No sé cuántos grados de temperatura tenemos a estas horas, sí sé que el calor que está haciendo estos días se aprovecha de nuestros cuerpos y mentes, los apelmaza, los trata de derrumbar en el hastío. Yo lucho, me peleo sin dejar, para no caer en ese peligroso lado oscuro que supone el dejarte llevar por la dejadez. Abro el cuaderno y me quedo mirándolo hasta que aparecen dos o tres palabras, sin sentido, mientras miro el cielo que se retuerce en un fuego de consuelo. Podemos llenar nuestra vida de cosas, de todo lo que imaginemos o podamos; de casas, coches, smartphones de última generación, cargos y puestos bien remunerados con tarjetas de visita vistosas, pero, si no somos capaces de vivir y valorar cada momento ¿de qué coño sirve? Curiosamente, o casualmente, en menos de dos o tres semanas, la última vez el viernes, tres personas, alguna de ellas importante para mi, me han echado en cara, han criticado o, diría mejor, se han reído por esa defensa mía de lo rural, del ...