte pasa a unirse a esos campeones conservadores de la libertad que con su decisión, voluntad y firmeza, pusieron los cimientos del mundo en que vivimos. Un mundo más libre y mejor. Descanse en paz. Su herencia queda y quedará entre todos nosotros. 

José María Aznar es ex presidente del Gobierno.

Comentarios

  1. Margaret Thatcher hizo desprecio y apenas atendió a "José Mari" en 1980, y en el 2010 el premio de FAES ya se lo recogieron a "The Lady" sus ayudantes.

    La complicidad la tuvo José María Aznar con Blair, y "Maggi" del que se acordó en sus memorias fue de Felipe González.

    Además, antes, durante la Guerra de las Malvinas, siempre pensó que España, el gobierno de Calvo-Sotelo y todos los españoles en general simpatizábamos con Argentina y éramos sus aliados en potencia.



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