Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 41
J/L.10
Tuviste un lunes raro. Lo sabías desde que saliste de casa y unas gotas marcaron tu primera caminata.
Comenzaste discutiendo por lo de siempre, con la persona de siempre, por problemas que no son. Podrían ser errores, pero no problemas. Relativizaste.
La comida de trabajo, con los órganos de transparencia, fue agradable. Los conoces a todos aunque cada uno tienta su palo. No comentar la política nacional provoca siempre un ambiente de concordia.
A la tarde te llegaron las preocupaciones. Hoy tienes un juicio al que estás citado como testigo de la parte denunciante, que es una de tus empresas. Quiere decir que eres uno de los denunciantes. Os deben dinero. Es una denuncia de hace ya cinco años y no recuerdas ni una tercera parte de aquello.
Los juzgados te ponen nervioso, te hacen sentir mucho respeto. No los pisas habitualmente, pero aun como testigo sabe que no será agradable.
El caso es que en un rato, a las diez, debes de estar en los juzgados de Plaza de Castilla. De la experiencia ya hablaré.
Te has sentado en una sala, la 21, sita en el edificio que hay en la calle del poeta Joan Maragall. En la cuarta planta. Como siempre llegas con tiempo. Ves al abogado de lejos. Crees, sabes, te esquiva. No te gusta nada, viene a través de tu socio. Hablaste con él y le dijiste que entiendes, desde tu punto de vista, las cosas no se hacen así.
Comenzáis antes de la hora prevista. Primero llaman a la sala a los letrados y seguidamente a ti.
Entras y te sientas en una silla, frente a una mesita y un parapeto de metacrilato, transparente. Imaginas es lo que va quedando de ese recuerdo de la pandemia. Pero vete a saber, la administración es así.
La juez, delante de ti te pregunta con seriedad tu nombre, DNI y dedicación. Nunca sabes bien qué decir cuando te preguntan eso de a qué te dedicas. Tantas cosas.
A la izquierda el letrado y procurador que entiendes de tu parte, a la derecha la abogada y procuradora de la parte demandada.
Comienzan las preguntas de tu abogado. Algunas te complican, más parece que te está acusando. Te hacen dudar. No habíais hablado de esto. Te ratificas en que no ha sido la mejor elección para el caso.
La abogada de la otra parte, de los que denunciasteis hace ya cinco años, parece te acusa por ser parte de la empresa. Te revuelves. Te tensa. Te pones nervioso. No puedes evitarlo. Piensas si estás metiendo la pata.
Terminas y sales. Te cruzas con I, gerente de la empresa a la que habéis denunciado. Entra seguidamente. Os saludáis, le preguntas por la familia. Qué absurdo.
Piensas, sabes, opinas para tus adentros que es un hijo de puta, que os ha hecho daño. No puedes evitar ser persona. Cuando desaparece, cierra la puerta de la sala, te acuerdas de aquel vino que compartisteis una tarde, cuando todo estaba bien. Piensas en cómo las personas engañan.
Mínimo de cinco meses más de espera a la sentencia.
Te vas.
A cada hombre le corresponde la tarea de hacer su vida, hasta el detalle, digna de ser contemplada en su hora más elevada y crítica.” Henry David Thoreau
Querer pasar por la vida sin ningún navajazo en el alma es ignorar cómo funciona la naturaleza.
La vida está llena de desafíos y con ellos mejoramos.
Si no tenemos retos, no tendremos incentivo para mejorar. Estaríamos siempre en el mismo sitio, inmóviles, pudriéndonos. La muerte no es otra cosa que la ausencia de actividad.
A veces hay que dar la bienvenida a la adversidad. Sería esa oportunidad para ejercitarnos. El amigo Séneca decía que le agradaba tener una dificultad a la que enfrentarse, una prueba que superar como parte de su entrenamiento.
Y es esa, justamente, la mirada del sabio.
Desayunas. Decides no salir a caminar. Ya lo hiciste ayer, y en exceso.
Tenéis la jornada sobre la colaboración público privada. Interesante.
