Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 22.
E/23.L
Preveo una semana
movida. Quiero hacer tanto que a lo mejor llego a poco. Hacer poco y bien,
cumpliendo los objetivos previstos, ya sería mucho. Hacer mucho a medias, o
mal, sería nada.
Nos resistimos a cambiar
por muchos motivos, uno de ellos es por no tener objetivos concretos y un
propósito. Nos da pereza plantearnos objetivos y nos acoplamos a una falsa
comodidad. La comodidad es falsa cuando en la misma comodidad te incomodas
porque te gustaría cambiar.
Habitamos en una sociedad en la que todo es inmediatez, acostumbrados a tener todo aquí y ahora.
Lo inmediato no te deja disfrutar del proceso.
¿Por qué no vivir los días más lentos?
Si ha de cambiar nuestra
percepción del mundo, porque no nos gusta, han de cambiar primero nuestros
pensamientos.
Por lo tanto, debemos trabajar nuestros pensamientos. De nada sirve quejarnos o lamentarnos del mundo que tenemos. No es el mundo lo que hemos de cambiar, el mundo es un efecto de lo que yo pienso.
El mundo es lo que pensamos o creemos que es. Esto se puede modificar a través el cambio de pensamientos.
Si antes de tomar una
decisión dudas mucho, lo normal es que la respuesta sea NO. Al igual que cuando
proponemos a alguien un plan, o proyecto, y duda si va a unirse o no, casi nunca
termina por hacerlo.
Ten momentos vacíos. Dos
o tres a la semana. Nada en tu agenda. Momentos para pensar. No para pensar en
automático, para pensar si lo que haces lo estás haciendo bien, a dónde vas o
qué puedes mejorar.
Gracias a esos dioses
que nos velan, y por el momento, uno no pisa mucho los médicos. La edad, esa
que como los coches es mejor revisarlos por si pierden humo o alguna lamparilla
no luce bien, y por la insistencia, también, de los que te quieren y ven que
llevas una vida con demasiado ajetreo, lo mejor es pasar por el taller o
consulta.
Así he hecho.
Es cruzar la puerta del centro médico y ponerme en un estado de nervios inusual. Realmente hoy solo he ido a que la doctora me hiciera los pertinentes volantes de revisión. Pero no lo puedo evitar. ¿Qué será? Tal vez es lo mismo que cuando llevas el coche al taller: entra y le comienzan a sacar averías.
Exactamente desde aquél COVID primero que se me agarró un poco al pulmón y me vi obligado a venir corriendo, no había pasado por aquí. Por cierto, vamos camino de los tres años de aquello. Dejadez.
El caso es que vas, como yo, y te vuelves con cuatro volantazos, como si de un examen se tratara, que te dejan, como es lógico, más nervioso todavía: análisis más que completo, rx tórax para comprobar cómo sigue ese pulmón, electro y toma de tensión y finalizamos con la novedad, por la edad y por los antecedentes familiares, colonoscopia con sedación. Lógicamente le he indicado a la doctora, atenta siempre, que sin sedación ni de coña.
Comenzaré con todo en febrero. Vienen días de preocupación.
Hoy me ha resultado curioso que la doctora, que no creo llegue a los 40 años, cuándo me hablaba de hacer la colonoscopia o ese otro tipo de prueba que se suele hacer previa, me ha dicho algo así como: “evidentemente yo a mi padre le recomendaría ésta, la previa puede dar errores para bien pero también para mal.” ¡¿Que recomendaría a su padre?! Pero ¿cree que puedo ser su padre? Esto de la mascarilla y la barba tan blanca envejece en exceso. Ja, ja.
E/24.M
Cualquier proyecto que
emprendas, debes de creer en él. Si no crees, lo mejor es no comenzar.
Cada momento es un nuevo
comienzo, así lo escribió el Nobel de literatura Thomas S. Eliot. Así, también,
trato de representarlo yo en mí día a día. Cada mañana comienzo de nuevo aunque
los años me van haciendo más y más cansino.
Agradecer la vida y lo vivido, aunque mucho de ello nos haya hecho sufrir.
Acertar y equivocarse. Tantas equivocaciones que a veces soy incapaz de contar las heridas o arañazos que alberga mi piel.
