Tener la cátedra de la vida es llevar trabajando desde los 18 años, haber emprendido y fracasado, haber dirigido cientos de personas o gestionado millones de euros en presupuestos, tanto públicos como privados, con principios de austeridad e interés general frente al particular. Lo que no tengo es el título de catedrático de la vida. ¿Y qué?

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