21.04.2019... Reflexionando en el Camino.

Terminó la semana tranquilo, con buenas sensaciones que sin duda han sido provocadas por una desconexión prácticamente total del ruido que envuelve mi mundo habitual.

Son días de campañas electorales, de esos liderazgos personalistas que van y vienen, de promesas populistas, y he preferido resguardarme, la mayor parte de los días en las murallas de viento y lluvia del pueblo.

Lugar sagrado de silencios y costumbres; lugar de caminos y piedras. Lugar donde se entrelazan las raíces con las direcciones que se cruzan y pierden mientras te muestran la verdad: ningún camino es más ni menos difícil, solo lo es aquel que no nos atrevemos a recorrer.



Días de silencio, días de pensamiento y recogimiento. Días de pena, también. Porque la pena te queda desparramada en ese tiempo que se va y no vuelve.

Escuchar el silencio.

¿Qué es el silencio? Realmente en pocos lugares puedo apreciar su significado más que por allí.

Escuchar el viento, ese viento; los pájaros que cantan, esos pájaros; sentir desde dentro, ese adentro.

Caminar por el campo. Contemplar los cielos, como estos días, entre grises tapando esa inmensidad que apaciblemente descansa, ya verde, repleto de esas primeras florecillas amarillas. Cuando arrancas una  de la tierra, hueles y estás sintiendo el mismísimo universo. Todo está conectado. Percibes el momento, el instante. El tiempo no existe, simplemente ES.

He respirado. Por fin he respirado en esta auténtica y natural maravilla que ofrece la naturaleza que solo guarda el valor de unos cuantos.

Esta época del año es preciosa. Esas espigas que ya levantan flexibles al viento, firmes en el suelo, duras en la trilla y haciendo el pan.

Los bailes de estas aves que campan a sus anchas por aquí, dibujando versos en el cielo de libertad y silencio.

Todo, si escuchamos, nos dice que la vida existe más allá de lo que queremos acaparar. Cada uno elige su destino y a veces hay que pararse, respirar, sentir, escuchar y cambiar de dirección para darte cuenta de lo que tienes o de lo que pierdes.

Hay cosas que no tienen precio simplemente porque no lo tiene. Pero no todos valoramos igual las cosas  ni todos pensamos lo mismo. Si fuéramos todos iguales posiblemente sería difícil la convivencia. De lo distinto siempre nos vemos engrandecido. Tan respetable es el silencio, como el ruido del asfalto.

Muy pocos comprenden que lo que realmente buscan no es algo material o físico, sino el AQUÍ y el AHORA, que ese ese instante en el que nuestra mente cabalga serena, por el camino, en silencio y no envuelta en futuros que no sabemos si vendrán.

Estar libre de miedo, de deseos, de todo aquello que nos genera frustraciones, sufrimiento.

Pensamos que todos deben caminar por donde nosotros caminamos, en la misma dirección , pero nos equivocamos. Cada uno toma su sentido. Acertado o no es el de cada uno. Igual que nosotros debemos de tomar nuestra propia dirección y no seguir siempre a la manada.

Estos caminos que transito están llenos de cantos, de piedras. Muestran simbólicamente esa dificultad del camino.

A veces tropezamos, pero no caemos. Y si caemos seguimos caminando aun con heridas en las rodillas.

Las dificultades te permiten crecer. No quejarnos,  enfrentarnos a los obstáculos que nos ofrece el caminar.

Convencernos de que podemos hacer, de que podemos seguir, de que podemos llegar. Si estamos convencidos lo conseguimos, si no lo estamos jamás emprenderemos la marcha.

El crecimiento espiritual, por ejemplo, es un camino que exige voluntad de cambio, creer y crecer. Avanzar exige salir del estado de confort y comodidad.

Realmente no sabemos lo que queremos en la vida y ni siquiera nos paramos, nos sentamos en una piedra tranquilos a pensar en ese problema, nos dejamos llevar por el bullicio, el ajetreo diario, el que dirán o el qué hacen los demás.
Cada día es un aprendizaje. Todo significa algo, simplemente hay que sentirlo.
Tener un propósito, un destino. Te hará siempre caminar en una dirección. Una misión, una emoción.

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