Diario de un Estoico III. El presente que me vive. Semana 21

 
E/20.L
 
Llueve. Parece será esta una semana de lluvias. Algo menos fría pero cielos y suelos mojados.
Te dormiste anoche pensando, dándole vueltas, a eso del ego y el orgullo.  ¿Ser orgulloso es ser egocéntrico? No quieres referirte  a eso. Sentir orgullo por lo que han hecho otros, sentirte orgulloso del prójimo y también de ti. Te has sentido, y te sientes, muy orgulloso de lo que han logrado tus padres, de tu hijo, de tus hermanos y de esas pocas personas más que quieres. El orgullo por los demás, de los demás, es desprendimiento, alegría.
Acostumbras a decirle a tu hijo lo orgulloso que te sientes de él, porque realmente es así. A veces piensas que él también lo siente de ti,  recuerdas que en alguna ocasión te lo ha llegado a decir.
Tener, siempre tener. Hacer, siempre hacer. Más, siempre más.
Tus padres, sobre todo tu padre -hombre labrado en el sacrificio, esfuerzo y trabajo-, jamás te han dicho que se sienten orgullosos de ti por nada: por dónde has llegado en la vida, bien que mal, por lo que hayas hecho, mejor o peor. Tampoco crees se lo hayan dicho a tus hermanos. ¿Por qué? Porque entienden que es vuestro deber,  esforzaros por llegar a lo máximo posible. Realmente lo es, pero siendo un deber de cada uno, siempre se puede llegar más o se puede llegar menos, dependiendo; lo importante es el Ser.
Ayer, en la comida familiar, te apareció ese ego, absurdo, que  todos llevamos dentro y de vez en cuando nos sale, nos fluye, y quisiste repasar, sin venir a cuento, lo conseguido, poco o mucho, por ti. La respuesta rápida, sorpresiva, de tu hijo, fue de agradecimiento: “tan mal no lo has hecho, papá”. Sabe que no eres dado a la exposición de nada, todo lo contrario. En cambio, la del padre fue fría, seca: “pues si no hubieses adquirido eso, tendrías más dinero en el banco.” Tener, poseer.
Y de alguna manera te fuiste mal. Dañado en el orgullo, por un lado; con cierto enfado por haber provocado que tu ego apareciera, por otro.
Y es que de vez en cuando, piensas ahora, aquí, con este café de mañana, mostrar orgullo por uno mismo es un signo de que estamos bien con nosotros. Que nos queremos. Que no necesitamos que nadie nos lo diga, que nadie lo sienta; sí necesitamos sentirnos bien nosotros.
 
No intentemos cambiar a nadie. Dejemos que las personas sean como son. No queramos controlar sus acciones. Tampoco permitamos comportamientos que nos dañen o nos falten el respeto. Cuídate y deja que los demás sean, ese es el equilibrio.
 
“Derrotados son los que dejan de luchar...
Y dejar de luchar es dejar de soñar.
Luchar, soñar, y andar cayéndose y chocando con la realidad
es el sentido que tiene la existencia.
No se puede vivir cultivando el rencor, ni se puede vivir
dándole vueltas a tus penas, pues éstas no te las repara nadie.
Hay que aprender a cargar con las cicatrices y las mochilas, y
seguir andando y mirando hacia delante.
Quisiera llegar al último viaje como quien llega a un mostrador
y le pide al dueño del bar: "¡Sirva otra vuelta!"”.
El gran "Pepe" Mújica
 
Callar no significa que siempre otorgues, en ocasiones simplemente es no querer discutir con idiotas.
 
El tiempo es tuyo y tú decides lo que quieres hacer con él. Normalmente, si no lo haces, otros decidirán por ti. Es como las ideas o los pensamientos, o pensamos por nosotros u otros lo harán y simplemente seremos meros seguidores, marionetas o rebaño.
Este momento, sentado, escribiendo, es tu tiempo. Y así terminas el día.
 
 
E/21.M
 
Suena, en esta mañana húmeda, ‘Family’ de Jordan Rakel. Impresionante banda sonora que te acompaña en la lectura de John Berger, ‘De A para X. Una historia en cartas’, mientras el tren os mece en tu viaje matinal al trabajo.
Iniciar la jornada así. Qué diferente a esos días en los que la ansiedad que producen las tensiones y problemas se agarran en el pecho.
 
