Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 52

A/26.L
 
Has despertado con frío, las siete campanadas de la iglesia, el ronroneo del viento en la cortina haciéndola chochar con el ventanal, el canto de esos pájaros. Sabes que esto se acaba.
 
Miras tu biblioteca, ésta, la de aquí, en el pueblo. En la casa de Madrid tienes otra y todavía te quedan libros que dejaste por recoger y nunca sabes si algún día te vendrán. Una biblioteca nunca es un repositorio de libros que has leído, es tu refugio, tu proyecto vital. Mucho de lo que contiene te ha ayudado a comprender, a pensar e incluso a decidir. Ahora que paseo entre las estanterías, que miro los lomos de los libros, los toco, los cojo y abro, me doy cuenta de lo que realmente han significado para ti. La compañía que te han hecho, la compañía que te hacen. Muchos no los has leído, sabes que quizás no llegues a leerlos nunca. Pero están ahí, eso es lo importante. En ocasiones te recuerdas de uno y otro y vuelves a ellos con la sonrisa de haber sido poseedor de un tesoro en el tiempo. No sé qué será de ellos. Sí sabes que si te tuvieras que desprender de algo en vida, nunca sería de los libros.
 
Vas concluyendo etapas de este verano,  por lo general está siendo maravilloso.
Ahora necesitas una especie de espacio, de pequeño hueco, para terminar estos días y dar comienzo al nuevo curso.
Este último fin de semana ha sido ideal, incluso habéis disfrutado de la lluvia que genera, en esta casa, momentos mágicos y luminosos a la vez.
 
Terminas el día pronto, en casa. En tu porche.
Ha sido peculiar. La comida con los padres no deja de ser uno de esos momentos diarios, aquí, que echarás mucho de menos. Has tenido algún altibajo laboral. Pero en general el día ha sido como son aquí, rebuscando esa solitud personal que sabes no tendrás a partir del miércoles.
Realmente esto es increíble. Ni siquiera sabes, te lo preguntas, cómo has sido capaz de mantenerlo. Ese esfuerzo que supone, te supone. Pero lo consigues y, por tanto, lo disfrutas.
 
“He aprendido a estar contento sean cuales sean las circunstancias. Sé lo que es estar en necesidad, y sé lo que es tener mucho. He aprendido el secreto de estar contento en todas y cada una de las situaciones, ya sea que esté bien alimentado o hambriento, ya sea que viva en la abundancia o en la miseria”.  San Pablo
 
No es lo que hacemos, sino cómo lo hacemos. No es el momento, sino cómo hacemos que ese momento se llene de felicidad.
 
 
A/27.M
 
Caminas por última vez este verano, en esta mañana temprana, con el padre. Está fuerte. “El año que viene Dios dirá”, os decís. Pero tú lo piensas cada año y cada año, como un roble, ahí a tu lado o tú al suyo.
 
Tomas café en el Diego y te entra cierta morriña. Tu último día.
 
“¿Qué hay que tener en mano ante cualquier circunstancia?
¿Qué otra cosa sino el saber ‘qué depende de mí’ y ‘qué no depende de mí’, ‘qué me está permitido’ y ‘¿qué no me está permitido?’”. Epicteto en ‘Disertaciones’
 
Pensar en ti te hace crecer, pensar en los demás te hace prosperar porque nunca estás solo y necesitas a alguien junto a ti para no caer.
 
Los veranos, los pueblos. La calle, el aire libre. Son momentos propicios para charlar con gentes que de otra manera hubiese sido imposible. Y en los pueblos hay de todo: los cansinos, los getas, los interesados y los cotillas. Como en todos los sitios, aunque aquí están más identificados que en esos otros lugares abarrotados de desconocidos. Te encanta. Sales y hablas con cualquiera, o te tomas la cerveza escuchando las mismas ‘batallas’ una y otra vez.
Te encuentras a amigos con los que de pequeño, en pantalón corto, te apedreabas de una esquina a otra hasta que hicisteis las paces y os convertisteis en los mejores amigos.
Aquí puede haber pasado años, haberte cambiado de trabajo cuatro veces, haberte divorciado, haber engordado hasta lo desconocido, haberte casado, tenido hijos, que te das un abrazo, con barbas canosas, y te tomas una ‘fresca’ como si no hubiese pasado el tiempo.
Sabes que todo lo mejor que te ha pasado en la vida ha sido dentro de unos pantalones cortos.
Y todo esto, que tienes el privilegio de vivirlo y contemplarlo a través de tus gafas de sol en verano o enfundado en jersey en invierno, es lo que te hace feliz.
 
