Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 34

 
A/17.L
 
La tristeza es como ese café al que le has echado, por equivocación, a primera hora de la mañana, el sobrecito de sal en vez del de la sacarina. Debes correr al baño, escupirlo y lavarte todo lo que puedas la boca, aun así te queda el regusto amargo por un tiempo.
 
Estar envuelto en la negatividad es algo que no lleva a ningún sitio. No es fácil salir, no es fácil de superar. En negativo ni se sale ni se avanza.
El autobús sale cada día. La vida comienza cada día. Siempre habrá una oportunidad cada día. Hay que estar preparado para subirte. Para bajarse siempre habrá tiempo.
 
Autocontrol. Clave de la fortaleza de carácter. El autocontrol se puede entrenar.
Ponte metas. Analiza cada día, observa cómo te acercas a ellas, te motivará para seguir esforzándote.
 
Las palabras pueden tener diferentes significados. Una misma palabra nos puede resultar una ofensa o también una broma.
Es importante controlar la percepción y la perspectiva de nuestras interacciones. ¿Qué interpretación hacemos cuando escuchamos o vemos algo?
Escucha apropiadamente y te sentirás menos molesto.
 
¿Es lo que nos pasa? No. Es como nos tomamos lo que nos pasa.
 
 
A/18.M
 
Cuando actuamos debemos aceptar los resultados y sus consecuencias, sean lo que sea. Actúo y no acepto. Simplemente pretendo que los resultados sean los que yo quiero, no acepto que sean otros. Lo son. Siempre son otros.
 
“Asóciate con aquellos que te harán mejor. Da la bienvenida a esos que tú puedes mejorar. El proceso es mutuo, pues la gente aprende mientras enseña.” Séneca
 
Los estoicos siempre consideraron que la amistad es un pilar fundamental, pero eran selectivos con sus amistades, A veces nos cuesta serlo, nos dejamos llevar.
Hay personas que nos ayudan y facilitan nuestra mejora, y otras van de interesados o solo van a dificultar.
Seguramente todos sabemos de quién y de quién no estamos hablando.
 
En torno a una mesa se gana o se pierde una vida.
En torno a una mesa he llorado mi soledad o he reído en compañía.
 
No esperes que otros resuelvan tu vida por ti.
El cambio ocurre si tú cambias.
No esperes nada de nadie, haz lo que creas por ti mismo.
Lee. Lee. Y lee.
Acorta tu consumo de tiempo en redes sociales y entretenimiento.
Planifica tu mañana Hoy. Deja escrito hoy tu plan para mañana.
Identifica lo que te hace feliz y lo que no.
Repasa semanalmente tus objetivos. La acción es el progreso.
 
Tanto la felicidad como el sufrimiento son estados mentales,  eso quiere decir que sus causas principales no se podrían encontrar fuera de la mente. La verdadera felicidad está en el control  de la mente. Si tienes paz interior tendrás felicidad.
 
 
A/19.X
 
Un gallo cacarea todas las mañanas, a las 7h., mientras espero en el andén de la estación de Valdemoro. Puntual, su canto precede a un poético amanecer que en días de cielo raso nos regala el inicio del día sobre un monte arbolado que como un cuadro natural me encuentro a lo lejos.
Lo hace un par de veces más antes de que el atronador ruido del tren rompa un mimético silencio que, durante unos minutos, te traslada al efímero sentido de lo rural.
De alguna manera, este inicio del día, también es un privilegio.
 
Shikata ga nai. Dejar ir lo que no puedes controlar. Reconoce que hay cosas que están fuera de tu control, ocurre. Déjalo ir y enfoca tu energía en lo que sí puedes cambiar.
 
Solo sabremos de lo que somos capaces si la vida nos presenta desafíos a los que enfrentarnos.
Usa la adversidad para crecer y convertirte en esa persona que quieres ser.
“Las circunstancias no hacen al hombre, solo lo revelan.” Epicteto
 
Escribir sana a quien escribe, pero también escribir puede sanar a la persona que lo recibe.
Darte el permiso de expresar sin miedo al ridículo. No sabes la trascendencia que pueden llegar a tener unas líneas de escritura: para ti o para otros.


 
A/20.J
 
Me cuesta decidir más que antes. Sopeso, evalúo mucho más las decisiones. Dudo más. No sé si con los años me he hecho más inseguro o más cauto y menos impulsivo.
Los impulsos me han llevado a cometer demasiados errores, también algún que otro acierto.
 
Deja de decir y haz. Y haz cosas que importen, que te importen. No dejes que nadie dicte tu agenda y aporta siempre algo.
Haz cosas poéticas que sean importantes para ti.
Invierte tu tiempo en cosas y personas que realmente valgan la pena. No lo desperdicies en gilipolleces absurdas que no te aporten nada.
¿En qué se te va el día?
“Pregúntate en todo momento, ¿es esto esencial?”. Marco Aurelio
No te cargues con más pesares, dedícate a aliviar tu alma y buscar tu paz.
 