Tenemos nuevo presidente de los Estados Unidos, un Donal Trump, personaje dónde los haya, que vuelve exultante tomando medidas con pretensiones de imperio.
Seguidores y detractores, siempre ocurre. Ha sido el más votado por los ciudadanos. Dará mucho que hablar.
Ni te va ni te viene.
Demasiados egos dirigiendo este mundo nuestro. Peligro.
 
Es normal que en ocasiones nos sintamos parados, estancados. Suele suceder cuando perdemos el foco. Es el momento de mirar atrás, de observar el camino que hemos recorrido. Y seguir.
 
A la mínima que nos descuidamos a nosotros también nos aparece ese ego, que dormita dentro, perdiendo toda la humildad caminada. La mayoría de los problemas que nos acechan son culpa, siempre, del ego.
 
Cuántos proyectos comenzados y no has pasado de unas cuántas páginas mal escritas o estructuradas.
Cuántas veces a lo largo de tu vida lo has intentado.
Los diarios. Poesía. Artículos. Algún que otro ensayo. ¿Y novela? Incapacidad.
Te vence el tiempo.
Pierdes esas ideas y proyectos en el tiempo.
Se te van las ganas.
Encuentras las excusas para no seguir, más allá de la importante: tampoco sabes escribir.
Lo que sí sabes es lo que tienes que soltar, que vomitar. Lo tienes ahí. Si no lo haces morirá dentro de ti.
¿Y cómo hacer? ¿Cómo ficcionar tu yo sin miedo?
Pero miedos, ¿a qué? A eso, a explorarte en exceso y soltar.
 
“La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal y como soy, entonces puedo cambiar.” Carl Rogers
Si aceptamos lo que es, tal como es, da la sensación de que se abren posibilidades que antes no estaban disponibles. Desaparece la resistencia. Es como si algo se relajase.
 
 
E/22.X
 
Estamos condenados a sentir emociones, piensas mientras ves, a través del cristal, la lluvia de este invierno.
Estamos condenados a reír, a llorar, a vivir y a morir. Estamos condenados a odiar pero también a amar. Estamos condenados a temer y a ser valientes, a fracasar y tener éxito.
No podemos alejarnos de ello, pero sí afrontarlo y controlar cómo nos afecta cada una de estas emociones.
No sabes muy bien por qué escribes esto mientras el café se te está enfriando. No te gusta que se enfríe. Lo tomas con esa temperatura justa, que no queme pero caliente.
Realmente escribes lo que te brota, sin orden. De eso tratan estos cuadernos, si tratasen de algo. De lo que sientes y escribes a cada momento. Del café y de la lluvia. Del miedo y la calma. De lo emocionante que es vivir y de lo que te emociona la vida. En estas páginas el algoritmo no existe.
 
¿Cómo nos complicamos la vida? Normalmente metiéndonos en lo que no nos llama. Pisando charcos que no vemos. Buscando problemas dónde no los hay.
La vida es compleja y cuando no lo es, la hacemos. No todo está bajo nuestro control.
 
Desde el privilegio de ser y tener, pero también desde el privilegio de esa experiencia que te aporta el caer y no tener… qué Paz te genera el Estar.
 
Comes, invitado, en las Bodegas Martúe, en La Guardia (Toledo). No es la primera vez que vas, sí la primera que eres invitado, directamente, por los dueños, F y E, a quienes conoces desde hace algún tiempo.
Piensas que no sabes muy bien cómo has llegado a aglutinar tal número de conocidos y relaciones, de gentes dispares, en una época en la que ya no pintas nada en lo político social.
Martúe no es una bodega grande, pero es muy agradable y generan unos vinos, tanto el blanco como el tiento, especialmente buenos.
No estabas solo. Mandos de la Guardia Civil, amigos de esta gente, y vosotros, T y tú. La atención te ha superado, sobre todo por parte de F que es un tipo encantador y te cae realmente bien. Él vive por allí, en La Guardia, municipio de poco más de dos mil habitantes.
El cocido extraordinario. No se puede pedir más a la vida; el vino, sin comentarios.
 