Hoy O, el primo del primo C, te ha preparado, en la piscina, unas cortezas y unas patatas guisadas que había cocinado en su casa. Cómo decir que no a uno de esos instantes que también se evaporan.
Y te tomas una cerveza con el padre mientras te recuerda que mañana, a estas horas, estarás en un piso de cuatro por cuatro (privilegio) organizando la agenda de lo que queda de semana. Que tendrás que quitarte esos pantalones cortos y ponerte los largos (este verano tuviste que ponértelos una vez, tristemente, para despedir al tío), que las camisetas serán sustituidas, como mínimo, por camisas de manga larga, y que eso de levantarse a las siete y media –tu horario de verano- se convierte en las seis de la mañana –tu horario del resto del año-.
La madre ha cocinado uno de esos arroces que saltan las lágrimas. Te recuerdas que los hidratos te hacen aumentar esa curva de la barriga, que no tienes años, pero a la madre no se la puede decir que no a nada.
Ahora estás en tu porche, en esta casa que se ha convertido en tu vida. No quieres marchar.
Kika duerme a tu lado. Lo ha disfrutado, pero sabes que no está a gusto del todo porque no siente que es su casa habitual.
 
Los tordos aterrizan en la higuera. Ya hay higos. No sé si este año los probaré.
 
 
A/28.X
 
Y estás en tu casa de Valdemoro.
A las diez te despediste de los padres e hicisteis el camino de vuelta. Viaje triste. Como cada vez que regresas y dejas atrás esa casa.
No estás cansado de vacaciones, mucho menos de pueblo. Todavía quedan las fiestas, la semana que viene.
Has escrito y leído menos de lo que tenías previsto. Pero has descansado tanto física como mentalmente.
 
“Dime cuando voy a dormir: ‘puede que no despiertes’; dime cuando estoy despierto: ‘puede que no duermas ya más’; dime cuando salgo: ‘puede que no vuelvas’; dime cuando vuelvo: ‘puede que no salgas más’”. Séneca
Tomarse la vida en serio.
Piensa en la muerte. No des nada por hecho. Deja de lado la pereza. Decídete a decidir.
La muerte está igual de cerca siempre.
 
Sales a correr por aquí, con una temperatura indigna. Pero sales con tal de intentar hacerte a este entorno de asfalto que te atrapa y del que solo puedes escapar corriendo, por salud mental.
Ha sido duro. Echabas de menos estas horribles cuestas, estos subibajas continuos por estas calles que se hacen eternas.
Realmente que solo quieres tener una gran vida, deberías centrarte  en tener grandes días. Y si quieres tener grandes días, debes intentar tener grandes horas. Pero si quieres tener grandes horas, ten grandes minutos. Algo así. No sé de quién es, me ha venido en este final.


 
A/29.J
 
Triste amanecer, oscuro. Vaya día gris para un regreso a la jungla madrileña. Ha sido una noche de esas en las que te has dedicado a dar vueltas y vueltas sobre las sábanas, el calor. A eso de las cinco de la madrugada los rayos y truenos, seguidos de una tormenta impresionante, se han introducido en la habitación como invadiéndola de una luz y ruido que te ha hecho saltar de la cama pensando que se caía el edificio. Sin duda la peor noche de agosto y no muy buen comienzo pero, aquí estás.
Has tomado café en el bar de siempre. Has dado un pequeño paseo mientras amanecía. Chispea, no hace frío.
Comienzas con fuerzas pero, digámoslo así, sin ilusión. Sabes que en dos días estarás envuelto en esa rutina de tal manera que habrás olvidado este maravilloso verano.
 