Vivimos en una sociedad exigente; hemos hecho una vida exigente. La sociedad nos exige pero nosotros, a su vez, nos exigimos. El filósofo Byung-Chul cataloga nuestra sociedad como “la sociedad del cansancio”.
Todo son tareas, compromisos, responsabilidades a las que te enfrentas en el día a día.
Llego cada tarde agotado mentalmente de tal manera que sé me afecta a mi equilibrio y bienestar emocional.
Esto tiene un nombre: Carga Mental.
La carga mental es el esfuerzo cognitivo y emocional que demanda la gestión de nuestro día a día, en todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos. Todo lo que debemos gestionar, responsabilidades, decisiones que debemos tomar, tareas y problemas que van y vienen.
Aligerar todo ese peso depende de nosotros.
Delegar más.
Poner límites al ‘Sí’.
Encontrar tiempo para ti, para desconectar, para romper.
Hace tiempo que hago algo que me va muy bien. Casi desde siempre, a media mañana, tomaba un café aprovechando para reunirme o hablar de temas de trabajo con colegas o compañeros. Decidí utilizar esa media hora para caminar, no tomar café y tampoco hablar con nadie. Es mi momento. Me reconforta. Consigo incluso una mañana más productiva y, sobre todo, ligera.
 
 
A/21.V
 
“Quien no ha sentido nunca un vivo deseo de escapar y dejarlo todo, de decir basta, se acabó, hasta aquí hemos llegado, y mandarlo todo y a todos a paseo…” En este preciso instante es lo que pensaba porque sí, porque yo lo he sentido no una sino muchas veces. El texto es de otra de esas joyas que de vez en cuando nos ofrece la literatura española, que merece leer y releer, ‘La vida pequeña. El arte de la fuga’, de José Ángel González Sainz.
Cansado de todo. Tirar la toalla, abandonar. Este ritmo, estos hábitos, estos compromisos y servidumbres creadas. Decir basta. Dejarlo todo donde está y como está. Salir corriendo al campo, a mi campo, son sus más y sus menos, y vivir. Allá todo. Allá cada uno. Que se las apañen.
 
Nos insiste Séneca en que, para conseguir que las emociones no se desmadren –sobre todo la ira, pero vale para todas– hay que reconocer que todas tienen tres etapas y tener el sentido justo para intervenir en la segunda.
En la primera es demasiado temprano; en la tercera, demasiado tarde. Apenas percibimos que hay algo que nos ofende o que nos molesta demasiado, tenemos una reacción instantánea, no podemos controlarlo, es como un reflejo que nos invita a enfadarnos. Te pisan sin querer y te das vuelta cabreado. No tiene sentido luchar contra eso porque no es algo voluntario, es como tratar de no bostezar cuando estás cansado, de no temblar cuando tienes frío, o no tener cosquillas. Inmediatamente después aparece el segundo momento: hay una invitación a nuestra razón de vengarnos por lo que hemos sufrido. Es un momento breve, pero aquí sí puede intervenir la razón y rechazar esa nefasta invitación. Si no la rechazas explícitamente, la ira se dice a sí misma “el que calla, otorga” y se da por consentida. Crece tan rápido que no hay forma de pararla. Te sentirás irritado, enojado, amargado.
 
La vida es constante cambio. Aferrarte a algo solo puede aportarte sufrimiento.
La vida es como el agua, mejor en movimiento que estancada.
No te acomodes a nada. Lo que aprecias o tus sufrimientos terminan por desaparecer.
 
Liderazgo no es gritar más, liderazgo es que quieren seguirte.
 
 
A/22.S
 
Ha estado lloviendo prácticamente toda la noche. Falta tienen nuestros campos que miran al cielo rogando descargue lágrimas que calmen la sed de sus tierras.
Ahora abre el cielo. Aparece el sol que ilumina un día que pienso dedicar al descanso.
 
Escribir apretujándome el alma. Escribir con el corazón y las manos.
Abandonar la vida hiperactiva y recuperar el equilibrio, el sentido y la verdadera libertad interior, que es nuestra riqueza.
 
“El mundo de hoy está dominado por la perplejidad. Las ilusiones se han desvanecido. En muchos aspectos la eliminación de las ilusiones es saludable y positiva; las pocas que quedan hay que reservarlas para aliviar las pasiones del amor y humanizar la ironía, para hablar con los amigos, para simplificar la vida.” Josep Pla
 
Nunca he sido de salir de viaje, de viajar. Creo que es una de las cosas que más me han echado en cara en toda mi vida, el que más ha sido mi hijo.
No sé muy bien a qué se debe. Será a mi simpleza o a que mis padres no nos acostumbraron a viajar, no han viajado casi nada, o que ahora dedico los meses a recorrer España trabajando. El caso es que cuando llegan los fines de semana, los puentes o esas añoradas vacaciones, reparto mis días entre mi rincón de pueblo manchego (Minaya) y ese otro rincón, en el pueblo adoptado de playa mediterránea (Guardamar de la Segura).
Simple, sí. También un privilegio que se deja de valorar cuando se tiene.
Los viajes son una huida.
 