No sé de un hecho más alentador que la capacidad del hombre para elevar su vida mediante un esfuerzo consciente.” Henry David Thoureau
La jornada salió muy bien. En Sevilla todo sale bien porque parece que todo, hasta lo menos bueno, se vive de otra manera. F, el SG de la diputación, a quién conoces y aprecias, es un tipo que además de inteligente es divertido. Pasar un rato con él te hace olvidar muchas de esas cuestiones que se te atascan.
No sabes si leer o dormir. Comenzaras a leer hasta dormir.
Si eres perezoso te llevarás tu pereza a donde vayas.
Si eres egoísta, por mucho que cambies de sitio, seguirás siéndolo.
Sea cual sea la situación -esto es lo que te tiene que quedar claro- llevarás tus vicios contigo.
Y son estos vicios los que hacen que tu situación sea mala.
Quien tiene dentro de sí las virtudes, es capaz de aprovechar cualquier situación.
Si actúas con templanza, coraje, justicia y sabiduría, ¿te importará cuál sea la situación?
No existe nada en el mundo que te impida actuar según esas virtudes.
Y si llegas a actuar así te dará igual cual sea la situación porque la convertirás, como dice Marco Aurelio, “en combustible para el fuego de tu virtud.”
El maestro Séneca, en sus epístolas, criticaba a aquellos que viajan por voluntad propia con el fin de librarse de sus cargas mentales.
A ellos les decía
“¿Quieres saber por qué tu huida no te servirá? Porque escaparás contigo mismo. Tienes que descargar el peso del alma; hasta entonces, ningún lugar te agradará.”
Exacto. Siempre sufrirás porque no puedes escapar de ti mismo.
No busques el bienestar en otra parte cuando el problema eres tú y no la situación.
El día es luminoso. Es viernes y eso te motiva aunque en la mañana esas reuniones sabes te generarán alguna tensión.
Pues ese carácter insoportable, el tuyo, es el que te hace crecer.
El tonto es fascinante y es por eso que el inteligente suele pasar más desapercibido.
No hay que hablar tanto del talento, hay que hacerlo de tontos. Lo digo de verdad.
Hay verdaderos maestros de la tontería, tal vez ahí situaría, como primeros de la lista, a los políticos. Yo fui uno de ellos y todavía no he podido quitarme de encima cierta tontería. Pero a los políticos, hay que entender, les hacen tontos la gran cantidad de tontos que les siguen, en masa.
Dicho.
Escribes que no somos máquinas, somos simples humanos, personas o personajes. ¿Qué pasa si un día no puedes más y simplemente paras? Nada, absolutamente nada.
Te acostaste ayer tarde. Alargaste el viernes. Lo pasaste bien. Te reíste. Pero hoy no podías. Pero el despertar te ha emocionado.
Tenéis la familia, los que sois, un grupo creado en el WhatsApp en el que vais dando los buenos días según cada uno se levanta. Una costumbre que mantenéis desde hace años, para saber que todos estáis bien, y que se creó en la época de la pandemia. Es una manera no presencial de saber que estáis.
El primero que siempre da los buenos días, a horas tempranas, sueles ser tu. Ya sea entre semana, sábado o domingo.
Hoy a las nueve –no tarde- la madre te ha llamado. Dormías. No habías puesto el mensaje de buenos días. Solo quería saber que estabas bien, le extrañaba.
Seguidamente, al poco tiempo, el hermano. La misma preocupación.
Formar parte de una familia es lo más grande que existe, la mía, excepcional entre todas, un orgullo y gratitud.
Has comido unos gazpachos manchegos que no te han salido tan bien como otras veces, te has tirado en el sillón sin ganas de hacer nada, vagabundeando entre los libros, sin ganas de leer. Tampoco de escribir, sea dicho.
Hoy mi hijo, conversando sobre un conocido que de vez en cuando actúa con la familia como un irrespetuoso mal educado, ha hecho su reflexión: “es como es, pero tiene pasta, funciona bien.” Vamos que lo que importa realmente es eso, tener dinero.
Mi respuesta, de padre y de sincera opinión, ha sido rotunda: “tener dinero no te exime de ser un gilipollas.”
Lo de los jóvenes es diferente. Tienen de todo, pero si continúan pensando que el no tener más es un fracaso, vivirán en la eterna frustración.
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