“La bondad no debe ser un acto transitorio y parcial, sino una abundancia constante que nada cueste y de la que ni siquiera se tenga constancia.” Henry David Thoreau
 
El miedo al futuro te imposibilita para organizar y crear tu propio futuro. El miedo te paraliza y la esperanza, como decía Kierkegaard, es la pasión por lo posible.
 
 
A/30.V
 
No sabes si es cansancio o es bajón. El caso es que te encuentras bastante decaído y piensas que tienes un largo fin de semana por delante.
Ayer no terminaste tarde pero sí cargaste bastante. Asumes que cuando cargas tal vez dices lo que no debes de decir y te vuelves mucho más vulnerable.
Echas de menos los ratos del pueblo, los amigos, aunque sepas que ellos llevan su vida, como tú. Vas, estás unos días y te vuelves y les dejas allí con sus problemas y sus cosas. Nos creemos más listos  pero no lo somos, realmente los de la ciudad somos unos gilipollas. Estás de morriña total.
 
Desde luego que la recompensa de una buena acción es haberla realizado.
¿Qué aportamos a nuestra comunidad?
 
Llevas un reloj de un precio no apto para muchos, tampoco una barbaridad, pero podría decirse que es un lujo. Tu amigo, del que ya has escrito bastante, te llama para que le dejes (dar) dinero. No entiendes las cosas, pero tampoco lo puedes discutir con una persona que no lo está pasando bien desde hace tiempo. ¿Qué le dices, que no? Le dices que sí.
No te sobra, pero a él mucho menos. Tampoco tienes claro en qué se lo gasta. La vida nos bambolea. Te quedas pensando en eso. Das un dinero, tu dinero, de tu familia, como si tampoco te fuese ganarlo. Que no te falte no quiere decir que te sobre. Es verdad, lo das porque debes hacerlo y porque te sale. Tampoco deberías escribirlo. Realmente escribirlo va en contra de mucho de lo que predicas. Pero estás algo cansado de estas cosas. Cansado porque los hay que se creen en la obligación de pedir en vez de internar generarlo. Porque se creen con el derecho de obtener sin aportar. Lo más grave es que, además, piensan que los demás se lo debemos.
 
Tal vez, en ocasiones, decir nada es la mejor afirmación.
 
“Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener ningún argumento para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, volver a encontrarse, delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada. Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible de superar. Creo que la persona que escribe no tiene idea respecto al libro, que tiene las manos vacías, la cabeza vacía, y que, de esa aventura del libro, sólo conoce la escritura seca y desnuda, sin futuro, sin eco, lejana, con sus reglas de oro, elementales: la ortografía, el sentido.” Marguerite Duras de ‘Escribir’
 
Hablas con tu hermano. Opináis prácticamente lo mismo en casi todo, en algunas cuestiones sois bastante diferentes. A ellos les gusta algo más la apariencia y eso del tener. Tú llevas, y has llevado, una vida mucho más desordenada y así te ha ido, sobre todo en lo personal. Pero en general sois bastante iguales. Hablabais de que comenzáis el curso, las rutinas, de nuevo, otra vez, otro año. Así hasta que llegue a la jubilación, que todavía quedan años. Toda la vida así, día a día; madrugones y follones hasta la noche. Un día y otro.
Y estás cansado, bastante cansado. Esto acaba de comenzar.
¿Qué debes hacer para vivir más el momento y no preocuparte tanto? Orden y prioridades.
 
Mentalidad. Mentalidad son creencias. Las creencias van a determinar lo que pensamos, lo que pensamos determina lo que hacemos, y lo que hacemos aquello que conseguimos. Hacemos según creemos.
Cambiar la mentalidad te puede cambiar la vida.
 
 
A/31.S
 
Talavera de la Reina. Llegasteis ayer por la tarde tras un viaje bajo tormenta.
Habías lavado el coche antes de salir, cuando llegaste parecía lo habías metido en una ciénaga.
Conoces Talavera desde hace años, pero anoche recorristeis el centro para dibujar un poco la ciudad antes de cenar.
Talavera de la Reina es un municipio de la provincia de Toledo, manchego y se extiende por la margen derecha del río Tajo.
El 24 de junio de 1328, Alfonso XI se casa con su prima hermana María de Portugal. Entre los regalos que le hace a la reina se encuentra la ciudad de Talavera, a partir de esa fecha toma el nombre de Talavera de la Reina. La Reina María ordenó encarcelar a la amante del rey Leonor de Guzmán en el alcázar de Talavera, donde murió ejecutada en 1351.​ Leonor de Guzmán fue la madre del primer monarca de la Casa de Trastámara, Enrique II de Castilla; este último cedió la ciudad al arzobispo de Toledo, Gómez Manrique, el 25 de junio de 1369.
 
