E/29.L
Escuchar
no es lo mismo que entender o comprender a quien te habla. Puedes
estar toda la mañana, o en una mínima conversación, escuchando a alguien y no
haber entendido, comprendido o sentido lo que te está diciendo aunque lo que te
diga te esté importando y prestes atención.
Eso me ocurrió anoche
cuando alguien, que además me importa, me expresaba con cierta emoción la
experiencia que había tenido en su tarde. Una experiencia feliz, alegre, en una
vida en la que los obstáculos son muy habituales. Podía haberme alegrado, podía
haber compartido su emoción, pero claro, siempre tiene que salir la nota
responsable, que la pongo yo, esa que me hace vivir en una especie de absurda seriedad
innecesaria, y en vez de ‘abrazar’ recriminé que un domingo por la tarde se
dedicase tiempo a algo diferente que preparar la semana, que es lo que hago yo
un domingo. Aburrido. Eso es lo que
soy. Aburrido. Esta forma de ser mía, responsable, organizada y programada es,
simplemente, aburrida.
Y he despertado
pensando en esta conversación pero, sobre todo, en que cada uno tiene derecho a hacer lo que le plazca, aunque se equivoque.
Pero sobre todo tiene derecho a dedicar
su tiempo a lo que le de la real gana, que para eso es suyo, incluso a
perderlo, si así es feliz.
Esa puta manía mía
(qué mal hablo últimamente) de querer que los demás se comporten como yo lo
hago, como si fuera lo mejor para ellos. Seguro que ni siquiera lo es para mí.
No
hay líder sin un equipo, tampoco hay equipo sin líder. He comprobado que los
equipos sin dirección no funcionan, pero ser director es algo que únicamente te
otorga el equipo.
Por mucho que
queramos edificar externamente, si no construimos nuestro interior día a día,
sólidamente, lo de fuera quedará, tarde o temprano, desolado.
Buscamos. La búsqueda
está en nuestro interior, es innato a nosotros, a los seres humanos. Anhelamos.
Somos seres abiertos. Necesitamos escuchar, encontrar esas palabras que nos
llenen.
“Habla
como si todo el mundo estuviera escuchando. Actúa, como si todo el mundo
estuviera mirando.” Séneca
Es cierto que no son
las acciones del resto lo que nos altera, ya que esas acciones quedan realmente
en el otro. Lo que nos incomoda, en
realidad, es nuestra propia acción al enjuiciarla. No juzgues, destierra de ti
ese juicio y se marchará esa cólera o enfado.
El escritor italiano Cesare Pavese, comentaba, que no se
recuerdan los días, se recuerdan los instantes. No puedo estar más de
acuerdo.
No
nos damos cuenta de lo deprisa que vivimos hasta que no intentamos eso, tratar
de recordar los momentos. Cada vez cuesta más. Todo va deprisa, buscamos la
inmediatez, poco tiempo tenemos para el reposo.
Tras un fin de semana
entre libros, escribiendo lentamente, pensando, cocinando, te das cuenta que es
cuando vives lento, sin prisas, reposado, cuando realmente vives y recuerdas
que has vivido.
E/30.M
“Examínate,
analiza todos tus rincones y estúdiate. Observa cada día si progresas tanto en
la teoría como en la práctica… Pues la sabiduría no reside en las palabras,
sino en los hechos.” Séneca
Liderarse
es gobernarse, autogobernarse. La perfección en el autogobierno
está en hacer lo que se debe, no lo que nos apetece.
He vuelto a madrugar
bastante. No me apetecía, pero sí debía.
Cada vez hablo menos,
porque no debo hacerlo, aunque a veces me apetece decir eso que sé no debo.
No ayudo siempre,
pero sí cuando debo. Estoy siempre que
debo, no cuando me apetece.
Encuentro bastantes
similitudes entre el budismo y el
cristianismo puro o esencial, ese que practicó, por ejemplo, San Francisco
de Asís, eliminando esa creencia divina que no aparece en el budismo, pero
ambas están basadas en servir a los
demás, en practicar la humildad y no hacer daño a nadie, tampoco a la
naturaleza y los animales. Y esto forma parte de mis creencias.
Lo tengo claro,
cuando me siento un rato y no pienso, luego se me acumulan los pensamientos y
me es más difícil ordenarlos. Así que sigo pensando que el no dejar de pensar,
aunque a veces me complique, es un orden en la vida.
