Diario de un Estoico III. El presente que me vive. Semana 14

 
D/2.L
 
No has dormido bien. No había motivo, pero esa ansiedad se ha apoderado de ti, presionándote el pecho como si tuvieses encima el peso del mundo.
Más allá de dar solución a algunas cuestiones pendientes -y ya asumidas-, no estás en un momento problemático, pero de algún modo sientes que la incertidumbre está sentada en la mesa de enfrente, como observándote, como esperando decirte algo que tú desconoces.
Descargar. Agarrarte a esos pequeños momentos e ir obviando todo eso que, simplemente, te molesta.
En manos de cada uno está el cómo mirar, cómo leer tu vida.
 
Siempre has sido bastante introvertido, no te gusta contar tus cosas ni hacer partícipe a nadie de tus problemas. Te gusta vivir tus cosas en silencio y crees es una buena opción ya que nadie puede destruir lo que no conoce.
 
Todas las personas somos valiosas, pero sobre todo cuando lo que hacemos coincide con lo que decimos.
 
Lo que es inevitable no se puede posponer para siempre.
 
Comenzar un nuevo hábito, al menos intentarlo, supone dar respuesta a dos preguntas ¿para qué lo quieres? Y ¿qué estás dispuesto a sacrificar para conseguirlo?
Todo nuevo hábito, y me refiero a los buenos hábitos, implican una pérdida.
 
Te es difícil pensar que se pueda vivir sin esperanza. Vives con esperanza. Cuando alguien está en una situación de angustia, cualquier situación, lo que nos permitirá sobrevivir es la esperanza.
 
“Escribir es siempre protestar, aunque sea de uno mismo.” Ana María Matute
 
 
D/3.M
 
La calidad de tus sueños tiene mucho que ver con la calidad de tus pensamientos, de tu momento.
Esta noche los sueños te han sido algo estresantes. Al menos el que recuerdas -eran varios diferenciados-: estabas en un pueblo, que no era ni el tuyo ni tu casa. Tus amigos más o menos sí. Tu vida más o menos la que es.
Entraste en esa casa, que era la tuya del sueño, tras tomar unas cervezas con los amigos, como siempre. Te sentaste en el sillón y de debajo de los cojines comenzaron a salir unos bichitos, parecidos a las cucarachas pero más pequeños, corriendo de un lado a otro. Te levantaste y decidiste coger un bote de insecticida de los que siempre tienes a mano en el pueblo. Sin pensarlo comenzaste a rociar todo el sillón. Los bichos salían por todas partes, corrían por el suelo de madera, por el techo blanco que proto se ennegreció por diminutos puntos negros moviéndose de un lado a otro. Has despertado sintiendo que tenías los bichos por todo el cuerpo, bajo el pijama.
Tomando café, ahora, decides enredar en internet y buscar qué puede significar un sueño así. Y es muy curioso porque en todas las entradas que lees, viene a decir lo mismo, con palabras diferentes.
Los insectos representan esos problemas con los que día a día lidiamos y que inconscientemente vamos almacenando en nuestra mente.
Soñar con una plaga de insectos está relacionado con un estrés provocado por ese cúmulo de pequeños problemas.
Y es verdad, no sabes por qué, -lo escribías ayer-, lo tienes todo, aparentemente no hay nada que te preocupa -pero sí que lo hay- y te sientes intranquilo, cansado e incluso de mal humor.
Soñar con insectos refleja desconfianza hacia personas que nos rodean.
Ese cúmulo de preocupaciones subconscientes, ansiedad, o ese estrés que sentimos en el día a día.
Nunca más acertado.
 
Nada que más te joda que alguien que te diga eso de “ya te lo dije”. Te jode porque le debes dar la razón. Y sí, quien la hace una vez la hace dos e incluso tres. Culpable no es él. Culpable es quien lo admite y no escucha a los que te avisan.
 
Cada vez tienes más claro que en la vida todo regresa. La maldad vuelve al que la ha dado, el amor a quien lo da; las mentiras a quien las ha dicho y la envidia a quien la siente… esto es una rueda que gira para todos. Con el tiempo se ve, como todo.
 
 
D/4.X
 
Estás en Zamora, ahora mismo acabas de entrar en la habitación del hotel. Llegaste esta mañana. Una hora en tren desde la estación de Chamartín.
Un sol otoñal que sorprende te ha acompañado en tu recorrido por una ciudad que conocías. La visitaste hace exactamente siete años. Hoy lo recordabas viendo alguna de aquellas fotos. El ‘tú’ de hace unos años.
Te agrada Zamora. Caminar por el casco histórico, recorrer sus 14 iglesias, crees que no hay otra ciudad en España con mayor número y calidad de templos románicos. Es maravilloso pasear acompañado de esta luz. Contento.
 
“A qué tienes miedo de perder si en realidad nada de lo que hay en el mundo te pertenece.” Marco Aurelio
 
El error es algo habitual en el ser humano. Lo poco habitual es no tratar de corregirlo a tiempo.
 