Reconectar con uno mismo. Sentir el suelo bajo los pies que soportan el peso de un cuerpo que todavía se siente fuerte para seguir levantado y con la cabeza en alto.
Valorar lo que tenemos y no desear lo que no. No compararnos con nadie.
Amor fati: aceptar con
positividad aquello que el destino nos depare. Amar el destino.
Todo es posible, todo se
puede conseguir, solo tienes que intentarlo, creer, querer. Los límites nos los
ponemos nosotros, están en nuestra mente.
Pon el foco en lo que deseas, por pequeño que sea.
No sé si son más o menos
atrevidos estos diarios. Un diario, si lo abres, no solo es atrevido sino
valiente. No abres el diario, te abres tú. Lo que sí sé es que me encanta este
desorden de escritura. Ideas de aquí y de allá. Repeticiones. Reflexiones
inconexas. Idas, venidas. Todo como viene y que, realmente, también va. No sé,
a lo mejor termino por convertirlo en libro, aunque solo edite uno, el mío.
“Somos lo que pensamos.
Todo lo que pensamos surge con nuestros pensamientos.
Con nuestros pensamientos construimos el mundo.
Habla o actúa con mente impura y los problemas te seguirán. (…)
Habla o actúa con una mente pura y la felicidad te seguirá como tu misma sombra, inseparable.“ Dhammapada
Complicarte
la vida es un arte que no es difícil, solo tienes que proponértelo. A veces ni siquiera tienes
que pasar a la acción, simplemente dejar que pase. Esto lo escribe uno que
lleva complicándose la vida desde que nació, toda la vida. Todavía hoy, y mira
que reflexiono sobre ello, no tengo claro el por qué ni el para qué.
Habitamos en una sociedad en la que todo es inmediatez, acostumbrados a tener todo aquí y ahora.
Lo inmediato no te deja disfrutar del proceso.
¿Por qué no vivir los días más lentos?
Por lo tanto, debemos trabajar nuestros pensamientos. De nada sirve quejarnos o lamentarnos del mundo que tenemos. No es el mundo lo que hemos de cambiar, el mundo es un efecto de lo que yo pienso.
El mundo es lo que pensamos o creemos que es. Esto se puede modificar a través el cambio de pensamientos.
Así he hecho.
Es cruzar la puerta del centro médico y ponerme en un estado de nervios inusual. Realmente hoy solo he ido a que la doctora me hiciera los pertinentes volantes de revisión. Pero no lo puedo evitar. ¿Qué será? Tal vez es lo mismo que cuando llevas el coche al taller: entra y le comienzan a sacar averías.
Exactamente desde aquél COVID primero que se me agarró un poco al pulmón y me vi obligado a venir corriendo, no había pasado por aquí. Por cierto, vamos camino de los tres años de aquello. Dejadez.
El caso es que vas, como yo, y te vuelves con cuatro volantazos, como si de un examen se tratara, que te dejan, como es lógico, más nervioso todavía: análisis más que completo, rx tórax para comprobar cómo sigue ese pulmón, electro y toma de tensión y finalizamos con la novedad, por la edad y por los antecedentes familiares, colonoscopia con sedación. Lógicamente le he indicado a la doctora, atenta siempre, que sin sedación ni de coña.
Comenzaré con todo en febrero. Vienen días de preocupación.
Hoy me ha resultado curioso que la doctora, que no creo llegue a los 40 años, cuándo me hablaba de hacer la colonoscopia o ese otro tipo de prueba que se suele hacer previa, me ha dicho algo así como: “evidentemente yo a mi padre le recomendaría ésta, la previa puede dar errores para bien pero también para mal.” ¡¿Que recomendaría a su padre?! Pero ¿cree que puedo ser su padre? Esto de la mascarilla y la barba tan blanca envejece en exceso. Ja, ja.
Agradecer la vida y lo vivido, aunque mucho de ello nos haya hecho sufrir.
Acertar y equivocarse. Tantas equivocaciones que a veces soy incapaz de contar las heridas o arañazos que alberga mi piel.
Reconectar con uno mismo. Sentir el suelo bajo los pies que soportan el peso de un cuerpo que todavía se siente fuerte para seguir levantado y con la cabeza en alto.
Valorar lo que tenemos y no desear lo que no. No compararnos con nadie.
