Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 26

 
F/26.L
 
Son cerca de las ocho de la mañana. Ya hay luz. Noto que vamos camino de esa primavera tan deseada. El invierno me derrumba, en la primavera renazco.
Desperté entre preocupado y enfadado. Más allá de mis momentos febriles de fin de semana, he dedicado demasiado tiempo a pensamientos ajenos a lo personal y que más tienen que ver con esas circunstancias que se producen en el ámbito laboral. Demasiado tiempo, demasiadas vueltas desde la impotencia, frente a comportamientos que sabes no son los adecuados.
Necesito la calma para pensar.
Actualmente el silencio es mi mejor arma. La batalla callada, fría. En guardia y tomando nota.
 
El error no es un fracaso; el error es fustigarse por haber cometido el error.
 
El líder comparte, no es individualista.
Quién solo habla de sí mismo, ignorando al grupo que representa,  no es un líder, dícese de un interesado de sí y para sí.
No te comportes como no quieres que se comporten contigo.
 
Te comportas según lo que percibes. Respondes a tu percepción.
Tu comportamiento no será el adecuado si tu percepción no lo es.
 
“Que nadie te oiga quejarte, ni te oigas quejarte tú mismo.” Marco Aurelio
 
Parece que uno se pone a trabajar y se le pasan todos los males, incluidos los malos pensamientos que es el peor mal que nos acecha siempre a los pensantes. En mi caso me persigue. Reconozco que de lunes a viernes me puede la motivación y bajo la guardia en temas que podrían ser de vital importancia para mí.
En tiempos, diría que desde pequeño, he sido un ‘protestón’. Mi madre siempre me decía, incluso ahora, que protesto por todo. Más tarde me tildaban de ‘mosca cojonera’. Solía opinar en todo aquello que no veía  acorde con lo que pensaba. Algún amigo, con cariño, dice que soy un ‘toca pelotas’. De mis padres me llevé algún merecido pescozón, más adelante lo que me llevé fue más de un disgusto, alguno de consecuencias desagradables, simplemente por ‘protestar, por alzar la voz frente al poder establecido.
Ahora no he cambiado mucho, sigo siendo aquél, pero callo más.
Protestante, según la RAE, es el que protesta.
Ser protestante, realmente, es denunciar la hipocresía, como hizo, por ejemplo, Cristo, uno de mis mayores y mejores referentes.
Cristo se reveló contra la herejía, como más tarde hizo Martín Lutero y de ahí, dentro del cristianismo, los protestantes: aquellos que no creemos en una iglesia señorial, aparente, institucional, de santos, de exhibiciones de poder, de elegidos a dedo. La Biblia y Cristo, nada más. Todos iguales.
Así que sí, soy un vulgar protestón, o protestante; y además masón.
 
 
F/27.M
 
Una de cada cinco familias españolas no puede permitirse mantener su vivienda a una temperatura adecuada. Leo.
Los que podemos permitírnoslo, muchos, hacemos cuentas y horarios para no excedernos porque a la mínima el recibo de la luz y el gas te desestabiliza el mes.
Conozco a más personas de las que están rozando el límite de la pobreza que de los que van sobrados. Algunos de los primeros, en ocasiones pienso cómo lo hacen porque ni yo mismo entiendo, con lo que ingresan, como son capaces de vivir.
El problema es que no nos enfrentamos a una situación momentánea, que cambiará. No. Esto no es momentáneo. Todo puede tender a peor con lo que los pobres siempre seremos más.
Esperanza. Esperanza e ilusionarse por pequeñas cosas que mantenga, o nos mantenga, esa vida que todos merecemos vivir.
Y mientras tanto, algunos de lo que todavía podemos poner la calefacción y tomar unos botellines de vez en cuando, valorar más lo que tenemos y quejarnos menos.
 
Gratitud. Dar las gracias cada día es la afirmación más poderosa al Eterno.
No pedir, no exigir, no suplicar. Agradecer.
 
Relajarte en tu camino puede suponerte perder; los hay que están pendientes de tu ritmo, de tu paso, al acecho, y a la mínima aprovechan para ganarte el terreno. Son los más peligrosos, no los ves venir.
 
 
F/28.X
 
Pienso que me complico la vida en exceso, que le doy demasiadas vueltas a todo y que a veces soy yo mismo el que me meto en callejones que no tienen salida.
 
Lealtad. ¿Qué palabra, verdad? La lealtad es algo que solo se demuestra en los momentos difíciles, con compromiso. La lealtad es defender lo injustificable, ideas o personas. La lealtad es valentía, coherencia y la no cobardía. Lo fácil siempre es esconderse.
 
A todos nos gusta estar rodeados de personas que nos aporten, que sean activas, que se centren en el lado positivo de las cosas.
 
