Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30

 
M/25.L
 
Despiertas mientras llueve, en Minaya. Tomaste la decisión de quedarte a pasar el domingo y ahora tendrás que viajar con lluvia, algo que no te gusta nada. Conduces en tensión. La vista te va fallando y en cuanto las condiciones climáticas no son las adecuadas prefieres no viajar en coche.
 
No nos fiemos de aquellos que solo se dedican a hablar de los demás y crear tensiones absurdas. Quien no actúa con honestidad y coherencia siempre será un mentiroso agresivo. Siempre están los que suman y otros que solo restan.
 
Habéis viajado lloviendo. De Minaya a Valdemoro ni un solo tramo sin esa lluvia, que por cierto tanto agradecen los campos. El limpiaparabrisas de un lado a otro, hipnótico, tratando de dejar el cristal sin agua para que puedas ver una carretera con más camiones de lo habitual, lunes, día de trabajo.
Vuelves de la casa del pueblo, como siempre te traes atrapados, contigo, esos momentos que son tuyos; momentos que se amontonan en la balanza de lo positivo y feliz, buscando ese peso que supere todo lo triste que no por serlo deja de ser poético.
 
La no constancia es distracción.
Si quieres ser constante debes estar atento.
Si quieres llegar a Ser debes pasar a la acción con constancia y sin distracciones.
 
“Cómo haces sentir a los demás… Eso eres”. Licelotte Lora
 
Escuchas ‘Épica’ de Omar Enfedaque. Justo en ese momento que te dejas ir, ligero.
 
Lees en el prólogo ‘La vida lenta. Notas para tres diarios (1956,1957 y 1964)’ de Josep Pla, que éste solía escribir sus notas por la noche, justo antes de ir a la cama, fuese la hora que fuese. Lo hacía a modo de necesidad, como una especie de catarsis cotidiana que le ordenaba y a la vez le imponía orden y equilibrio en el día a día. Momento de intimidad, solitario. Instante de reflexión personal, de autoanálisis, de recordar lo hecho, dicho, pensado o no hecho, en la jornada.
Una forma de hacer estoica, siguiendo uno de los consejos más básicos y beneficiosos para la salud emocional, mental, escribir cada día, al finalizarlo, y dejar ahí, en ese papel, los desahogos vitales.
 
Vuelves a preocuparte. Crees que se están volviendo a cometer esos errores que hicieron temblar la empresa. Los mismos. Piensas que tú ya no estás para las mismas tensiones que viviste.
 
 
M/26.M
 
Los excesivos tercios de Mahou, de este fin rural, de semana te han hinchado. Rebosan en tu cuerpo hasta salir por la boca como si no fuese posible beber más. Pero sí, mientras tanto, benditos fines de semana estos.
 
“El hombre es lo que quiere ser -decía el francés Charles Du Bos-, a condición de que lo quiera verdaderamente, es decir, no que no caiga nunca, sino que se levante, infatigablemente, cuantas veces haya caído”.
 
Saber desconectar es tener vida propia. Hagamos un paréntesis en esta época para desconectar de preocupaciones y tensiones, de aquello que nos aleja de nuestra Paz.
 
Hasta que tu padre dejó de trabajar, no le recuerdas en casa más que los fines de semana, y no todos. De siempre, como la mayoría en la época, enlazaba un trabajo con otro, en ocasiones incluso en turnos de noche.
No teníais grandes caprichos, por no decir ninguno, pero sí lo necesario para vivir y para ir a buenos colegios de la época.
No sabes si te hubiera gustado ver más en casa a tu padre, todos sabíais lo que hacía y por qué lo hacía. Jamás se te hubiese ocurrido, ni a ti ni a tus hermanos, echarle en cara que no estuviese en ciertos momentos. Estaba cuando tenía que estar.
Tu madre os atendía a todos, os aguantaba con ese amor de madre y esa labor, trabajo, de la casa tan poco valorado. También ella sabía de su papel, de su rol en aquel entonces, y conocía que el progreso de la familia dependía de su esfuerzo en el hogar y de los cuartos que tu padre traía.
Te vienen estos pensamientos a cuento de que en estas épocas que vivimos todos exigimos en exceso. Queremos que nuestros maridos, o esposas, o parejas, estén más en casa; trasladamos a los hijos la exigencia a los padres para que estén pendientes de ellos, prestándoles toda la atención del mundo, a veces tanta que los convertimos en tontos.
En cambio, no les hacemos ver, a los hijos, que no es fácil mantener una familia, que no es fácil progresar o acudir a buenos colegios o universidades. Para todo ello solo existe una fórmula, el esfuerzo, el trabajo y la dedicación.
Es verdad, ahora hay horarios. Dependiendo el trabajo. No conozco a ningún autónomo con horarios o vacaciones de semanas.
No has aprendido otra cosa, tal vez sea tu defecto, y por eso cada vez valoras más aquella generación, la de los padres, que levantó esta España y nos ofreció la posibilidad de vivir y estar como estamos los de la nuestra.
 
