Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 18

 
E/1.L – 2024
 
Demos por oficialmente iniciado este nuevo año.
No he madrugado. No me acosté tarde, pero entre unas cosas y otras eran cerca de las tres de la mañana.
El día ha amanecido con una niebla que no deja ver los caminos.
La tarde de ayer fue tradicional, como todos los años, unos vinos largos con los amigos que comenzaron a media mañana. Un descanso para reponer y luego cena con la familia. La madre bastante constipada. Uvas. Besos, felicitaciones y vuelta a empezar.
Empezar, comenzar. Volver a Ser.
 
“¿Qué otra cosa puedes hacer que no sea mejorarte cada día, abandonar algún error y llegar a comprender que lo que crees que son defectos en tu situación, en realidad son defectos en ti mismo?” Séneca
Mejorarse día a día.
Abandonar la ignorancia.
El mejor hábito es esculpirte como mejor persona.
Examinarnos cada día, los 365 días del año, es la manera de que no perdamos nuestro progreso.
 
¿Será la crisis ese estado permanente de la humanidad? Pandemia, guerras. Incertidumbre, inseguridad.
 
“La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo.” Maurice Maeterlinck
 
Los romanos celebran el inicio del año venerando al dios Jano, ese que miraba con sus dos caras al pasado y al futuro. Esto desde que se instaura el calendario juliano.
Después de este calendario juliano se pasó al gregoriano (1582) que fue el que ajustó casi definitivamente al cronos ordinario y la Pascua al tiempo cómico. Años antes, la mayoría de los países cristianos, menos los británicos, habían aceptado el 1 de enero como día de Año Nuevo al coincidir con el solsticio del invierno.
Otros países o culturas que observan el calendario lunar en otras fechas el inicio del año.
Nosotros no dejamos de buscar un sentido al tiempo. Lo perdemos como esa agua que se escapa entre las manos. Pero estamos y, mientras estemos, vivimos y somos.
Así comenzamos el año.
 
Tarde de ‘Palmeras en la Nieve’ una película preciosa basada en la novela de Luz Gabás, dirigida por Fernando Gonzalez y protagonizada, entre otros, por Mario Casa, Adriana Ugarte y Berta Vázquez. Basada en hechos acontecidos en Guinea Ecuatorial a finales de los años ’60.
La vi por última vez hace unos años. Me ha vuelto a envolver, en esta tarde, y dejarme saber que en este 2024 continuo siendo el mismo sensiblero que ayer, en 2023.
 
Estar insatisfecho. La insatisfacción es lo peor que nos puede ocurrir. Sirve para construirnos o para destruirnos.
La insatisfacción interior, espiritual, me ha hecho no dejar de buscar aquí o allá, aquí y allá, entre filosofías y religiones, continuamente.
Lo mejor que podré dejar a mi hijo y a los que me conocen es mi propio crecimiento interior.
 
Sacar fuerza para arreglar todo eso que produce dolor.
Dejar lo negativo y enfocar únicamente en lo positivo.
Olvidar todo lo que intentamos pero no pudimos.
Aprender a cerrar y ser felices.
 
 
E/2.M
 
Podría hoy haber quedado en casa. Me habría levantado algo más tarde, habría salido a caminar y tomar el café y luego habría trabajado o planificado el mes.
Aquí estoy, en mi cafetería de siempre, más vacía que siempre, tras mi caminata y madrugón de siempre, iniciando el año como me gusta, en movimiento, trabajando y organizando.
 
Si sufrimos por problemas futuros no tenemos forma de calcular su magnitud, nuestro sufrimiento es imaginario, no es real.
Cuando esto ocurre quiere decir, es una señal, que no estamos manejando correctamente nuestros pensamientos.
En ese momento, en el momento en el que detectes que estás sufriendo por el futuro, detente, para.
Presencia. Si te das cuenta de que no estás presente, párate, siente la presencia.
No te dejes nublar por el futuro porque te inhibirá del presente.
 
“La mayoría de los hombres prefieren que los llamen listos por ser unos canallas, a que los consideren necios siendo honrados. De esto último, se avergüenzan; de lo otro, se enorgullecen”. Tucídicles
 
Dejo sonar en el despacho ‘Big Sleep’, de Lissom. Buen descubrimiento. Calma.
 
No sé por qué, tal vez porque vivimos en una época envuelta en incertidumbres y diagnósticos que nos abren a más crisis y solo nos fijamos o detenemos en lo peor, pero miro a mi alrededor y hay mucha gente buena, solidaria. Gente que ayuda, que sonríe, que da los buenos días. Gentes positivas, que te generan paz. Están ahí aunque parece nos importe más lo malo de todos. Tal vez nos estemos acostumbrando a eso, a lo malo.
 
