Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 28

 
M/11.L
 
Paro en la estación de Atocha, como cada mañana, en completo silencio, el mío. Prácticamente la hora de todos los días, las 7.35 h., minuto arriba minuto abajo. Hace 20 años, tal día como hoy, a las 7.37 h. explosionaba la primera de las diez bombas que lo hicieron en esa fatídica fecha. El peor resultado terrorista de Europa en el siglo XX acabó con la vida de 193 personas y dejó 1856 heridos.
Ese día, de hace ya 20 años, estaba en Getafe y llevaba a mi hijo a su Escuela Infantil. Era Portavoz del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Getafe. Comenzaron a dar las primeras noticias. No dábamos crédito a lo que se escuchaba. Ni siquiera los periodistas eran capaces de transmitir la realidad de lo que estaba ocurriendo.
Hoy, el silencio de Atocha no es como el de todos los días. Todos, creo yo, tenemos en la memoria esta fatídica fecha.
Según llegábamos a la estación, el pasajero de al lado mío, se ha puesto a hablar por teléfono con el altavoz del móvil. Hablaba en árabe. Se le escuchaba tanto a él como a la persona con la que hablaba. El tono alto. Podría ser marroquí. Imagen de trabajador. El caso es que posiblemente él no ha caído en la cuenta de la fecha. Todos le mirábamos con cierto resquemor.
De alguna manera este atentado cambió la historia de España.
 
Pocas veces me ocurre que después de escribir mi primer pensamiento del día -que publico en mis redes sociales a modo de buenos días-, lo releo, borro y escribo otro. Lo he hecho porque tal vez fuese tan dirigido hacia alguien, que se pudiese entender el porqué y el por quién.
Pero mi cuaderno es mi cuaderno, con lo que por aquí queda.
Escuchar a alguien, que no ha hecho nada en la vida para tener la situación que tiene, dirigirse sin respeto a otra persona que se gana su vida día a día, con esfuerzo y sacrificio para obtener un sueldo, no muy alto, que le permita medio vivir dignamente, me produce, cuando menos, estupor. Y me obligo, me tengo que obligar yo mismo, a sellarme la boca con grapas. Eso es saber que soy mejor de lo que creo que soy o, al menos, lo intento cada día.
Y dejé escrito este segundo: uno tiene malas costumbres al hablar, o malos hábitos, de los que no es consciente pero luego, al reflexionar, entiende que ha podido equivocarse. El hecho de hacerlo me hace reconocer que con los años, voy siendo algo mejor.
Diferentes, simplemente la sabiduría es que en boca cerrada no entran moscas.
 
“Todos tenemos dos vidas. La segunda empieza cuando nos damos cuenta de que tenemos solo una”. Confucio
 
He terminado la lectura de ‘Castillos de fuego’. Última novela de Ignacio Martínez de Pisón. 700 maravillosas páginas en las que se narra parte de esa historia nuestra, la de la postguerra española, 1939-45.
Leer varios libros a la vez me provoca una lectura lenta. En este caso lo he disfrutado al máximo. Hacía tanto que no leía algo tan bueno, tan bien construido y tan real que me ha transportado a aquella época, vivida por los nuestros, con una emoción y ansia por conocer que no quería llegase a ese final tan vital.
‘Castillos de fuego’ pasa a engrosar esa pequeña lista mía de los mejores libros que he leído en mi vida. Creo que a partir de ahora va a ser difícil de superar.
 
El liderazgo es servicio. El líder no está para ser servido sino para servir.
El espíritu de servicio es dar la vida por los demás.
El líder es responsable de sí mismo. Eres responsable de tu crecimiento. De tu madurez, de tu mente.
Ser líder es querer estar en un aprendizaje continuo.
 
 
M/12.M
 
He dejado de querer impresionar a nadie. He buscado impresionarme a mí mismo y para ello he optado por vivir cada momento como me plazca, porque eso me hace feliz.
 
Llego a la conclusión de que cada vez somos más tontos, en general. No es porque seamos menos inteligentes, es porque nos estamos haciendo más pasivos debido a esa dependencia de las pantallas de los móviles y esa educación cada vez menos humanista y más precaria. No hay más que subir a un vagón de metro o de tren a cualquier hora. La gente no mira alrededor, ni van mirando por la ventana; no leen un libro o escuchan buena música. Todos van mimetizados con esas pantallas, pasando con los dedos de una a otra red social mientras la intensidad de la luz del aparato se va apoderando de los cada vez más minúsculos cerebros.
 
Nos decía Albert Camus que la única pregunta relevante es si la vida tiene sentido y la respuesta no podemos hallarla en una ecuación matemática, pero sí en los libros.
 