“Éste es el verdadero goce de la vida; ese ser utilizado con un propósito que uno mismo reconoce como importante. Ese ser una fuerza de la naturaleza y no un montoncito febril y egoísta de malestares y molestias que se queja de que el mundo no se consagra a hacerlo feliz. [...] Cuando muera, quiero estar completamente agotado. Pues cuanto más duramente trabajo, MÁS VIVO. GOZO DE LA VIDA MISMA”. George Bernard Shaw
 
 
E/23.J
 
Leías esta mañana este versículo de la Biblia, Proverbios 16:9, y te recordó, inmediatamente, a Epicteto. Dice la Biblia: “Deja de pensar demasiado, si es la voluntad de Dios, sucederá y nada lo detendrá. Si no es así Dios tiene un plan mejor. Ten paz sabiendo eso.” Y Epicteto nos decía, también: “No te preocupes por lo que no puedes controlar. Solo puedes controlar tus propias acciones. La única cosa sobre la que tienes control es tu propia mente.”
Diferentes palabras, diferentes personajes, mismo sentido e igual aportación sabia.
 
Entendiste que en ocasiones decir la verdad genera problemas. Entendiste que prefieres los problemas que mentir.
 
Cada uno de nosotros somos el cambio que queremos ver en el mundo.
Podemos actuar. Nuestro margen de actuación es grande.
Tenemos más posibilidades de las que creemos.
 
 
E/24.V
 
Poco saludable comenzar un viernes con reflexiones y pensamientos filosóficos grises.
La oscuridad de las culpas.
 
¿Quién nos ha enseñado eso de que tener miedo está mal? No hay que superar los miedos, hay que viajar con ellos. Hay que caminar con el miedo porque el miedo tal vez sea nuestra mejor compañía. El miedo te hace ser prudente.
 
Si la felicidad se mide por los ratos… mis mínimos ratos son los que más feliz me hacen.
 
Leer en ese precioso libro, que te está sorprendiendo hasta el infinito, ‘De A para X. Una historia en cartas’, John Berger: “Son las cosas pequeñas las que nos asustan. Las cosas inmensas, aquellas que pueden matarnos, nos hacen valientes.”
 
Si dejamos de buscar la validación en los demás y correr tras la felicidad, terminaremos por conectar con esa paz que nos permitirá  caminar a través de las pruebas y seguir ese camino estrecho que es la vida espiritual.
Solo hay un lugar en el que podemos encontrarnos aquellos que creemos, sea la religión que sea, y las personas no religiosas pero que buscan vivir con intensidad y honestidad su existencia es en la espiritualidad, es en la mística.
Diríamos que ese lugar es el camino de la  liberación cristianas, semejantes a la iluminación orientales.
 
 
E/25.S
 
Anotas casi todo en estos cuadernos; hay cosas que no. Hay cosas que prefieres guardarlas para ti, que queden en el olvido de los cajones de tu memoria, mientras la tengas. Si lo olvidas tú, lo olvidará el mundo.
 
Te es difícil escribir lo que sientes. La alegría al despertar esta mañana, acompañado; la angustia que te invade en determinados momentos.
Llueve. Has salido a caminar, pero llovía y has recortado la ruta.
Sabes que piensas en ti antes que en los demás.
Escuchas, pero no te gusta escuchar como tampoco eres de hablar. Así de raro o así de diferente, lo tienes asumido. Aburres. También te aburren. Solo alguien como ella te puede y podría aguantar. Te es difícil disfrutar de ciertos momentos. Te agobia todo y nada.
 
Solo moviéndote aparecerá el camino adecuado.
 
Es verdad que cuanto más tranquilos estamos, más claro pensamos.
Suena Airbag en directo, ‘Perdido’. Pop/rock del joven en esta mañana de sábado.
 
El envidioso es ese tipo que necesita ver expoliado o pisoteado al prójimo de todo aquello que él no logrará. Entonces su tesón, su vida, se sostiene en lograr que todos sean tan mediocres como él.
 