Lo que fuimos ayer no es lo que somos hoy. Lo que podamos llegar a ser no es lo que somos. Lo que Somos es lo que somos Aquí y Ahora: único tiempo y espacio real.
 
 
M/27.X
 
Necesitamos razones para levantarnos cada mañana. Tiene que haber una poderosa razón más allá del trabajo para hacerte levantar a las seis, incluso sin estar obligado. No necesitas mejorar tu vida, realmente tu propósito es necesitar menos para vivir.
 
En ‘Sobre la felicidad’ el maestro Séneca, nuestro estoico favorito, escribió que “la virtud es algo elevado, excelso, soberano, invencible e infatigable: el placer es bajo, servil, deleznable, caduco”.
 
“¿Qué estáis buscando?”, es la pregunta que les hace Jesús a esos discípulos que le siguen. Realmente esa es la gran pregunta que debemos hacernos: ¿Qué buscamos?
Nuestro sufrimiento surge por el conflicto de deseos. No sabemos lo que queremos o deseamos más de lo que necesitamos.
Son éstos buenos días para meditar.
Hallar nuestro yo verdadero.
Prestar atención a los demás. Verlos como son y no a través de nuestros deseos.
Vivimos envueltos en un exceso de valores materiales, no le damos importancia al valor espiritual. Creamos personas de por sí heridas, aunque todavía no lo vean.
Jesús fue un maestro de la contemplación. Nos decía de alguna manera: entra en tu habitación interior, cierra la puerta y reza a tu Dios, Él está ahí.; abandona tus preocupaciones, no pienses, pon atención plena.
 
Continúas en Madrid a estas horas de la tarde, a la espera. Comías hoy con la hermana. Poco antes te llamaba para decirte que el médico le ha dicho que tienen algo alterada la tensión y preferían no esperar. La ingresan y harán cesárea para evitar cualquier tipo de problema.
Felicidad, emoción. Estás contento, esperando sin moverte, cerca del hospital dónde ingresa hasta que digan cuándo es el momento del nacimiento del nuevo miembro de la familia, el pequeño H.
Estás tranquilo, calmado. No te gustan las algarabías ni el exceso de nervios en momentos así. Bastante tendrán ellos, los futuros padres. Prefieres generar tranquilidad a los que viven el momento. Transmitir esa serenidad que acostumbras.
Pensabas ir a casa y volver. Sabes que no tenía sentido. Te has quedado en el despacho, esperando, en soledad. Los padres están allí, lógicamente. Es su hija más pequeña. Es muy especial para ellos.


 
 
M/28.J
 
Jueves Santo. Festivo.
Llegaste tarde anoche a casa. El pequeño H vio la luz a las 19.15 h., ero hasta cerca de las diez no les subieron a la habitación.
Todo salió bien, tal y como estaba previsto. Tanto el bebé como la madre están guapísimos y en perfecto estado de salud. Un momento indescriptible y muy feliz. Feliz para ellos, feliz para todos. Los abuelos, en especial la abuela, no caben en sí. La hermana es la pequeña de los tres, la última en marchar de la casa y lo hizo con la condición de vivir prácticamente frente a ellos para así poder estar pendiente. Y así es. Es la que está todo el día pendiente de si necesitan cualquier cosa, la que para ellos, también, es su guía.
Por unas cosas u otras de la vida pensaban ya no iban a ser padres, pero ayer, con esos 45 años bien llevados, fue madre. A ellos tres, toda la felicidad y salud del mundo.
Y yo, el hermano mayor, me volví a convertir, de nuevo, en un feliz tío.
A será el primo mayor que, con la diferencia de edad casi podría ser, también, su tío.
 