Pensaba ahora, en este receso de la mañana, que la felicidad no está tanto en la llegada sino en el camino que recorremos, en lo que vivimos día a día.
La vida no son solo las victorias sino también las derrotas. Y en esos momentos complicados, difíciles, siempre he encontrado que había algo ahí.
De vez en cuando echo la vista atrás y me doy cuenta de la cantidad de problemas en los que me he metido, voluntariamente, sin que nadie me llamase o invitara a ello.
Vivimos cansados porque creemos que debemos estar en permanente tensión, ocupados, y preocupados por si no alcanzamos esa meta u objetivo que nos pusimos.
La felicidad no es correr constantemente de un lado a otro.
Ahora me doy cuenta de que la clave está en disfrutar del camino.
 
 
M/13.X
 
Llegué anoche a casa realmente enojado y con una especie de calentamiento, enfado, que me provoqué yo mismo dándole vueltas y vueltas a ese comportamiento ruin de alguna persona con las que trato. Esa especie de tira y afloja. En cuanto bajo la guardia se rompe esa especie de tregua.
Redacte un correo que finalmente no envié, acertadamente. Me insté a la calma. Quedó en la bandeja de borradores.
Esta mañana, más relajado, me he dado cuenta de que es lo mejor que pude hacer. No debo mostrar mi enojo, ni siquiera trasladar que este tipo de cosas me molestan. Es posible que a este tipo de personas esto les ‘ponga cachondones’ y les haga sentir triunfadores.
Lo que sí debo hacer es actuar calladamente y dejarme de buenas palabras y cariñitos falsos.
 
“Cuántos han robado parte de tu vida cuando no eras consciente de lo que perdías.
Cuánto has desperdiciado en preocupaciones vanas, deseos avariciosos y diversiones banales…
Y qué poco de tu tiempo quedó para ti…” Séneca
 
No te distraigas. Asegúrate de terminar aquello que tienes entre las manos. Pasas más tiempo quejándote de lo que tienes que desarrollando lo que tienes entre manos.
 
Si leemos la Biblia u otros textos espirituales, como el Dhammapada, nos desafían a no vivir por la vista sino por la fe. ¿Quién determina lo que ves? Si te dejas llevar por tus pensamientos lo determinan tu situación actual, tu frustración, las opiniones de los demás, tu pasado.
Según vemos así creemos. Según creemos, caminamos. Según caminamos entraremos o no por determinadas puertas.


 
 
M/8.J
 
Ha amanecido en Barcelona. Tomo café en un bar de turistas que he encontrado abierto, frente a la Plaza de Cataluña. No es fácil encontrar algo abierto a estas horas por aquí. Son las siete de la mañana.
Llegué anoche, cerca de las nueve. Dejé las cosas y salí a dar un paseo. Un picoteo más o menos ligero en Onofre, ese lugar auténtico cercano a la Catedral y a dormir.
 
La vida tiene etapas diferentes, y cada etapa requiere una adaptación diferente. No podemos vivir con 50 como si tuviéramos 20. Debemos ser conscientes y adaptarnos. Vivamos el presente con nuestra mejor actitud y disfrutemos de cada día con consciencia.
 
Por muy grande que te creas, si no eres humilde, tu fragilidad es máxima. La grandeza que se cimienta en la humildad será duradera y te elevará al infinito del Ser. El Ser es tu máxima relevancia.
 
“Cuando te sientas tentado a enojarte, recuerda que tu tiempo en esta tierra es limitado y no vale la pena desperdiciarlo de esta manera”. Marco Aurelio
 
Me abruma el bullicio de la Rambla en este segundo café que tomo esta mañana, tan diferente al primero cuando difícilmente se veían personas por la calle, más allá de esos noctámbulos que curvean las aceras antes de ir a casa a dormir.
No estoy cómodo, me pierde el ruido, me distrae, me desconcentra, me lastima.
 
 
M/15.V
 
Tomo un café malo, amargo. Lo peor que llevo en un mal despertar es tomar un mal café. Me deja el día con ese sabor desagradable: amargura.
El día de ayer, tras las reuniones de trabajo de la mañana, fue muy como soy yo. Comí con el amigo J, al que siempre veo cuando vengo por aquí, del PP de siempre, y cené con OB, conocido con el que tengo relación en los últimos tiempos, del PSC. Dispares en ideas, pero buena gente. Me gustan las personas. Valoro las personas.
Coincidió ayer la aprobación de la Ley de Amnistía en el Congreso y la convocatoria de elecciones en Cataluña. Con lo cual lo mejor, como principio fundamental para evitar problemas, es evitar dar opiniones que no sabes a dónde van.
 
Los años me van haciendo menos idealista y más realista. El idealismo me ha hecho sufrir bastante. Me ha hecho perder mucho, incluso en lo personal. Me ha hecho vivir momentos de utopías, de euforias en los inicios de mi efervescencia juvenil revolucionaria. Pero los finales han sido duros. Despiertas a una realidad que no querías o no la pensabas.
 