Nada existe como ‘ir
por detrás en la vida’, porque ninguna vida es igual a otra.
Mira
hacia delante y hacia dentro, ese es tu verdadero progreso, no necesitas más.
Tiendo a irme mal de
ánimo a casa cuando discuto con algún amigo o gente a la que quiero. No merece
la pena, no me merece la pena.
Época de cierres de
cuentas del año, que se une al trimestre, de empresas.
Balbuceo,
mi ser se divide. Quiero estar de salida pero sin dejar
aquello que he creado o por lo que he peleado, o por lo que he sufrido.
Realmente eso es emprender, cuando inicias un proyecto nadie te ha enseñado, y
menos en las universidades, a sufrir. Pero se sufre, y mucho. En las redes
sociales todos tendemos a mostrar sólo el éxito. Es un error para nuestros
hijos. La mejor enseñanza en el mundo de
la empresa es el fracaso y el sufrimiento. El sufrimiento es lo habitual.
Al menos ha sido así en mi experiencia como empresario, desde ese primer
negocio que inicié, y que ‘murió’, en Jávea, el local de copas de verano,
Ressaca, allá por el año ’94. Una experiencia tan gratificante y divertida que
toda aquella inversión, recuperada, fue un curso de lo que sí y lo que no.
Joder, aquellos tiempos, 25 años. Cómo volvería.
Tú notas, sientes,
cuando alguien no está a gusto contigo. Y no pasa nada. A todos nos ocurre. El
tipo en cuestión viene, te saluda, te habla de lo que él cree a ti te hace
gracia o gusta, y aguanta junto a ti el tiempo justo o necesario. Tú le miras,
observas y escuchas. Sabes que está aguantando, que no eres de su perfil, que
no le gustas y que si pudiese te mandaba a la mierda. Pero no solo no puede hacerlo,
sino que sabe que las circunstancias cambian de tal manera que si pones empeño,
o si cambias esa forma de ser tuya, le quitas la tontería medio día.
Lo preocupante de
esto es tu comportamiento, tu capacidad de aguante con los que no lo merecen y
lo poco que aguantas con aquellos que sí lo merecerían. Que no eres capaz de
hacer daño a nadie, que priorizas lo siempre institucional a los escándalos y
que, simplemente, serás siempre ese tipo idealista que no piensa más que en el
resto… hasta que le tocan los cojones, pero entonces puede ser tarde.
E/31.X
Tener
alma. ¿Qué es tener alma? ¿Sensibilidad? ¿Qué te afecte todo hasta hacerte
sufrir?
He despertado inmerso
en una tristeza inadecuada. Sí, ayer me enfadé, discutí con dos personas que me
importan, cada uno en su ámbito y con relaciones diferentes. Pero me enfadé. Se
discute, normalmente, con quien no merece ni que discutas ni te enfades. Cuando
se discute con alguien, ambos protagonistas terminan dañados. Pequeñas fisuras
se interponen, quedan como arañazos en el alma.
Hoy busco la paz pero
me es difícil encontrar.
Cada uno de nuestros
objetivos requieren de prácticas constantes, normalmente simples, pero
constantes. No podemos esperar un
resultado positivo o éxito al primer intento. Calma, paciencia y constancia.
¿Qué
porcentaje de tu vida ha sido realmente tuyo? ¿Lo has pensado
alguna vez? ¿Cuánto tiempo pierdes, has perdido, en discusiones absurdas, en
debates que carecen de sentido? ¿Cuánto tiempo se nos va en no hacer nada o en
hacer lo que no debemos hacer?
¿Cuánto tiempo
dedicamos a agradar a otros por encima de nosotros?
¿Te has parado alguna
vez a hacer un cálculo?
La vida es demasiado
corta. La vida es algo valiosísimo como para cometer la imprudencia de
malgastarla.
Debemos respetar
nuestro tiempo; sería algo así respetarnos a nosotros.
Debemos recuperar el
tiempo, si esperamos mucho para hacerlo, será tarde.
“¿Es
posible ser una persona libre de faltas? De ninguna manera, pero sí es posible
ser una persona esforzándose continuamente por pulirlas”.