No se enseña con palabras. La enseñanza no se basa en exigir o criticar. La mejor enseñanza es la del ejemplo, la que se muestra con los actos.
 
Un nacimiento es la máxima representación de la continuidad de la vida. Y la vida, hoy, la Somos.
 
“… yo os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio…” Mateo 12:36
 
Visitáis a ese pequeño ser que ya es parte de todos. Realmente hermoso.
 
Maranatha. Palabra de origen arameo que aparece en la Biblia, Nuevo Testamento, I Corintios 16:22 y significa Cristo Viene.
Se ha utilizado o utiliza como saludo o despedida entre cristianos. Fe en la segunda venida de Cristo.
 
En la calle llueve. Estás solo en casa y cuando lo estás simplemente piensas. Y cuando piensas tienes la jodida costumbre de repasar lo menos bueno o positivo y eso te trastoca.
Caminas entre varios libros, tus filósofos, tus Diarios de unos u otros escritores, tus cristianos y budistas, y alguna de esas enormes novelas que tanto te cuesta cogerle el hilo.
Pensabas en lo que eres y a dónde te diriges. En la edad que tendrás, si la llegas a cumplir, cuando el recién llegado sobrino tenga la que tiene tu hijo ahora. En la que tendrá él, tu hijo, entonces. En qué hará. En la que tendrán sus padres, tu hermana y tu cuñado, que no tienen ahora la que tenías tu cuando nació A. En los años que podrá disfrutar de sus abuelos o sus abuelos de él. No sabes por qué, pero piensas hoy en todas esas cosas, pero las piensas.
 
 
M/29.V
 
Llueve. Día grisáceo, encapotado. Más invierno que primavera. Pero esos días de Semana Santa, festivos, los agradeces. Aprovechas para el descanso, también para la lectura y el estudio.
 
Tuviste anoche uno de esos enfados desproporcionados. Nos enfadamos con las personas que queremos, generando sufrimiento; en cambio con aquellos que competimos, que merecen el enfado, dejamos pasar todo. Son como dos estrategias diferentes, dos modos de verlo y de asumir otra de esas equivocaciones.
Pero hay días en los que te provocan el enfado cuando no habría motivo para ellos. Enfadarse también es un derecho personal, aunque no se deba hacer habitualmente. Es como un modo de protesta.
 
Hay personajes que te apasionan, como referentes -para ti- a seguir y estudiar. Uno de ellos es Cristo, hoy viernes, crucificado. Su sacrificio significó que el Amor venció la tiranía, el miedo y la ansiedad provocada por el autoritarismo.
 
Vas al hospital a ver a la hermana. No has podido ver al pequeño porque parece no acepta bien la leche que le dan. Le están haciendo pruebas. Preocupación. Sale todo bien. Debe ser esa adaptación a la vida. Va a tener que pasar el día en observación.
Allí estaban ellos, los padres de la criatura, mirándose, sin saber mucho qué hacer en esa habitación sin su bebé. Descolocados.
 
Ponerse en el lugar del otro. Un ejercicio que te cuesta mucho llevarlo a la práctica. Cuando alguien nos dice algo y nos molesta o no nos gusta, la clave sería pensar en los problemas que tiene esa persona. Mostrar comprensión, compasión. Por qué dice lo que dice. Todos los seres vivos somos bondadosos, todos tenemos virtudes –unos más que otros- a todos les debemos desear lo mejor. En tu caso no es nada fácil el aplicar esto. De ahí tus enfados. Es algo que deberías hacértelo mirar y practicar más.
 
Amar mucho la vida te hace morir sonriendo por haber hecho lo correcto.
 