Anoche, según volvía a casa, iba escuchando uno de esos podcast de programas de motivación o espiritualidad que me gustan y me generan calma. En este caso era de Juan Mejías, de la Iglesia Hillsong España (cristiana no católica). Mientras atendía a la explicación de no recuerdo qué versículo bíblico, recibí el mensaje de A dándome una noticia importante para mí y que esperaba conocer. A Kika, nuestra teckel, le estaban analizando un tumorcillo que le habían quitado en el ojo. Era como una berruguilla negra. Parece que se lo han cogido a tiempo. No iba a más. Y el análisis no ha sido negativo. No busco señales y tal vez por eso me llegan. Solo puedo dar gracias por tan feliz noticia. No sé qué pensar con todo, en ocasiones tampoco sé qué creer.
Cada día tengo más que agradecer.
 
Amor y Temor.
Los actos humanos, todos, se motivan fundamentalmente por dos emociones: amor y temor.
 
“Encuentra tu fortaleza en una mente tranquila” Marco Aurelio


 
 
F/29.J
 
Me entretuve anoche tanto que hoy me ha costado levantar. No solo me ha costado, sino que en una decisión sensata, con una pizca de comodidad, he decidido quedarme en casa trabajando y así poder aprovechar y dedicarme un poco a mí.
Hace un sol maravilloso. El cielo está completamente azul. He dado mi primer paseo y es posible que luego, al medio día, me de otro mientras leo.
Bajaré al centro a tomar el vermú y comer con los amigos.
Así debería ser ya, para mí, la vida. Ayer lo hablaba con los amigos P y M. No tenemos edades para estupideces ni experimentos. Lo sensato es ordenar lo que hay, resolver los cabos que queden sueltos y dejarnos ir con la máxima tranquilidad y paz.
 
Termina el mes. Para mí, también, termina una de las épocas del año que peor llevo: el invierno, el frío, la oscuridad.
Marzo comienza a florecer, se respira primavera que no es otra cosa que vida. Es el mes de la reconexión interna. Nosotros también florecemos.
 
Ese ruido externo no depende de nosotros; la auténtica calma es el silencio interno.
Decía Séneca “¿De qué sirve el silencio en toda la región si las pasiones rugen por dentro?”
¿De qué nos serviría estar en completo silencio si donde más ruido hay es nuestra mente?
No busquemos la calma externa, jamás la encontraremos. Fortalezcamos nuestra calma interna para que así nada pueda perturbarnos por muy ruidoso que sea.
 
 
M/1.V
 
Fue ayer uno de esos días luminosos. Lo pasé realmente genial. Compartí un buen cocido con los amigos, me excedí –como no puede ser de otra manera en este tipo de reuniones-, pero quedó en uno de esos momentos en los que reírse de todo.
 
Me está pasando más habitualmente de lo que es normal. Cuento algo a alguien y me dice que ya se lo conté ayer. Yo no recuerdo habérselo contado. Estoy preocupado. No sé si es debido a la edad, el exceso de botellines o son los primeros indicios de otra cosa.
Debo hacérmelo ver, estar atento, comprobar, hacerme un seguimiento a mí mismo, de mi memoria.
 
“El amor hacia los demás es la virtud más noble del alma humana. El que es capaz de amar a los que le rodean no solo se hace querido por ellos, sino que también se hace grande a sí mismo”. Séneca
 
Solo puedo controlar donde pongo mi atención y donde me esfuerzo para conseguir algo. No hay que despistarse.
 
Hoy he almorzado con parte de mi equipo de concejales de esa época en la que fui Portavoz del Grupo en Getafe. Por unas cosas u otras no lo hacíamos desde hace años. También estaba el policía que fue mi escolta en aquella época. Una comida de amigos, de compañeros, de gratitud siempre. Un momento para recordar tiempos, batallas, alegrías, fracasos. Un momento para vivir y revivir.
Volviendo a casa pensaba que por todos los lugares por los que he pasado, con mayor o menor acierto, con más o menos tiempo de dedicación, he dejado grandes equipos pero, fundamentalmente, grandes amigos que son.
Me he equivocado con algunas personas, como de seguro esos pensarán haberse equivocado conmigo. Yo me llevo lo mejor, el reconocimiento de la amistad.
Y sí, algo de orgullo siento por ello.
 
 
M/2.S
 
Ha amanecido un día de esos raros: grises, fríos, ventosos y con posibilidad de lluvia. Uno de esos días adecuados para no moverte de casa, tener a Kika cerca, junto a un buen libro, y dejarte llevar por pensamientos de poder.
Todos los días son un milagro porque todos los días podemos dejar de Ser.
Esta mañana despertaba junto a Kika, ese teckel miniatura que engrandece por el corazón y el cariño que aporta. Como todas las mascotas, se convierten en uno más de la casa, y su falta, cuando no están, provocan tanto o más vacío que el que deja una persona.
Sufrí mucho con la pérdida de Mozart. Sé que sufriré, seguro que más, la de Kika. Mozart era más independiente; Kika no puede estar sola y siempre encima, hecha un ovillo y dejándose acariciar. Siempre creando espacios de paz.
Todos hemos sentido ese incendio, esa tragedia del edificio que ardió en Valencia y que se ha llevado a 10 personas.
Parece que más de un centenar de mascotas fallecieron en el incendio. Estaban solas en sus casas, esperando, como cada día, a sus dueños. Ese día lo que llegó fue el fuego.
Mirando a Kika trato de ponerme en la piel de esas personas que se salvaron pero que desde la calle sabían que uno de sus seres queridos, su mascota, no podía escapar de esas crueles llamas. Se me ponen los pelos de punta.
Abrazo a Kika y en un susurro le digo que nos deje cuidarla por mucho tiempo porque todo ese tiempo servirá para no olvidar los estados de calma y paz que aporta.
 
