Siempre que despierto en silencio, sé que donde estoy las prisas se extinguen porque la necesidad de correr tras el ruido y la nada no existe. Y comienzo mi día en Paz.
Normalmente desahogamos nuestros pesares con quien tenemos cerca, queremos o sabemos nos perdonará al momento. Tal vez esa fuerza deberíamos ocuparla en agradecer y dejar la ira, en su caso, para quien la mereciera .