Sabes que Kika no está cómoda del todo cuando está contigo. No es su casa, la habitual. Viene forzada, no puede opinar, obligada. Busca a A por todas las habitaciones hasta que llega.
No puedes pasar tiempo sin verla, sin acariciarla, sin tenerla sobre las piernas mientras lees.
Nunca has sabido si hacemos las cosas bien o mal, o si las hacemos por nuestro único interés.
 
Budismo – Estoicismo – Cristianismo
Jesús – Buda – Filósofos Estoicos
Meditación – Liderazgo
 
 
M/30.S
 
Están siendo estos unos días recogidos. El clima ha influido bastante en ello. No te apetece salir y los dedicas a caminar, leer y escribir.
Tomas café donde siempre, con la diferencia de que hoy no hay prensa y eso te confunde. Echas mano de las noticias digitales.
Decides que no irás al hospital. Un día en plan tranquilo, sin mover el coche, te sabe a sábado. Mañana será otro día. Parece que el pequeño H. va aceptando la comida y es posible que hoy vuelva a la habitación con sus padres.
 
Cada sábado buscas el silencio. Es tu día para reencontrarte contigo y depurar tus malas energías de la semana, recomponiéndote por dentro. Paz y Esperanza.
 
A veces la verdad no soporta lo que realmente importa.
 
La fe es solo la certeza de aquello que no podemos ver.
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11-1.2
 
Pensemos, no solo sintamos.
Aprender a manejar nuestras emociones negativas, no permitir que nos controlen. Usar la razón, la conciencia.
Quejarnos nos provoca infelicidad y anima a aquellos que nos rodean a quejarse también.
Si tiene solución ¿de qué te sirve el enfado, la queja o frustración? Si no la tiene ¿para qué?
 
Hablas con tu hermana y te dice que el pequeño vuelve a rechazar la toma tras haberle quitado el suero. Comienzas a preocuparte. Sientes su lógico nerviosismo.
Todas las pruebas que le han hecho han salido correctas. No se tiene muy claro el porqué de este rechazo. Tal vez sea la leche.
 
Los libros, las lecturas, no dejan de ir y venir en estos días que están siendo, en mucho tiempo, tal y como preveías.
La novela ‘Tan poca vida’ de Hanya Yanigihara, que compraste en tu último viaje a Barcelona, voluminosa; la ‘Autobiografía de un Yogui’ de Paramahansa Yogananda, al que has vuelto; los diarios de Miguel Ángel Hernández, ‘Tiempo por venir’; ‘Maestros de Felicidad’ de Rafael Narbona; el ‘Libro de Corintios’ de La biblia; y las ‘Meditaciones’ de Marco Aurelio. Vas y vienes en tiempos, en momentos, pero todos te acompañan en estos días de lectura fructífera.
 
Me doy cuenta que escribo, por momentos, en segunda persona. No me disgusta. Me veo influenciado por Miguel Ángel Hernández, así escribe sus diarios, como alejándose de ese protagonista que es él mismo. Ese protagonista que soy, en estos cuadernos.
 
“No hables nunca bien de ti, no te creerán; ni mal, porque te creerán enseguida”. Séneca
 
La hermana te envía una foto del pequeño H vestido con un  trajecito azul y el mensaje de que salen del hospital camino de su casa. Te inunda la emoción porque habías comenzado a preocuparte. La naturaleza es así y esos cuerpos que acaban de habitar este poético, o patético, mundo deben tener su periodo de adaptación.
Decides no llamarles. No sabes muy bien cómo actuar, pero optas por hacer lo que crees debes hacer, en este caso no molestarles. Dejar que los tres vayan a su casa y también comiencen a adaptarse a esta nueva vida.
Esa virtud tuya de no resultar cansino.
 
 
M/31.D
 
No ha dejado de llover en toda la noche. Mañana viajas a La Palma, en Canarias, y el clima es algo confuso.
 
