De verdad que los días de lluvia son como versos perdidos. Es tiempo de poesía. Antes, hace unos años, daba igual cómo estuviese el día, frío o lluvioso, que calzaba las zapatillas y me enfrentaba a las inclemencias del clima con bravura y kilómetros. Ahora, años más tarde, no sé si la pereza o la edad, prefiero evitar los constipados y dedicar el tiempo a la poesía y la tranquilidad. Me desperté temprano, casi sin luz salí a la terraza comprobando lo que presentía: llueve. Una lluvia lenta pero continua, fresca. No salimos. "La lluvia es siempre un frágil testimonio,/ el resto desechado de algún sueño..." poetiza Luis Muñoz , abarcando el sentimiento gris que producen los días así. Los domingos son esos días en los que creo, más me preocupó por mí; me analizo, me critico, me regaño y trato de enderezar el camino y limar los defectos que me provoca el día a día. Leo pausado, tranquilo, sin prisa. Como hoy, contemplo la lluvia desde los cristales de la