Coméis en el embalse de Cazalegas, a pocos kilómetros de Talavera. Un lugar bello, de esos que parece mentira esté enclavado ahí.
 
“No os provoquéis pronto en vuestro espíritu, porque la ira reside en el regazo de los necios”. Eclesiastés 7:9
 
La tarde es el bautizo del hijo de tu amigo J con lo que será largo.
 
Te das cuenta de que eres consciente de dos cosas: la primera, de tus manías; la segunda, que no aguantas las manías de los demás.
 
 
S/1.D
 
Despiertas más tarde de lo normal y cansado.
Terminasteis tarde, tal vez hubieras aguantado algo más, esa última ronda que siempre es la penúltima. Fue una experiencia, la del bautizo, agradable y, sobre todo, sincera.
Todo muy familiar, tratando en todo momento de que os sintierais bien.
La ceremonia como tal, en la parroquia, no fue larga. El acto de bautismo, sin misa. No cansó. Luego el ágape posterior, en un lugar realmente bonito, dedicado a este tipo de eventos; digamos que se fue convirtiendo en alegre hora a hora.
 
Los 1 de septiembre tienes la misma sensación que los días de año nuevo: todo comienza, al igual que todo acaba.
Tienes la cabeza repleta de esos propósitos que nunca cumplirás y así, año a año, la vida se te va, amontonándose en estos cuadernos de notas que tienen el único sentido de guardarte la memoria.
 
Deberíamos agradecer más y exigir menos. Solemos hacerlo al revés.
 
Tenemos mucho más de lo que deseamos, lo que ocurre es que no lo valoramos y por eso no dejamos de desear lo que no tenemos.
 
“La esperanza no es la creencia de que algo saldrá bien, sino la certeza de que las cosas, independientemente de cómo salgan, tienen un sentido.” Václav Havel
 
Estás ya en casa. Estás algo tenso y triste.
Pretendes no hacer daño pero parece que lo haces. No aguantas nada ni tampoco entiendes que te aguanten a ti. Es posible que lo que tú deseas no está en el deseo de los demás.
Deberías alejarte del propio juicio –o del ajeno-, ese que te hace ver la vida a través de cristales tintados. Lo más difícil es juzgar, lo difícil es entender las minucias: esas inevitables contradicciones que hacen que nadie sea, del todo, la mejor o la peor persona que pisa la tierra.
Tiemblas. Te oprime el pecho. Pasan los años de tu vida y quedan demasiadas marcas debido a las malas decisiones.
 
Hoy es 1 y sabes que el verano termina. La vida se renueva. Tras el verano el otoño como preludio de los inviernos largos.
 
Pasas la tarde en paz, en tu paz. Parece mentira porque acabas de llegar de las vacaciones y de un fin de semana que realmente ha sido agradable, más allá de los momentos que por una cosa u otra, siempre absurdo, dejamos perder.
Mañana comienzas nuevo curso y, por lo tanto, nuevo volumen (el tercero) de ese ‘Diario de un Estoico’ que publicas en abierto desde hace tiempo. No sabes cómo lo vas a titular. Los otros dos, el primero Lo que el viento nos deja’, y este segundo  ‘La posibilidad de lo imposible’, debes ir corrigiéndolos como propósito este año próximo.
Convertir la vida en un presente, tal vez esa sea la suerte. Un único presente por el que siempre podrá cruzar un instante de felicidad que agarremos para que no se nos escape jamás.
 
Solo la calma nos hará liberar lo que se oculta dentro de nosotros.
El Silencio es esa elección del Ser. Dedícate a Ser.
El Silencio te hace caminar hacia tu luz interior, a tu verdadero Ser. 

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