 
M/16.S
 
El sábado amaneció con una niebla densa. Llegué anoche tarde de Barcelona, cansado, sin más ganas que las de acostarme.
Comienza la época de viajes, de un lado a otro de la geografía que aunque tiene su encanto, también cansa. Los años se notan.
Llevo tiempo sin bajar a Minaya, entre unas cosas y otras pasan las semanas y siento mucho más esa melancolía y nostalgia que se apodera, sobre todo cuando, como esta mañana, veo esos campos, los de aquí, de un verde extraordinario.
 
Leo y estudio sobre los beneficios de la calma, la meditación, la contemplación, la oración. Todo ello, en definidas cuentas, es solitud, es lentitud. Una mente en calma, como ahora mismo, es un regalo que te permite pensar e incluso tomar decisiones no guiadas por el impulso, la prisa. Esta semana estuve a punto de cometer uno de esos errores de los que me dejaba llevar tiempos atrás. Y sí, puedo decir que la práctica estoica, la filosofía, la oración, me hace pensar mucho más las cosas y no tener que arrepentirme después por mis impulsos. No es difícil, es práctica.
 
Qué difícil se hace escribir cuando no tienes nada que decir. Pero qué complicado es cuando tienes todo por decir.
 
Nietzsche consideraba al ‘caminante’ como un nuevo tipo de hombre. En un aforismo que titula ’El caminante’, Nietzsche escribe:
"Quien solo en alguna medida ha alcanzado la libertad de la razón no puede sentirse sobre la tierra más que como caminante, aunque no como viajero hacia una meta final; pues no la hay. Pero sin duda quiere observar y tener los ojos abiertos para todo lo que propiamente hablando ocurre en el mundo; por eso no puede prender su corazón demasiado firmemente de nada singular; en él mismo ha de haber algo de vagabundo que halle su placer en el cambio y la transitoriedad".
"Quien solo en alguna medida ha alcanzado la libertad de la razón no puede sentirse sobre la tierra más que como caminante, aunque no como viajero hacia una meta final; pues no la hay. Pero sin duda quiere observar y tener los ojos abiertos para todo lo que propiamente hablando ocurre en el mundo; por eso no puede prender su corazón demasiado firmemente de nada singular; en él mismo ha de haber algo de vagabundo que halle su placer en el cambio y la transitoriedad".
 
No me he resistido hoy a dejarme llevar por el silencio y la calma; a recogerme dentro de mí y huir del bullicio de lo externo.
 
 
M/17.D
 
Decía, o más bien escribía, la escritora Anaïs Nin que “escribimos para saborear la vida dos veces, en el momento y en retrospectiva”. Anaïs escribió buenos diarios, como otras muchas escritoras y escritores. Para los que amamos la literatura, tener el privilegio de saborear (mientras leemos) los momentos privados de estos grandes intelectuales a los que admiramos, supone un gran placer.
En innumerables ocasiones me pregunto por qué escribo. Por qué abro una y otra vez estos cuadernos, unos días más otros menos, y me pongo a rellenar estas líneas acumulando páginas sin más propósito que el de desahogar la mente y vaciarme de pensamientos. Eso ya es un buen motivo para hacerlo, descargarme, limpiarme. Otro motivo que me lleva a hacerlo es el de no olvidar, guardar el recuerdo. Y otro último, más personal, es que si el día que no esté alguien los encuentra y lee, que esas personas que quise sepan que los quise, que aquellos a los que hice sufrir sepan que sufrí también por ello y que jamás me desprendí de la culpa cuando la tuve.
 
Unos huyen de ella, otros la buscamos: soledad. Ese momento para examinar nuestros pensamientos y emociones, también para fortalecer nuestra autodisciplina y voluntad. Solo a través de la soledad encontramos claridad mental, paciencia y resistencia para enfrentarnos a los desafíos del camino.
 
Ética e integridad cuando se tienen responsabilidades de poder son fundamentales para generar confianza y bienestar en una sociedad.
Si ejercemos ese poder para utilizar la institución de la que somos responsables en nuestro beneficio, si nos servimos de ella, estamos comprometiendo el futuro de la organización y sus miembros y generando, a su ve
z, una desconfianza difícilmente recuperable.
 
En esta mañana lenta dejo sonar ‘Icarus’ de Tony Ann. Disfruto, me entrego, al sonido del piano en mañanas así.
 
Cualquier acción debe ir acompañada de emoción positiva y un interés por construir para el bien general. Para ello la emoción debe ser trasladada a la comunidad para que el resto, contagiados, la trasladen a la sociedad.
 
No permitas que ninguna situación ni pensamiento robe tu paz y mucho menos en domingo
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