No debemos dejar que la ira nos venza. Porque con ella llega también la rabia, la frustración, las ganas de llorar. Antes hay que ponerle pausa al enojo, contener esos nudos que nos atraviesan la garganta. Si nos dejamos llevar de seguro podemos arrepentirnos. En ocasiones las emociones nos arrastran. Así que, dejemos que pasen.