Epicteto
Me molesta mucho la
aptitud de esas personas que en las reuniones de trabajo opinan exactamente
igual que el que más manda, no sé si por miedo, por falta de personalidad, por
medrar o simplemente por no tener una opinión propia.
Normalmente entiendo
es más por peloteo y, de hecho, siendo así dice mucho de la persona que lo hace
cuando, además, es alguien de acreditada solvencia y nivel intelectual.
Estas personas suelen
hablar los últimos. Jamás los primeros. Saben con antelación lo que opina el
que dirige la reunión. No aportan nada, simplemente adornan la respuesta con
florituras convertidas en una especie de “lo que tú digas siempre será lo más
conveniente”. Incluso cuando otro opina diferente, salen en ayuda –innecesaria-
del amo y señor.
En fin, a lo mejor
por eso a unos les ha ido y va bien en la vida y a otros nos denominan “las
moscas cojoneras”.
F/1.J
La
máxima energía siempre está en el presente, porque es lo que es. Solo cuando
estamos presentes el mundo vive.
Hemos superado otro
de esos eneros perros. De los doce
meses del año es el que más largo se me hace, el más incómodo y el que marca,
de alguna manera, la transición de un año a otro. Febrero camina más rápido.
Todavía vendrán mañanas frías, pero apunta a la primavera. Los días comienzan a
alargar y las sonrisas no se esfuerzan.
El frío que me abraza
cada mañana, en esta época del año, sirve para recordarme que como ser vivo
tengo la oportunidad de hacer de este día lo mejor de mí.
¿Sabemos
dónde estamos? Hemos perdido la dirección, el Ser. Anhelamos creer.
Llegamos a edades que comenzamos a preguntarnos. Ya hemos vivido. Ya hemos
quemado noches, hemos superado mil obstáculos, sufrido, reído y llorado. Nos queda prepararnos con el máximo tiempo
que sea posible, para ir. Tenemos necesidad de un guía, un referente, que
nos lleve.
Somos peces en ese
inmenso mar, pero buscamos el océano.
¿Sabemos dónde
estamos?
¿Qué buscamos?
Nos rodeamos de
ruidos, nos agitamos y olvidamos qué Somos y mal vivimos perdidos. Pero no
dejamos de buscar.
Buscamos la verdad.
Retornar a casa, a tu
interior.
Necesitamos el guía,
los maestros que nos digan que volvemos a casa, a la casa del Ser que está en
nuestro ser.
Es hora de aprender a
ver.
Teubá:
refluir en Dios.
La
visión anticipa; las palabras implican camino y proceso.
No situarse en lo más
alto e imponer ideas a los demás; desde arriba todo se ve, personas y cosas, en
la lejanía y deformes.
Si utilizas tu poder
para dominar, tú también quedarás sometido.
F/2.V
Estar bien con
nosotros y después con el resto, con quién nos dé la gana.
Suelo dedicar la
tarde de los jueves a los amigos. Es algo que comenzó hace unos años, cuando
vine a vivir a esta ciudad, y desde entonces, a no ser que esté viajando, es
como un ritual que cuando no tengo me falta.
Comemos, los que
pueden, el resto se van uniendo en la larga sobremesa. Solemos terminar
prácticamente en la cena. Por lo tanto el viernes es el día que más me cuesta
levantar. Lo merece.
Nuestras
conversaciones no son trascendentales, tampoco de un nivel intelectual alto;
hablamos de la vida, de nuestros problemas, de esas aventuras de antaño. Nos reímos
de todo y de nada. En ocasiones discutimos por cosas absurdas.
Te
sientes estar, que formas parte. Sientes que más allá de la familia hay
personas a las que de alguna manera importas tanto como ellos te importan a ti.
Hay una arte de mi
vida que no sería sin los Amigos. Es el valor de la verdadera Amistad.
No
puedo comparar nada a leer un libro. ¿Qué actividad
puede enriquecerte más? Dicho esto, lo normal es que la mayoría, los que no
leen, diga que soy gilipollas. ¿No?
“Concédeme
serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar. Valor para cambiar lo que
puedo. Y sabiduría para reconocer la diferencia”. Reinhold Niebuhr
F/3.S
Tomo café mientras
termina de llegar la luz del amanecer y salgo hacia Minaya. Parece el día será
luminoso y nos acompañará uno de esos soles de invierno que no son habituales
en estas épocas del año.