“Hermanos, no seáis niños en la manera de pensar; más bien, sed niños pequeños en la malicia, pero en la manera de pensar sed maduros”. 1 Corintios 14:20
Tener el corazón de un niño pequeño.
Acercarte sin ningún mérito, recibir sin interés.
Depender de la confianza en Él.
Quiénes somos y quiénes queremos ser. Me gustaría ser ese niño que ve la vida únicamente con su corazón.
 
Todo esto es como un combate de boxeo entre ese yo que no cree y esa otra parte de mí, que brilla, que alberga una especie de luz en mi interior.
Esa luz es la que pretende dar sentido a mi existencia, esa luz que calma los dolores de mi mente y aplaca las emociones cuando se ponen tontas.
 
 
M/3.D
 
He despertado con una maravillosa estampa de los campos de Minaya nevados. No porque estuviera allí, porque tristemente no es así, sino porque me la hacía llegar uno de los amigos que ha salido temprano al campo.
 
He llegado a la conclusión de que cuando tengo un fin de semana vago, lo mejor es aprovecharlo y dejarlo ir. No es habitual. No me pasa muy a menudo. Pocas ganas de leer, pocas de escribir y menos de estudiar.
Tirado en el sillón, acompañado de hijo y Kika, paso la tarde viendo películas de esas de una absurdez extrema, pero que evitan que la mente piense y se enrede en lo que no debe.
Ese fue el día de ayer, y lo disfruté bastante.
 
La única libertad es la Verdad. Sin Verdad difícilmente seremos libres.
El mero hecho de la existencia es confiar en esa verdad que inaugura nuestra libertad. Lo que nos impide ser libres es el miedo a perder. Sin darnos cuenta vivimos aferrados a todo.
Desprendernos de lo que nos sobra, de nuestros complejos, de esas creencias que nos limitan, de relaciones que nos intoxican, de todo aquello que nos atrapa sin sentido.
No es fácil ser libres.
 
Los imposibles suelen ser los posibles.
 
Es verdad que en las últimas semanas escribo reflexiones algo más complicadas. Diría son más internas, espirituales. Entre los textos filosóficos vuelvo con algunos más religiosos: budistas, cristianos. Budismo y Cristianismo, junto a mis filósofos, siempre cerca, lo que me hace crecer y me genera esa calma y paz tan necesitadas.
De verdad que en ocasiones me extraño de mí mismo, cómo no resultaré extraño para los demás.
Con los años te das cuenta de lo que te has despegado de lo verdaderamente importante y lo importante es eso a lo que te agarras cuando las cosas no van bien a ti o a alguien de los tuyos.
Recuerdo una de esas crisis que tuve, una crisis como habrán tenido infinidad de personas y que tiene que ver con lo laboral. De la noche a la mañana parecía que todo había acabado, que lo había perdido todo y realmente lo único que había perdido era el trabajo.
Prácticamente todos los días subía al Cerro de los Ángeles. Allí, solo, en silencio, leía la Biblia y rezaba, oraba. Lo hacía a mi manera, pero lo hacía. Rogaba porque me devolviese la oportunidad de trabajar, de que no faltase nada a mi familia. En mi caso puedo decir que tenía una situación privilegiada, ordenada. Allí, frente a ese Cristo que parecía me escuchaba, en esa explanada, en lo alto del Cerro, oraba cada día mientras caminaba o me quedaba en pie mirando al cielo.
Tardo en solucionarse, pero se solucionó. Se hizo larga la espera, pero llegó.
Y luego volvemos a las rutinas, a los líos, a hacer todo aquello que habíamos perjurado no volver a hacer. Volvemos a alejarnos y olvidarnos de que en aquellos momentos Algo nos sujetaba y mantenía en pie: con fe y esperanza.
Y cierras aquella Biblia subrayada y no la vuelves a abrir.
Ahora tengo necesidad de hacerlo, de volver. No tengo grandes problemas, por ello debo dar Gracias. Pero también me apetece orar por todas esas personas que quiero, porque quiero que ellos también sientan esa gratitud y que superen cada uno de los problemas que pudieran tener en sus vidas en este momento.
 
Y suena ‘Resilencia’ de Benito Kamelas, un tema que me pone a cien, en pie. Y a seguir.
 

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