Comida en casa de los padres. Antes intentas subir al Cerro de los Ángeles, pero justo hoy, de ahí el intento fallido, celebraban una competición deportiva y el acceso estaba restringido. Joder. Lo habías planeado. En este rincón de Getafe has pasado muchos momentos, en soledad y silencio, pensando, pidiendo esa ayuda que siempre ha llegado. Otro día será, te dices.
La madre cocina unas gachas manchegas de las que no queda en el plato ni su color.
Es increíble el cariño que desprenden. Un cariño correspondido.
 
 
E/26.D
 
No sabes si tu reserva de sueño está por los suelos, o es este clima de invierno que te lleva a dormitar más horas de lo habitual. También puede ser que vivas ahora, más que nunca, con una especie de conciencia tranquila y que los problemas o preocupaciones que te vienen sean más bien externos. El caso es que has vuelto a dormir a pierna suelta, despertando a un domingo con gratitud y buscando esa solitud deseada.
Anoche volviste a ver -últimamente recuperas películas de otras épocas- ‘¿Conoces a Joe Black?’, película del año 1998 que protagoniza Brad Pitt, Anthony Hopkins y Claire Forlani. Tres horas de una historia con tinte algo fantástico pero con un mensaje espiritual que en esta segunda vez que ves, con más años de vida, te ha llegado mucho más dentro. Qué diferente ahora, qué diferentes significados y percepciones.
No contaré de qué trata porque imagino se conoce y, si no es así, lo mejor es verla.
Sí quería recoger ese significado que tan bien interpretan sus protagonistas. La muerte, el amor, el sacrificio, la familia, la vida. Vivir con autenticidad y amar sin condiciones. Valorar la familia siempre. La vida continuará.
Equilibrar la alegría y el trabajo. Vivir con rectitud y dignidad. Experimentar y expresar amor hacia los demás y siempre poner a nuestra familia en primer lugar.
 
Natalia Ginzburg, Natalia Levi, fue una escritora y política italiana (1916-1991). Gran escritora que se desenvuelve entre lo íntimo y el tiempo. Humanista. Retrata la vida familiar, los cambios que se producen en el tiempo, la decepción, el siglo XX.
Tiene un librito corto pero inmensamente bello, delicioso, que publicó Acantilado -te encanta esta editorial- que lleva por título ‘Las pequeñas virtudes’.
En el inicio del ensayo que da título al libro, esta gran escritora aconseja no enseñar a los niños virtudes pequeñas sino grandes: “No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber.”
Leer esto te hace comprender dónde está la verdadera libertad. Un pequeño texto que es una lección de virtud no para nuestros hijos, generaciones que vienen, sino para nosotros, generaciones que están y van.
 
No necesitar nada no es tenerlo todo, es ser consciente que tienes lo que necesitas y vives.
 
Desde la última decepción personal que te has llevado, te preguntas constantemente ¿a quién le has entregado tu lealtad en tu vida? ¿Para qué?
 
Perdonar. Siempre se puede perdonar a alguien, no para que vuelva a formar parte de tu vida, ni siquiera porque lo merezcan, si no por tu paz.
 
Quieres hacer mucho, todo lo que no haces, pero en días así terminas por hacer poco o no todo lo que pretendías.
Te acordaste de una foto tuya, del servicio militar. Llevas tiempo pensando en esa foto. Te pusiste a revolver cajones, estanterías y armarios. Buscabas esos álbumes antiguos donde podía estar entre otras imágenes de la época. Antes era como era, fotos reveladas, sin edición, mucho más auténticas que ahora.
Apareció de todo un poco. Echaste un buen rato. Te emocionaste pero no encontrabas la foto que querías.
Has recogido todo lo que habías esparcido en el suelo de la habitación. Miras a una de esas agendas, de antes, de piel negra con anillas, de esas que utilizabas en tus tiempos. En ese momento lo has recordado. Ahí guardabas esas fotos.
Y ahí estaba. Feliz. Pensabas la habías extraviado, vete a saber dónde podía estar, en qué rincón de todos. Es una foto del año 1987, cuando comenzaste el servicio militar, la mili: quinto reemplazo del ’87, setiembre. Terminas así el domingo, con cierta emoción y nostalgia.
 
Si no creyeses en Dios, en Cristo Jesús, es posible que no estuvieses hoy ´por aquí, tal y como estas. Tu vida ha tenido tantos altos y bajos que en alguno de esos ‘bajos’ podías no haber levantado.

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