Caminar más, leer
más, escuchar más, crear más. Criticar menos, pasar menos tiempo con el móvil.
Sentir más. Simplemente de sábado.
No
te preguntes si eres capaz de hacer algo, simplemente pregúntate cómo vas a
conseguirlo.
Desde esa perspectiva
es más probable conseguir el objetivo. Si te centras en la estrategia la duda
desaparece.
La política, honradamente entendida, y
enfocada como tal, es una de las mejores y bellas dedicaciones que pueden
existir porque, de alguna manera, con tu trabajo estás contribuyendo a hacer
una sociedad mejor donde los ciudadanos vivan mejor. Así lo he entendido
siempre.
Verdea el campo. Las
siembras crecen. De una belleza sin igual me deslumbro en mí caminar. No puedo
evitar emocionarme.
Tocan las campanas de
la iglesia, avisan que hay entierro. Asistiré.
Cada vez que vengo el
pueblo ha perdido a alguien. Cada vecino que marcha deja un vacío irrecuperable
en estas calles, cada vez más deshabitadas, que ya conviven con el hueco de las
casas.
Las voces son menos.
"Si
quieres embriaguez, ¡Acepta también la resaca! Si quieres sol y bellas fantasías,
¡Acepta también la suciedad y el hastío! Todo está dentro de ti, el oro y el
barro, el deleite y la pena, la risa infantil y la angustia. ¡Acéptalo todo, no
intentes rehuir nada!". Hermann Hesse
Me he traído de
lectura, a mi campo de Minaya, a Rafael
Maldonado y segundo volumen de sus diarios, ‘De mis sombras, hijo. Diario de
cabotaje (2016-2017)’. Muy
auténtico, como siempre.
Mi querido Séneca, en su obra ‘Sobre la Brevedad de la Vida’, nos invitaba a hacer una especie de
recuento: calcula cuánto tiempo de tu vida te arrebató un acreedor, cuánto tu amante,
cuánto un cliente, cuánto las discusiones con familiares, cuánto tus idas y
venidas por la ciudad para cumplir con tus deberes. Añade las enfermedades que
tú mismo te provocaste; añade también el tiempo que pasó sin
provecho: verás que tienes menos años de los que crees.
Y ahora, pregúntate a
ti mismo, ¿cuánto tiempo te has dedicado
firmemente a tu propósito de vida? ¿Cuánto tiempo de vida lo has pasado en
serenidad y calma, agradecido con lo que tenías sin mirar hacia lo que te
faltaba? ¿Qué has construido con tus años?
¿No me dirías que tu
tiempo ha sido de todo menos tuyo?
Debemos ser más serios
en el uso de nuestro tiempo.
Podemos pasar tiempo
en reuniones, por conveniencia, pero será a costa de no pasar tiempo con las
personas que queremos. Podemos hacernos ocupados
haciendo tareas menores tal vez porque seamos
demasiado perezosos para ponernos a trabajar en lo que verdaderamente importa.
El tiempo, siempre el
tiempo.
Lo de los pueblos es
algo que se vive o no se vive, que se siente o no se siente y, como tal, la
realidad y esas posibles soluciones al abandono que sufren, pasa por contar con
los que están por aquí. Ni siquiera yo, que tengo mi casa en un pueblo pero
vivo entre semana en la ciudad, conozco la verdadera realidad de su día a día.
Pero eso sí, al menos la comprendo y les entiendo.
A veces creo que no
hago lo que debería, que podría hacer más.
¿Nuestra batalla? ¿De
quién? De quienes lo sentimos.
F/4.D
Está amaneciendo. El
azul del cielo se va convirtiendo en esas tonalidades que la luz del sol
aporta, generando los colores del fuego. Todavía no es totalmente de día. Aquí,
desde el silencio, veo cómo resurge el color de los campos. Estos campos que me
guardan.
Minaya es el
único lugar en la tierra donde consigo pensar y vivir el presente. Me olvido de
todo lo demás y deja de preocuparme el mañana.
Los amigos me cuentan
sus problemas, lo que les altera y afecta, la situación que viven como
agricultores. El año que recogen, el que no recogen nada porque la cosecha ha
ido mal. El que tan solo cubren gastos, el que no cubren nada. Otros pensando
en el carnaval del año, como actividad que rompe su rutina en este vivir rural.