 
A/23.D
 
Tendemos a decir a los demás lo que deben o no deben hacer. Normalmente lo que nos gustaría a nosotros que hicieran o dejaran de hacer. En ocasiones lo hacemos inconscientemente, otras no; otras simplemente nos creemos con el derecho de exigir. Y no solo no se debe sino que no está bien. Te das cuenta de que no está bien cuando otros te dicen a ti lo que quieren que hagas o no hagas, y te molesta.
Cuánto vemos de otros por no querer mirarnos a nosotros.
 
Hoy se me atravesó un verso en la boca de tal manera que tuve que utilizar un embudo de papel para vomitarlo.
 
Los libros han sido mi ángel de la guarda. No veo mi vida sin libros. Nací queriendo leer y moriré con los dedos oliendo a papel y tinta.
¿Qué sería yo sin mis libros o cuadernos? Nada. ¿Qué sería sin esos montones, ya apilados en los suelos de mis rincones, como columnas al cielo?
A veces me pregunto para qué acumulo tanto libro, tanto papel impreso.
Otras veces, simplemente, me paseo, como en esta tarde, entre esos rincones,  dejándome impregnar de su olor. Me siento en el suelo. Me dejo enterrar por esas toneladas de papel.
Si algo le debo a mi padre, entre muchas más cosas, es la de haberme acostumbrado, desde muy pequeño, a visitar, esos puestos que todavía perduran, todos los domingos, hiciese calor o frío, de arriba abajo en la Cuesta de Moyano. No he encontrado un lugar más maravilloso.
Prácticamente no llegaba a aquellos tablones de madera repletos de libros viejos. Cada domingo conseguía algo nuevo: primero unos cuentos, pero luego iban siendo libros: biografías, ensayos, filosofía, poesía, alguna novela. Siempre quería los más gruesos.
Aquella costumbre dejó de serlo para convertirse en esencia de mi vivir. Comprar libros, acariciarlos, leerlos, es una parte intrínseca de mí.
Ahora, de vez en cuando, mientras voy hacia el tren, paseo por entre esos puestos, por los que quedan abiertos, rebuscando algún que otro tesoro. El día que me llevo algo, duermo feliz con su olor de viejo entre las manos.
Busco y rebusco en las ferias del libro antiguo. Me dejo llevar, en algún momento, casi a diario, como en una necesidad extrema, entre los pasillos abarrotados de libros de alguna de mis librerías favoritas: Pasajes, Troa de Serrano, Antonio Machado o La Central.
No me veo sin un libro en la mano. No me veo, sea donde sea, sin los dedos tiznados de ese negro que a veces sueltan las páginas cuando las aprietas con cariño o de la tinta de mis plumas.
Qué maravilla sería, pensaba, poder morir envuelto en libros, en medio de un campo, mi campo, creando con la palabra un vergel poético a donde hacer peregrinar a todos esos jóvenes que deambulan por ahí atrapados en sus móviles o tabletas sin remedio existencial.
Parece que leer, o escribir, es algo fuera de las modas actuales. Incluso eso de comprar el periódico, en papel, es de carcas. Los libros son ese lugar donde refugiarnos, ese lugar donde ir para entender el mundo que nos rodea y sentirnos seguros. Pensar.
 
¿Por qué corro? Correr es de cobardes, dicen por ahí los que ni corren ni correrán en su vida. Corro porque lo necesito, no solo para equilibrar esa vida de excesos que llevo, sino para equilibrar lo que para mí es más importante: mi mente.
No solo es correr, trotar; es caminar a marcha rápida, sin pasear. Cualquiera de las dos opciones me vale porque cualquiera es una forma de encontrarte contigo, de ordenar pensamientos, de ver las cosas desde otros puntos de vista. De ser consciente, de contemplar. Observar.
Cuando corro o camino vivo ese instante.
Correr también es sufrir, escuchar lo que te dice el cuerpo; saber de tus límites, de esos avisos.
Correr. Escribir. Leer.
 
El estoicismo práctico te permite aprender que nadie, absolutamente nadie, puede interponerse en tu camino y obstaculizarte. Que nadie ni a nadie debes permitir que te genere frustración.
Nadie puede perjudicarte.
Todo aquello que se interponga en tu camino simplemente sáltalo o conviértelo en el camino.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33