Conozco a muchos que cuando hablan parece que están muy seguros de lo que dicen. Ni siquiera dudan. Creen estar en lo correcto. Estos tipos así están incapacitados para aprender. 
Ante cualquier situación u hecho debemos hacernos un juicio. Pero debemos estar abiertos a cambiarlo si nos demuestran que hay razones para hacerlo. Si uno siempre está seguro de lo que piensa nunca aprenderemos de los demás.
 
 
E/3.X
 
Me sigue preocupando que, aunque me proponga lo contrario cada año, al mínimo contratiempo me deshago y descuajaringo. Joder, todo no puede estar milimétricamente programado. La vida cambia a cada instante. ¿Y qué? Pues eso.
Ayer, ese primer día laboral del año, debía ser eso, un primer día agradable, tranquilo. De hecho la mañana fue cálida. Almorcé con J para abrazarnos, motivarnos y planificar el año empresarial.
Decido ir pronto a casa, pero antes pasar por una de mis librerías favoritas, la del Círculo de Bellas Artes, Antonio Machado. Busco encaprichado, como suele ocurrirme siempre con los libros, la edición de Lumen de los ‘Diarios’ de la poeta Alejandra Pizarnik. “Están agotados -me responden-, solo aparece un ejemplar en una librería de Madrid”. Me dicen el nombre de la librería. Miro dónde está. Me pilla más o menos de camino, no tengo que desviarme mucho, así que voy en plan caminata.
Visito este nuevo templo, la librería Sin Tarima Libros, en esa búsqueda de ese libro que me apetece regalarme desde hace algún tiempo. Qué mejor que estas fechas. ¿Por qué? ¿Para qué? Porque siempre hay una excusa.
La encuentro en Antón Martín, calle Magdalena, cerca de Tirso de Molina. Una librería de barrio pero grande, céntrica y, como tal, hasta arriba de gentes comprando libros imagino que para regalar en reyes (me extasio). Bella, entre moderna, progre y castiza. Más parece un almacén de libros sin orden, pero eso le da un aspecto bohemio y romántico. Me ha encantado.
Consigo lo que quiero, feliz, y añado ‘El Reino’ de Emmanuel Carrére, otro de mis pendientes.
Al salir de allí entro en la cuenta de que me he dejado una pasta en los dos libros. Entiendo que no se vendan más, es un producto de lujo. El día que me muera a saber qué hace mi hijo con los miles que tengo, repartidos en todos los rincones que habito. A lo mejor lo más inteligente sería quemarlos conmigo. Hacer una pira gigante con todos ellos, en medio de mis campos manchegos, meterme dentro y arder mientras los amigos bailan y beben alrededor con esas canciones mías.
Bajo en dirección al tren, con una especie de felicidad poco habitual. Llevo conmigo el tesoro. Pieza conseguida.
Suena el teléfono. Veo que me llama el portero donde tenemos las oficinas.
“No quiero molestarle don José Luis, pero no deja de salir agua bajo la puerta de su piso. Voy a entrar. Saltará la alarma.”
Entre inmediatamente, por favor. Le contesto
Abre y el agua corre, según parece, como un río por las escaleras. Está inundado todo.
Cojo un taxi y voy para allá lo más rápido que me es posible.
Cuando entro, junto con L., me llevo las manos a la cabeza.
El agua chorrea desde la planta de arriba, recorriendo las escaleras, también brota del techo, entre los cables de las instalaciones, mientras parte de las placas del pladur han caído al suelo, sobre el agua.
Está todo encharcado. El suelo es de madera.
La rotura, parece ser, averiguamos, es en el baño de la planta de arriba. Es como una piscina.
Me dan ganas de llorar. He vivido las obras de estas oficinas como mías.
Me quedo sentado un rato, solo, pensando, desconcertado. Mañana, por hoy, viajo a Segovia. En esos momentos no sé lo que hacer. No se puede arreglar nada por la noche.
Marcho tarde a casa.
No he dormido nada.
Lo único que pienso es que eso de quedarme a buscar el libro de Pizarnik fue, casualmente, lo más acertado.
 
Más allá de por cuestiones laborales, Segovia se ha convertido en ese lugar tradicional en el que pasar un par de días antes de finalizar el año o, como éste, en el inicio del nuevo.
La temperatura ideal. Las calles y los bares hasta arriba de gentes en su gran mayoría de procedencia nacional. La gente viaja, come, bebe, vive, gasta. ¿De qué crisis me hablan? ¿Para quién las crisis?
Tarde de patear calles, tras ese tradicional cochinillo en el restaurante El Duque. Todavía mucho ambiente navideño: luces, belenes.
Visita a los rincones de siempre y, cómo no, de obligación pasar  por esa librería que para mí es una de las más bonitas de España, la Librería Torreón de Rueda.