Pon el foco en lo que deseas, por pequeño que sea.
Todo lo que pensamos surge con nuestros pensamientos.
Con nuestros pensamientos construimos el mundo.
Habla o actúa con mente impura y los problemas te seguirán. (…)
Habla o actúa con una mente pura y la felicidad te seguirá como tu misma sombra, inseparable.“ Dhammapada
Hace unos años, como 12 o 13, mi primo C y yo entrenábamos para correr los maratones en la Casa de Campo. Quedábamos a las 8h todos los fines de semana. En invierno, mientras amanecía, comenzábamos nuestra ruta de 20 km con una temperatura entre -2º y -4º C. El sudor y la escarcha que se adhería a mi barba se congelaban. Era disciplina, coraje y compromiso. También eran 12 años menos.
Escribo esto porque, según venía caminando, por el Paseo del Prado y Recoletos, no son pocos los jóvenes y no tan jóvenes, ataviados con ropa de entrenar, que salen a correr antes de comenzar su jornada, con ese mismo frío que a mí, ahora, parece que me vence.
¿Qué es ser un buen hombre? ¿Qué no lo es? Lo que has hecho mal, lo que has hecho bien. Lo que podrías hacer bien y lo que deberías de dejar de hacer mal. Lo que distingues entre bien y mal. Lo que es el bien para ti y lo es para los demás.
Por muchas vicisitudes, malas experiencias, crisis, que hayamos vivido; por muchas malas decisiones, o equivocadas, que hayamos tomado, tenemos un techo y un colchón donde dormir. Sé que muchas de estas personas duermen ahí, bajo esos trapos y cartones, porque no quieren ir a un albergue, que los hay. Nadie debería dormir en la calle y mucho menos en invierno, cuando las temperaturas bajan de 0º y ni los tragos de coñac calientan los cuerpos.
La realidad de la vida también es esta. Mirar hacia otro lado es, simplemente, obviar la desgracia, el sufrimiento, la desesperación y la pobreza que existe en el mundo, aquí.
Porque ladran los perros y aúllan los lobos, a esa oscura claridad, se le llama lubricán.
Despertar y simplemente dejar un tiempo el cuerpo tendido sin movimiento.
Despertar y sentir que el corazón late; respirar, inhalar y exhalar, despacio.
Despertar sin prisa.
Acepta también que te digan que NO a ti.
Elige la libertad y ponte límites.
Queremos abarcar todo y nos quedamos sin libertad.
Tal vez es que no sepamos manejar nuestra libertad.
No digas que sí a tantas cosas.
Entrar en tu interior con el ánimo de conocerte mejor. ¿Nos conocemos?
Revisar actitudes, necesidades, ideas, valores.
Hacer retrospección para examinar tus equivocaciones pero también los aciertos. Para enmendarlos y poner en valor lo bueno de ti.
Mirar hacia delante. Hacer una prospección de nuestra vida para hacer que nuestro camino esté más limpio de interrupciones y distracciones, más llano. Ser consciente. Conocerte.
Retrospección. Introspección. Prospección. Proyección.
Es lo que hago nada más levantar, los sábados y los domingos, esté donde esté.
Luego, en casa, los leo lentamente, como degustando las malas noticias, entreteniéndome poco en las páginas deportivas y más en las culturales.
Pasar las hojas despacio, oliendo el papel empapado en tinta, manchándome los dedos con esas palabras que quieren saltar de las páginas frescas en la mañana.
Recortar algún artículo que parece interesante, para dejarlo doblado por aquí, entre estas líneas, y algún día encontrarlo y recordar los momentos en el que el papel existió.
Mucho me temo que la prensa impresa terminará por desaparecer. No será lo mismo.
Como a todos los españoles de a pie, en mi caso anoche, cuando leía apaciblemente, me llegó al móvil el recibo conjunto del consumo de electricidad y gas. Último recibo. Casi me caigo de la silla. Ese instante me rompió mi estado de calma y felicidad tan difícilmente conseguido durante el día.
Me acosté enfadado, incrédulo.
Por mucho que no queramos verlo, o nos engañemos, no son tiempos fáciles. No lo son para los que tenemos el privilegio de un trabajo más o menos en condiciones y la vida más o menos ordenada, pero muy complicados para esas familias de 2 o 3 integrantes, que viven con un solo ingreso que no supera, como los hay infinitos, los 1300 o 1500 euros.
