Lo más divertido en cualquier discusión es darte cuenta que el que tienes delante cree que eres gilipollas. Es ese momento en el que disfrutas un rato hasta que le demuestras que el gilipollas es él, aunque, normalmente, no lo reconozca.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 34