 
E/4.J
 
Tomo café en La Colonial, junto a la plaza del Corpus, Segovia. Donde siempre. Esa costumbre de ir a los mismos lugares donde te encuentras cómodo para tomar un buen café, un agua con gas, hielo y limón, sacar el cuaderno y escribir.
Me he sentado en una pequeña mesa redonda, pegado a una ventana que da a la calle que baja hacia el acueducto.
El cielo nublado. Algo más de frío que ayer pero se está muy a gusto. He dormido bien, tal vez demasiado calor en la habitación de otro de mis clásicos aquí, el Hotel Don Felipe.
Luego tengo una reunión, así que intentaré disfrutar de este rato de soledad antes de dar una de esas caminatas que me activen el alma.
 
Pocas o ninguna diferencia hay entre pensar y escribir. Escribir podría ser la forma más elevada de pensamiento que existe.
Escribiendo articulamos y damos forma a lo que pensamos. Escribir mejor sirve para pensar mejor. Pensar mejor, controlar nuestros pensamientos, nos garantiza vivir mejor.
Escribo a diario desde que tengo memoria;  ordenado, quiero decir en forma de diario, tampoco recuerdo desde cuándo, pero sí puede ser más de treinta años.
No soy mejor ni peor por escribir. Sí creo tener la mente más ordenada y, sobre todo, en momentos más complicados el desahogo, el análisis, la reflexión y, sobre todo, el poner en orden pensamientos, ha sido crucial para no caer o tomar mejores decisiones.
Escribir sobre lo que inquiete tu alma. Escribir con la verdad.
 
“Cualquier cosa con la que se pueda ayudar sin perjuicio propio debe concedérsele incluso a un desconocido”. Cicerón
 
Me gustaría un año más literario. Sin dejar la filosofía, que me acompaña y acompañará, su estudio y reflexión, leer a autores que nos engrandecen con sus textos literarios: diarios, poesía, novela.
 
La inspiración me viene siempre sentado en la mesa de un bar o caminando.
 
 
E/5.V
 
Somos más frágiles de lo que nos pensamos. La eternidad no existe, no tenemos mucho tiempo. Esto, que lo pienso y reflexiono día sí día también, como persona que pasó hace años su ecuador, imagino cómo lo vivirán aquellos que han pasado de los ochenta años de edad, como los padres. Sobre todo los que, por genética, suerte o casualidad, no han tenido grandes achaques de salud, cuentan con una cabeza privilegiada y sienten, de la noche a la mañana, que un mero resfriado convertido en gripe les tumba en la cama haciéndolos delirar.
Me gustaría penetrar en su cabeza, en los miedos que vienen, que vendrán. Estoy, pero mañana puedo no estar. Despertar sonriéndole a la vida y en un abrir o cerrar de ojos parece que la muerte nos busca.
Solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta.
Los inviernos son duros, sobre todo para nuestros mayores. Me cuesta ver a mis padres como mayores, pero lo son. Ellos intentan aparentar lo contrario, que todavía se hacen, y de hecho es así, pero están en esa etapa en la que nos necesitan más cerca que nunca.
Y es que la vida es así. No puede ser de otra manera. Son ciclos humanos. Es cierto que se vive más ahora que antes, pero aun así siempre hay un final, será después o será antes, pero será.
 
Memento Mori. Recordemos que moriremos. La vida es un don precioso y hay que vivirla dándole valor, con conciencia, siendo dignos de ella. No tiene que ver con hacer locuras y abandonarnos a los placeres, todo lo contrario, trabajar en nosotros para conseguir que nuestra vida se llene de significado, con un propósito y que contribuya a nuestro crecimiento personal y la mejora de nuestro entorno, sea familiar, amigos, y natural. La vida es frágil, es una suerte estar vivos hoy.
 