 
D/5.J
 
Opinión o juicio. Dirás que no es lo mismo opinar que enjuiciar.
Lo piensas mientras caminas, amaneciendo, por el margen del río Duero. Te llegas hasta la Catedral, magnífica, inmensa. Los cielos se enrojecen mientras el día comienza a despertar.
Eres incapaz de no pensar. Te distraes, te distrae. ¿Cómo es posible? Efectivamente, ¿cómo es posible ciertos comportamientos? Opinas o juzgas.
Juzgas. Has dejado de opinar y te ves obligado a juzgar. La opinión es el principio del juicio. Ya opinaste y ahora te abocas a juzgar y cuando te ves obligado a juzgar terminas por sentenciar.
 
Solo debes lealtad a esas personas que nunca te han hecho dudar de la suya.
 
Démonos cuenta de que cuánto más nos quejamos más nos debilitamos, y cuánto más agradecemos más nos fortalecemos.
 
Jornada sobre despoblación. Objetivos cumplidos. Interesante.
Almuerzo agradable y paseo hasta la estación de tren de Zamora.
Conversáis por el camino. Cómo las cosas van cogiendo su forma. El tiempo.
 
En el trayecto, en el tren, lees sobre el maltrato psicológico. Últimamente indagas sobre esa forma de maltrato psicológico que no es tan visible, pero existe: padres a hijos. Tal vez porque eres consciente de que una persona a la que quieres y te importa, lo sufre.
El maltrato psicológico recae sobre varios tipos víctimas. Pueden ser ancianos que sufren el maltrato de sus hijos, esos niños que sufren maltrato físico y hay también personas que, aun siendo mayores de edad, siguen supeditados al trato agresivo de un padre, de una madre o de ambos.
Hay muchos padres que maltratan a sus hijos ya adultos. Esto, que suele ser invisible, merma la vida de esas personas que se sienten supeditadas a sus progenitores.
Chantajes emocionales, manipulaciones, amenazas, palabras que duelen y hieren, comentarios que alimentan inseguridades. Prácticas que recortan la autoestima de la persona. Se aprovechan de la sensibilidad aunque sean sus propios hijos.  
El maltrato psicológico o abuso es cualquier comportamiento que está orientado a controlar y subyugar a otro ser humano mediante el uso del miedo, la humillación, la manipulación, la intimidación, la proyección de la culpa, la coerción, e incluso la desaprobación constante.
Estas formas de agresión no dejarán marca en la piel, pero sí que hieren la integridad psicológica.
Si este tipo de maltrato viene de tiempo, desde la infancia, y se mantiene, podemos imaginarnos la gran herida que produce, la alteración sobre aspectos tan básicos como la autoestima o la seguridad personal.
El maltrato psicológico de padres a hijos adultos no es algo que aparezca de un día para otro. Este responde a una dinámica que tiene su origen e inicio en la infancia.
Y es que en la mayoría de las ocasiones -de eso se aprovechan estos maltratadores- aunque se puedan vivir circunstancias adversas, con añadidos de miedo, de humillación y de desprecio, estas personas, de alta sensibilidad, pueden seguir queriendo a quien le hace daño. Porque, al fin y al cabo, es tu padre o tu madre y cuando no se ha conocido otra cosa, muchos de los hechos llegan a ‘normalizarse’.
Así, los hijos adultos aguantan y se baten entre el afecto y el miedo, el amor y el odio, los padres maltratadores no cambian solo porque ese hijo sea adulto. El menosprecio, la humillación, la crítica y la manipulación emocional les continúa siendo útil para controlar y ejercer el poder.
Hay un dicho y es que los monstruos no se vuelven damiselas con el paso de los años. Siguen necesitando de ese poder de mando y autoridad porque son así, su personalidad y esencia es así.
Ves cómo esa persona cada vez tiene más baja su autoestima, se siente inútil, desmotivada, se cree es una mierda por mucho que le digas que los mierdas son los maltratadores.
Es necesario acabar con estas situaciones, aunque sea doloroso.  El objetivo es recuperar la autoestima, la seguridad personal para construir así una vida propia, independiente, madura y feliz. Que realmente es la vida que merecen.
 
 
D/6.V
 
Esperas a que amanezca. El cielo va alumbrándose poco a poco, pero hasta dentro de un rato no se verá el día completamente.
Vais a Minaya. Llegaste tarde ayer, te acostaste pensando en aprovechar este día festivo, constitucional, que os regala la semana.
Los padres no vienen. La madre está cansada. La sientes triste. Te entristece. El desgaste de la vida, de los años.
No quieres desaprovechar tu mente con pensamientos absurdos del trabajo.
 
Ser uno mismo. No tener que complacer a nadie. No importarte ser un incomprendido.
 
Hoy dejarás de hacerte preguntas, el tiempo te da las mejores respuestas.
 
Minaya. La casa bastante fría. No sabes si llegará a coger calor. Hace sol. El viaje ha sido bonito, prácticamente amaneciendo, espiritual. No se te ha hecho pesado.
Quieres salir a caminar, al campo. Es el único lugar dónde estás bien, en equilibrio.
 