Viste anoche una película ‘El maestro que prometió el mar’, basada en la historia real del profesor Antoni Benaiges, magníficamente interpretada por Enric Auquer, y te fuiste a dormir emocionado. Nada como unas lágrimas de sábado tras una buena sesión de cine en casa.
Piensas en cómo se viviría todo aquello en los pueblos, en el tuyo. Unos republicanos, otros que dan un golpe de Estado y hacen estallar una guerra civil en las calles de toda España. Unos vecinos señalando a otros.
Todos hicieron de lo suyo, los de un lado y los de otro, pero aquellos que perdieron la guerra se convirtieron en repudiados, señalados por sus propios vecinos como lo fueron los judíos.
¿Y la iglesia? Otra vez la iglesia olvidando la esencia predicada por Jesús. Otra vez de un lado, señalando también. Otra vez los curas, acomodados y escondidos en sus sotanas.
Nadie gana una guerra, y mucho menos si se trata de una guerra civil, pero desde luego el que pierde siempre pierde mucho más.
De esta historia nuestra debería haber aprendido. Aprender a que las ideas no nos separen.
La historia hay que aprenderla y estudiarla tal como fue: con lo más y con lo menos, con las oscuridades y grandezas.
 
Nuestra actitud ante la vida determina cómo afrontamos esas dificultades que nos vienen y, también, cómo disfrutamos de las cosas más sencillas de la vida. Nuestra buena actitud ve oportunidades y nunca peligros.
 
Todo el tiempo que hasta hoy hemos vivido es una parte de nosotros que sin pretenderlo ya ha muerto. Pero seguimos vivos, por suerte. Mañana habrá muerto nuestro hoy.
 
Dejas sonar ‘Morning walk’ de Fabrizio Paterlini. Escuchas el disco entero en la cocina, con Kika sobre las piernas, enroscada sobre sí misma como una salchicha, en el patio interior, a tu espalda, la lluvia tintinea sobre los tejadillos de los vecinos. Te gusta este rincón. Esta mesa amplia que compraste para esas comidas con más personas pero que habitualmente solo utilizas como mucho con otro.
No te puedes quejar de nada. Tan solo lo haces, en todo caso, de la vida urbana porque sabes del caos que supone y no te hace bien.
Buscas esa espiritualidad de las cosas sencillas. Para bien o para mal ya viviste los barullos, los desmadres y esa vida alocada que casi te hace partir en dos.
La comunión con la tierra, la vida tranquila, de campo.
 
Nuestros mejores días están por venir y eso nos pertenece solo a nosotros. Podemos darle la forma que queramos.
Solo con un plan los sueños se hacen realidad.
 
“Defina el éxito en sus propias reglas y construya una vida de la que esté orgulloso de vivir”. Anne Sweeney
 
Cada vez tienes más claro que el silencio se convierte en un poder especial en las personas que lo practican. Es un aliado de la salud. Pausemos nuestros cerebros.
Todo es ruido, jamás había habido una época tan ruidosa en la humanidad. Ahora llevamos el ruido en el bolsillo, más allá del que nos rodea.
 
Se marchan. Es domingo. Ha sido un fin de semana largo. Te quedas como siempre, como cada domingo, con esa especie de vacío que eres incapaz de llenar con nada. Y ya deseas que llegue la hora de dormir y comenzar otra semana.
 
Justo ahora, mientras veías una película y tomabas un bourbon, te preguntabas que para qué escribes todo esto. No dejas de hacerte esta pregunta. O para qué lees tanto. O por qué acumulas todos esos libros que ya ocupan prácticamente todos los rincones de las casas.
Nada tendrá valor. Solo lo tiene para ti, ahora.
Mirabas el cuaderno, este cuaderno, en la mesa, sobre el volumen de los ‘Cuadernos’ de Cioran. Éste a su vez reposa, descansa, sobre el último poemario de Carlos Marzal, ‘Euforia’. No sé, tal vez se comuniquen entre ellos y sus palabras embelesen las mías de esa sabia literatura.
Mañana viajas a La Palma. No has estado en esta isla. Es un viaje relámpago.
Antes de dormir hablas por mensaje con la hermana. El pequeño ha pasado el día bien: duerme y come. Ella está cansada, como descolocada; el cuñado también bien. Lo harán genial porque son geniales los dos.

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