Hacer por nada; dar para no recibir.

Es cierto que la entrada anterior, con una sola frase escrita ("Sin palabras"), dice más -al menos para mi- de lo que con miles de palabras pudiera expresar. Pero es verdad, lo reconozco y así me lo han sugerido, que no todo el mundo conoce la historia de Rick y Dick Hoyt que son los protagonistas del hecho extraordinario, del ejemplo de superación que he querido representar.
Cercano a los 40, con la suerte de haber vivido, pateado, subido, bajado, caído, levantado... tanto como espero -si Dios así lo quiere- poder seguir haciéndolo, he conocido a personas y personajes de todo tipo y pelaje. Con los años, cada vez más, trato de quedarme con lo mejor de cada uno -al menos del que lo tenga- y con aquellas que me aportan algo en mi crecimiento como ser humano. De todo y todos se aprende. La vida es una experiencia y para un hombre como yo, cargado de defectos y aristas deformes que pulir, de cada instante es mejor escoger lo que te llene interiormente. Por eso me gusta conocer, aprender, de la vida de esos que en cualquier parte del mundo -que los hay y mucho- se crecen en las dificultades y se llenan de perfecciones más que de imperfecciones. Esos que se crecen en las dificultades porque les puede la fuerza de la pasión, del amor o, simplemente, de la superación personal. Más allá de lo material, más allá de todo eso en lo que hemos convertido nuestras vidas, nuestra sociedad, al final, lo que te llevas de verdad, es el sentimiento personal del trabajo bien hecho y el cariño y la amistad de quienes también lo merecen. Hacer por nada; dar para no recibir. Qué diferencia, si todos lo hiciéramos, si no esperásemos a que el de delante se caiga en la carrera para ponerme yo. Por eso, cuando de vez en cuando se cruza en mi camino alguno de estos 'miserables', alguno de estos depredadores o parásitos, simplemente los ignoro porque, gracias a Dios, existen personas, muchas en el mundo, como Rick y su padre Dick.
Rick Hoyt nació con parálisis cerebral, prácticamente como un vegetal. Pero tenía sus inquietudes plenamente activas y cuando era un niño todavía pidió a su padre, Dick Hoyt, que le llevara a una carrera que tenía lugar en su ciudad en honor a un deportista que había quedado paralítico. Pero no fueron a ver la carrera, ambos participaron en ella: Rick sentado en una silla de ruedas y su padre corriendo mientras llevaba la silla. Cuando acabó la carrera, Rick le dijo a su padre: "Papá, mientras corríamos no me sentí un inválido". Una simple frase, una mirada, una sonrisa, fueron suficientes para que desde ese momento Dick decidiese dedicar su vida a hacer feliz a su hijo corriendo. No dejó de entrenar duro cada día y en los últimos 22 años han participado juntos en más de 900 carreras.
Pero la cosa no quedó ahí. Dick Hoyt decidió inscribirse con su hijo en el Ironman de Australia. Para el que no lo sepa se trata de una de las pruebas más duras del mundo: 4 km nadando, 180 en bicicleta y 42 km corriendo. Ahí es nada. ¡¡¡¡Lo completaron en 17 horas!!!! En el agua, Dick arrastraba una pequeña embarcación que transportaba a su hijo, en tierra utilizaban una bicicleta especial para dos, y en la carrera Rick iba en la silla que empujaba su padre mientras corría. (Fuente: Planeta Running)
En el vídeo de la entrada anterior, u otros muchos que pueden encontrarse en la red, se puede ver un resumen de esta prueba.
Por eso, amigos, siempre hemos de buscar ejemplos de personas brillantes como Rick y Dick o Dick y Rick. A mí, al menos, me aportan algo, me hacen crecer. El resto, los zascandiles y otras especies, seguirán vacíos.

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