Las desigualdades sociales, económicas, cada vez son mayores.
La inflación está ahí, la pobreza aumenta en todos nosotros y la seguridad de las economías familiares se ha evaporado prácticamente al completo.
Avanzamos, de manera dificultosa, hacia un futuro incierto.
Estar en calma. ¡Qué
difícil en estos tiempos que vivimos!
Yo me agarro a la filosofía, en especial a la filosofía estoica. Me agarro a ella y lo recomiendo.
Me aporta paz y también me aporta esos trucos para enfrentarme a mis miedos o, también, formas de prepararme, de la mejor manera posible, a esos cambios repentinos de la fortuna. A gestionar mis emociones, sobre todo esas que me incapacitan y restan. A agradecer lo poco que me acompaña.
Aun con todo esto, que no dejan de ser enseñanzas que no servirán de nada si no las ponemos en práctica, la responsabilidad de dirigir nuestra vida es nuestra.
“Lo importante no es lo
que te ocurre, sino cómo reaccionas ante ello”, decía Epicteto.
Hay cosas que son inaceptables, y como tal, lo que no podemos aceptar tenemos que cambiarlo primero desde nosotros y, después, desde la sociedad que formamos parte y, de alguna forma, nos lleva.
El estoicismo es una forma de enfrentarte a la vida, de aguantar todos esos obstáculos y vicisitudes que desde el exterior amenazan el bienestar de nuestro ser. Cultivar la virtud interior.
Es una filosofía que tiene siglos, que surgió en épocas de crisis, de complicaciones sociales. Es una filosofía para ahora, para estos tiempos que corren pero que el progreso ha hecho que aparezcan nuevos errores que evitar.
Y no solo desde la individualidad. El cambio en ti es esencial; generar lazos colectivos para cambiar aquello que no te gusta y no tienes por qué aceptar, es importante.
Y todo esto por el puñetero recibo del gas.
Yo, gracias a los dioses, y a tener un trabajo, puedo poner la calefacción. ¿Cuántas familias, viudas, parados, pensionistas, que en estos días de frío extremo, no pueden calentar sus casas?
El miedo te pone en
alerta. Es un aviso. El miedo te dice que hay problemas o te pone en preaviso.
El miedo te activa, pero también te paraliza.
Vivir con miedo continuado no es vivir. Te atemoriza equivocarte.
Yo me agarro a la filosofía, en especial a la filosofía estoica. Me agarro a ella y lo recomiendo.
Me aporta paz y también me aporta esos trucos para enfrentarme a mis miedos o, también, formas de prepararme, de la mejor manera posible, a esos cambios repentinos de la fortuna. A gestionar mis emociones, sobre todo esas que me incapacitan y restan. A agradecer lo poco que me acompaña.
Aun con todo esto, que no dejan de ser enseñanzas que no servirán de nada si no las ponemos en práctica, la responsabilidad de dirigir nuestra vida es nuestra.
Hay cosas que son inaceptables, y como tal, lo que no podemos aceptar tenemos que cambiarlo primero desde nosotros y, después, desde la sociedad que formamos parte y, de alguna forma, nos lleva.
El estoicismo es una forma de enfrentarte a la vida, de aguantar todos esos obstáculos y vicisitudes que desde el exterior amenazan el bienestar de nuestro ser. Cultivar la virtud interior.
Es una filosofía que tiene siglos, que surgió en épocas de crisis, de complicaciones sociales. Es una filosofía para ahora, para estos tiempos que corren pero que el progreso ha hecho que aparezcan nuevos errores que evitar.
Y no solo desde la individualidad. El cambio en ti es esencial; generar lazos colectivos para cambiar aquello que no te gusta y no tienes por qué aceptar, es importante.
Y todo esto por el puñetero recibo del gas.
Yo, gracias a los dioses, y a tener un trabajo, puedo poner la calefacción. ¿Cuántas familias, viudas, parados, pensionistas, que en estos días de frío extremo, no pueden calentar sus casas?
El miedo te activa, pero también te paraliza.
Vivir con miedo continuado no es vivir. Te atemoriza equivocarte.
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