O aquellos que tras el entierro de ayer reflexionan, como yo, sobre lo que nos
deparará la vida y si merece la pena el sacrificio y sufrimiento por todo, al
fin y al cabo cuando toca o toque, te vas.
Mis amigos de Minaya
no llevan zapatillas de marca ni zapatos elegantes, porque siempre llevan
calzado de trabajo.
Mis amigos de Minaya
no van a la peluquería, porque les da igual ir mejor o peor peinados.
Mis amigos de Minaya cometen
faltas de ortografía en los WhatsApp que envían, porque lo que quieren decir
todos lo entendemos.
Mis amigos de Minaya
no piden la cuenta, la han pagado antes de ponerla.
Mis amigos de Minaya
ponen un plato más en la mesa siempre, por si hay algún otro viene a casa que
se quede a comer.
Mis amigos de Minaya
son de pueblo, para mí eso ya es una gran virtud.
Mis amigos de Minaya
te abrazan sin pedirlo.
Mis amigos de Minaya
me han hecho superar las penas de las que saben.
Mis amigos de Minaya
son los más brutos, pero siempre están.
Mis amigos de Minaya siempre
serán.
Ayer pude ver ese
atardecer inmenso, desde las fincas que gestiona JL. Son tierras de cultivo en
la inmensidad de esos campos infinitos, llanos. Fue un momento de tal belleza
que hubiese parado el tiempo, solo lo ha igualado el amanecer en silencio de
esta mañana.
En cambio ahora ya
estoy aquí, en mí otra casa, pensando en la semana, en las mil y una tareas que
se acumulan, una tras otra, en esas listas interminables y difíciles de
cumplir.
Me inquieta mucho esa
constante ‘preocupación’ por aprovechar el tiempo. Solo en Minaya no me importa
perderlo. Estoy como aislado, en esa burbuja en la que desaparece cualquier atisbo
de ansiedad o estrés.
Hace cuatro años, por
estas fechas, algo se estaba gestando, todavía desconocíamos, algunos, como yo,
incrédulos de que lo que pasaba pudiese provocar lo que provocó finalmente: una
pandemia.
Yo vi la pandemia
como algo de paso, como uno de esos obstáculos circunstanciales que la vida te
pone delante a modo de reto para hacernos mejores. También pensé, tonto de mí,
que de aquello saldría una sociedad mejor, más justa, más solidaria. Nada ha
ocurrido como esperaba. Perdimos una oportunidad, lo hemos olvidado y seguimos
siendo los mismos gilipollas de siempre, eso sí, con cuatro años y alguna cana
más.
No
somos más felices cuanto más dinero tenemos, somos más felices cuanto más
control tenemos sobre nuestro tiempo.
Algo me remueve por
dentro desde hace semanas. Algo claramente espiritual, difícil de transcribir
por aquí, pero que está, lo siento en mí. No es la primera vez que me ocurre y
sé que es fruto de mis contradicciones.
El Ser, la Vida, la
Muerte. La Calma, la Verdad, la Serenidad. El Buda, Cristo. La compasión, el
Egoísmo.
Tal vez esté
volviendo. Tal vez los años. Tal vez las despedidas, los finales.
Todo y nada tiene que
ver sobre todo con esta forma de ser mía, de buscador incansable, de no
encontrar, de no parar.
¿Qué
valor tiene la vida humana? Es el valor que tiene nuestra vida, que no sabemos
el que es.
Cuando sabemos qué
valor tiene nuestra vida y quiénes somos realmente, nos daremos cuenta de que
no hay nada que mejorar aquí, que no hay que conseguir nada más, que somos
seres perfectos, que solo tenemos que aprender a cómo eliminar aquello que nos
impide ser lo que realmente somos. Lo
esencial de nosotros, nuestro interior, no de lo que creemos que somos y no
somos.
Somos
mucho más que lo que creemos ser. Nuestra propia mente
nos esclaviza; pero es nuestra mente la que también puede liberarnos. Como aprender
quiénes somos y comenzar a vivir desde ahí.
No somos nuestros recuerdos, no somos
nuestros pensamientos.
Tendemos a identificarnos con lo peor de nosotros.
No somos nuestros recuerdos, no somos
nuestros pensamientos.
Tendemos a identificarnos con lo peor de nosotros.
Sacar
de ti lo esencial, todo lo bueno que Eres, el valor de Ti.
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