“Si pudiera, estaría en mi sano juicio. Pero me arrastra contra mi voluntad una fuerza desconocida, y la pasión me dicta una cosa, la razón la contraria. Distingo lo mejor y lo apruebo, pero practico lo peor.” Metamorfosis, Libro VII, Ovidio.
Qué complicado es hacer lo que quieres hacer.
 
Todo necesita de lentitud. La vida necesita de lentitud.
Conocer, saber, entender, pensar; las relaciones humanas y nuestra relación con la vida necesitan lentitud.
La prisa es una debilidad.
La lentitud y la paciencia te llevan a tomar las decisiones adecuadas; el impulso, la inmediatez, suele provocar equivocación.
Lo rápido, lo inmediato, buscan de la productividad, el placer momentáneo, frente a la sabiduría.
Tomarte un tiempo no es perder el tiempo, su verdadero significado es ser dueño del tiempo.
Lo intenso procede de lo lento.
La lentitud humaniza nuestra vida.
La desconexión nos permite encontrarnos en nosotros.
Vivimos tan deprisa que pasamos de largo nuestra propia vida. No tenemos tiempo ni para conocernos.
 
 
D/7.S
 
Un amanecer con mucha niebla.
Ayer fue uno de esos días auténticamente rural, con sabor a pueblo. Prácticamente lo pasasteis en la cocinilla del amigo JL, con su familia y otros amigos.
Tras el buen arroz guisado con leña, le acompañasteis al campo, a esa finca que gestiona en el municipio de Tébar. Una inmensidad de hectáreas donde conviven molinos eólicos, chaparros, olivos, pinos, cultivos con corzos y jabalís. Viste ponerse el sol. Te hizo sentir inmensamente feliz, de esos momentos que te llevas en este final de año.
En cambio hoy has amanecido en un inmenso silencio. No has dormido bien del todo. No calentaste la casa y crees que has cogido algo de frío.
El frío de aquí se mete hasta en los huesos aunque, con el edredón, tapado hasta la cabeza, se aguante más.
 
Pregúntate ¿cuál es el plan? Si sabes tu plan no improvises, enfócate y adelante con él. Prioriza lo que realmente importa, lo que te importe a ti.
 
Caminas alrededor del pueblo. Te notas cansado y con algo de malestar. No has dormido bien y es como si te rondase un catarro. La humedad de la niebla moja tus barbas.
Tomas café, vas a ver a los tíos, P e I. Viven en la casa de la abuela Señor. Cuando entras por la puerta todo son recuerdos, aunque hayan modificado algunas estancias. El tío P es el hermano pequeño de la madre.
 
Dejo por aquí estas palabras de Fernando Pessoa, que en su solitaria existencia, en su alejamiento de lo mundano, nos iba descubriendo algunas de las claves de la esperanza de vivir:
“La vida es para nosotros lo que concebimos en ella. Para el rústico cuyo campo lo es todo, ese campo es un imperio. Para el César cuyo imperio le parece todavía poco, ese imperio es un campo. El pobre posee un imperio; el grande posee un campo. En verdad, no poseemos más que nuestras propias sensaciones; en ellas, pues, que no en lo que ellas ven, tenemos que fundamentar la realidad de nuestra vida.” Libro del desasosiego, Fernando Pessoa.
 
Todo está en silencio. Miras por la ventana de arriba de tu casa, piensas que sí, que vivirías aquí entre tus libros, escribiendo para ti. Escribir es tiempo y sin tiempo difícilmente se escribe y difícilmente se lee.
 
Vivir es una decisión constante.
Una indecisión es una decisión en sí misma.
 
 
D/8.D
 
Anoche, antes de acostarte, volviste a mirar el cielo, estrellado, desde el patio de tu casa. Estabas recubierto de esa felicidad que pocas veces tienes porque vives inmerso en preocupaciones absurdas.
Le agradecías tu privilegio. Sabes de tus equivocaciones. Sabes de esos comportamientos pasados que difícilmente te perdonarás, pero ahora te sientes bien.
Disfrutas de tu casa, disfrutas de tu hijo. Has conseguido tener una buena relación con él. Que la vida nos de muchos momentos juntos.
 
El día amaneció lleno de luz. Volviste a lo urbano.
 
“Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma.” Salmo 143:8
 
Solo lo simple reluce sin tener que sacarle brillo. Solo los momentos simples nos iluminan.
 
Nos apartamos de la vida por miedo a la muerte.
 
Muchos no reconocen ni dan crédito a la existencia de lo invisible. No reconocen la existencia del alma ni de los espíritus, menos aún de Dios. Otros, en cambio, afirman que lo invisible es lo esencial, lo más relevante, que quien lo desconoce jamás podrá acceder al enigma del mundo ni tampoco de un ser humano. Esta idea que estaba muy presente en la filosofía de Platón, la han recuperado  grandes autores del siglo XX, por ejemplo Saint-Exupéry, el autor de El Principito. “Lo esencial es invisible a los ojos”, dice su protagonista. La invisibilidad suscita dudas, incluso escepticismo.
 
El cuerpo humano no para de decirnos cosas, la palabra no da para todo. Los abrazos, las miradas, los gestos, esos silencios que no necesitan de la palabra.
El silencio no siempre es ausencia, también es presencia, es compañía.

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