Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 45
J/3.L
Desde que comencé a trabajar, con aquellos 19 añitos, servicio militar cumplido e incluido, me acostumbré a que el año terminara en el mes de julio y volviendo a comenzar en septiembre. Podría decir, entonces, que estoy ante mi último mes, del año. Agosto es el mes de la recomposición física y mental; el mes de proyectar y generar muchos de esos propósitos que luego, durante el resto, no cumplo.
Soy uno de esos tipos que cree, erróneamente, que las instituciones u organizaciones en las que trabaja no funcionan, o se vendrán abajo, si uno no está. Error absoluto. No es así. Todo lo contrario, funcionan incluso mejor. No cojo ningún día libre durante el año, tan solo los festivos. Mis vacaciones, desde siempre, son en verano, dícese verano el mes de agosto. Incluso en las épocas más complicadas, he tenido el privilegio de poder disfrutar de días en agosto. No sé si es el mejor mes, depende de las costumbres de cada uno, sí es un mes en el que parece que todo se paraliza, hasta el pensar.
Ya queda menos.
Qué última palabra será,
pensaba ayer,
la que diga o escriba
antes del final.
Un balbuceo,
recogido en saliva;
un pensamiento ido,
en esa muerta caligrafía
de viejo vivo.
Qué quisiera
decir
por último
que no haya dicho
atrás.
Mantenerte en pie pese a las adversidades.
Cada situación a la que nos enfrentamos, por muy complicada que nos parezca, representa un bloque de granito que esculpir y dar forma.
Aprender a vivir y morir bien.
Los egos vuelven a resurgir, no se pueden esconder. Quien lo lleva inmerso en sí, por mucho que trate de aparentar lo contrario a la mínima le aflora.
El estoicismo no niega las emociones, es el arte de no convertirse en el esclavo de dichas emociones, instintos o deseos. El estoicismo nos enseña a buscar la razón. La razón es el alma suprema –como decía Ralph Waldo Emerson- en la que los seres humanos podemos encontrar la Verdad, la Justicia, la Bondad, el Amor y la Belleza, que debemos trabajar para hacer nuestros y ser libres. El estoicismo nos dice que ser libre significa aceptar la plena responsabilidad de las decisiones morales que tomemos. Ser libre comienza entendiendo lo que depende de nosotros y lo que no.
Ser bueno en vivir es saber cómo vivir.
Séneca nos decía que “el filósofo es el que sabe lo fundamental: cómo vivir.”
Unos transmiten tranquilidad y otros te generan cierta incertidumbre.
Siempre he apostado porque el futuro no estuviera en manos de otros. Como en todas mis apuestas, toca perder.
Son esos días en los que cierras las ventanas y no quieres que entre el sol, aunque sabes que es el sol el referente, el que brillará siempre.
Hay días que te ahogas y sientes como que te falta el oxígeno; que piensas y repiensas en demasía. Días en los que giras y giras sobre ti mismo, como una peonza, sin avanzar.
Hay días en los que el vacío te llena de nada. Días en los que necesitas más de lo que no tienes porque simplemente no lo has tenido.
Son esos días que parece no han sido, porque soñabas que no estabas.
Días en los que te recuerdo que tu ser no es nada.
Hay días en los que correrías más allá del camino, y saltarías al vacío de lo real porque vives en un mundo que no te pertenece.
La verdad es que todos tenemos días de esos; días que te encuentras bastante ido, que las cosas no te vienen o salen como pretendes o quisieras.
Son esos días en los que te das cuenta de que eres de cristal y puedes romperte, en cualquier momento, en mil pedacitos si no te cuidas como debes.
Tal vez demasiados años envuelto en un ruido inadecuado, del que te es difícil salir porque todo gira a su alrededor.
Son esos momentos en los que te preocupa todo y piensas demasiado en todo. Son esos momentos en los que más crees que debes preocuparte de ti y no dejarte ir tanto.
La salud no es solo caminar y comer más o menos sano. La salud de uno es cuidar la mente, cuidar las emociones.
La salud es ser tú y no lo que los demás quieren que seamos, llevándonos por un camino muy diferente al que realmente pretendemos o queremos.
Si ya has llegado hasta aquí, si ya sabes lo que es, para qué seguir en esa tortura constante que va deshaciendo lo poco que queda de Ser persona.
Si no te gusta cómo te has hecho, si no quieres ser como eres, solo tú puedes cambiarlo, nadie más.
¿Quién nos obliga a hacer lo que hacemos? ¿Quién nos obliga a estar en un lío constante de vida, a no disfrutar ni siquiera de esos momentos que te ofrece el día porque vas tan rápido que no te da tiempo ni a mirar o contemplar lo que te rodea?
Tienes que salir del atasco mental que solo tú te has producido.
Has encontrado el camino, lo tienes, no dejes de visualizarlo y síguelo. Disfruta. Trabájalo. Tropieza, cae, levanta. Agárrate. Pero disfrútalo.
Entramos en esa etapa de la vida en la que se deja de ganar y todo se pierde. Se pierde el tiempo, se va perdiendo la vida.
Deja que sea tu corazón el que te lleve.
Deja que sean los momentos los que te llenen y no los pierdas en el tiempo.
Camina lento, disfruta del paisaje.
Conviértete en tu objetivo.
No pierdas más el tiempo, gánalo.
Deja de lado todo aquello que no te aporte nada y prioriza todo lo que te importa.
Deja de poner excusas.
Responsabilízate primero de ti.
Préstate atención.
Cuestiona todo aquello que te provoque ruido.
Cambia por ti y luego date a los demás.
Y sobre todo, vive la vida que quieres vivir.
Fluye. Crece. Prospera. Todo lo que hagas hazlo en armonía con tu ser más elevado. No te dejes torcer. Simplemente sigue tu camino.
Tus acciones deben estar en armonía con tu yo más ideal.
He madrugado. Anoche me acosté pronto con el objetivo de salir a correr temprano y activarme frente un día que será largo.
Pasadas las seis y media, amaneciendo, trotaba bajando las Ramblas hacia el puerto, para luego llegar a contemplar ese inmenso sol que iluminaba un Mediterráneo en calma.
Motivado, activado, con fuerza.
Si crees en ti, si confías en ti, saldrás de cualquier circunstancia adversa.
Si no crees, te hundirás en lo más simple, a la mínima de cambio.
Me gustaría dejar tanto, que a veces me preocupo y por ello freno. Mi vida, mi experiencia vital, ha dado para mucho más de lo imaginable tal como se me ve, en esta especie de caparazón e impermeable que llevo puesto.
Hoy la madre cumple 81 años. Ayer pudimos pasar tiempo con ellos y cada vez siento más de sus palabras el tiempo. Tiempo que aprovecharles y abrazarles. Tiempo de vivirles.
San Agustín decía: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.” Y así podemos seguir toda la vida, sin saber qué es el tiempo y, por lo tanto, perderlo.
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