Creo que el frío embriagador de la mañana, con esos cielos grisáceos, que anunciaban la lluvia, me envolvió en una especie de nostalgia rural que me ha durado todo el día. Olores a pueblo en una ciudad tapizada de asfalto, engullida en una sintonía de ruido y humo. Son estos los días que invitan a mil lecturas, agarrado a la pluma por si alguna idea, alguna frase o algún verso se presta apresurado al papel. Ayer en Albacete , esa ciudad provinciana, mía, llana, de ahí su nombre Al-Basit , en árabe "El Llano" en alusión al carácter planiforme de la geografía del lugar. Albacete es una ciudad pequeña, no más grande que Getafe, capital de provincia en la que se encuentra ese pueblo mío, Minaya, a no mucha distancia. Albacete guarda los últimos días de mi abuelo JM y, es cierto que, desde aquella última vez que le vi en vida, cuando su respirar buscaba la ida, no había vuelto a caminar por sus calles. Una reunión de trabajo me permitió hacer