Pronto en casa. Suena ‘Hundreds’ de Lissom, Julien Marchal & Lowswimmer
 
 
E/6.S
 
Envidio de veras a todos aquellos que aun habiendo pasado a ciertas edades, siguen manteniendo esa alegría e ilusión en días como este, RRMM. No solo no tengo, es que no proyecto ninguna ilusión. Me encanta buscar y comprar regalos para los míos y ya está. Que termine el día cuanto antes y con él estas navidades.
Todos los fines de semana con líos. Compromisos que van y vienen convidándote a comer en exceso, a beber, a andar de aquí para allá, coche por aquí, coche por allá, sin que nada obedezca a lo racional. Todo es material. Todo es consumo. Es cierto que esa ilusión que tienen los niños siempre será la más pura, pero al final nosotros, los padres, terminamos por pervertírsela.
Me contaba el otro día el amigo J, que en Papá Noel (invento que cuando éramos pequeños, al menos en mi casa, no existía) compraron a su hijo un juguete de los muchos que se había pedido. Lo recogió bajo el árbol, lo abrió, se quedó mirándolo un rato y les dijo a los padres que ese no le gustaba. Seis años. El padre, dentro de ese mundo absurdo nuestro, le dijo al hijo algo así como que si se portaba bien durante el día, lo que harían sería envolverlo de nuevo, dejarlo otra vez bajo el arbolito para que Papa Noel lo recogiese y se lo cambiara por el que quisiera. No daba crédito cuando me lo contaba. El caso es que así hicieron. Al día siguiente el pequeño tenía otro regalo distinto bajo el árbol, los papas se lo habían cambiado. En ese caso, al abrirlo, el niño parece quedó conforme, menos mal porque si no, por esa lógica paterna, deberían habérselo cambiado otra vez. Hoy, porque se lo pregunté, además de soltarle mi habitual soflama filosófica, días después, ya no hace ni caso a ese segundo juguete.
Hoy, día de reyes, lo normal es que si no le gusta algo de lo que le hayan traído, les diga a los padres que se lo cambien.
Hoy, y sigo opinando, los padres somos unos gilipollas que hacemos gilipollas a esos hijos nuestros que un día dirigirán un mundo agilipollado. Y los que lo vean, o veamos, nos quejaremos.
 
“Hoy escapé de la angustia, o mejor dicho, la expulsé, pues no estaba fuera de mí, sino dentro, en mis opiniones”. Marco Aurelio
 
Leo la prensa, como cada sábado, en papel, sentado en mi mesa, la que toca hoy, y con el cuaderno al lado por si surge la idea o quiero quedar al recuerdo alguna cita. Me dan ganas de saltar directamente a las páginas de cultura. La política española está inmersa en tal disparate que parece nos estén, entre unos y otros, azuzando a la rebelión. Una mentira tras otra, una chorrada tras otra, unos políticos ajenos a aquello que realmente está preocupando a la calle: el trabajo, los precios que no dejan de subir, nuestros hijos, la precariedad, las guerras, la pobreza, la violencia, el cómo superamos el día a día.
¿Tan difícil resulta, para esos que nos dirigen o representan, desde gobiernos u oposiciones, tratar de solucionarnos algunos o alguno de nuestros verdaderos problemas y dejarse de chorradas que ni nos van ni nos vienen?
 
Leo por ahí ‘estar en causa’ y significa algo así como hacerte responsable de lo que dices, haces y piensas. Ser capaz de gestionar tu propio estado emocional y no hacer culpable a nadie. Nuestra estabilidad depende de cada uno, nunca de lo que pueda ocurrir alrededor.
 
 
E/7.D
 
Hay historias reales que aunque las hayas escuchado, o visto, mil veces, nunca te dejan de asombrar. Regresan, en este caso en forma de película, y al hacerlo te vuelven a dejar impactado, conmovido. Eso pasa con aquella tragedia de los Andes, con esa historia extrema de supervivencia que pone los pelos de punta. Con esa espera de la muerte lenta, que sabes llegará. Morir o vivir. Magistral J. A. Bayona que nos ha vuelto a traer la historia con el título ‘La Sociedad de la nieve’.
Historia de aquellos jóvenes uruguayos, sobre todo los que consiguieron vivir, en ese inhóspito lugar en el que se estrelló el avión en el que viajaban.
Desesperación, sentimiento de olvido. Dignidad, generosidad.
Vivimos tiempos de pisotearnos los unos a los otros. De los que suben a costa de los que se hunden. Tal vez nos falten más historias como esta, que nos conmuevan.
Dejarnos asombrar.
 
La serenidad y la calma es mi deseo, lo que anhelo. En cambio mi vida parece estar montada en torno al ruido, el vértigo.
Dejar atrás aquello que no me traiga eso, calma y serenidad. El precio más caro es el de perder la paz.
Mi vida ideal nunca ha estado lejos, ni en el mar ni rodeado de lujos y caprichos. No quiero mucho más a lo que tengo. Lo que quiero es sumergirme realmente en la que vivo, liberarme totalmente del estrés que me producen las obligaciones laborales y los compromisos sociales que, en mayor o menor medida, me suelo buscar yo. Leer y caminar; escribir y caminar. Tomarme algunos vinos con los amigos y compartir tiempo con la familia.  No quiero más. Ya he tenido suficiente de todo lo demás y solo me ha generado problemas.
 
Dejé de creer hace mucho tiempo en la felicidad como destino. Es por eso que hoy esté reflexionando tanto sobre la calma, porque es lo que elijo. Cuando estoy en calma, como en estos momentos, pienso en mi mucho más y mejor, incluso reflexiono sobre mis errores o meteduras de pata.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 34