03.11.2018... Entre estos cielos de Minaya!

Es cierto que no todo lo que parece es, ni todo lo que es, es lo que parece. 

Tampoco en la normalidad de los días sabemos apreciar lo que tenemos frente a nosotros y, simplemente, cuando no lo tenemos es como si nos faltara el aire.

Miro ahora mismo, tras la ventana, y me dejo llevar por estos cielos que han decidido pintar de un color anaranjado el final del día. El viento no corre. Los pájaros han ido buscando sus nidos para descansar y despertarnos en el mañana. 

¿Es lo que tenemos? ¿Es lo que queremos? Depende para quién. 

Me siento dueño de estos cielos, de este viento y este ocaso del día. Lo comparto con todo aquél que quiera sentir esa propiedad universal, que es adueñarse de la belleza de lo natural. No todos lo valoran ni todos lo quieren.


Sales de la ciudad al encentro con lo humilde, que va quedando en los pueblos inacabados que no crecerán más, simplemente decrecerán de almas al calor de esas lumbres que ya en este tiempo imperan.

Sales de la ciudad espesa donde todo pasa, todo se confunde, todo te pierde y de pronto te das de bruces con el campo; con ese campo nuestro en el que un vómito de viento frío te hace volver a la realidad, esa realidad que nunca se va porque siempre está.

Aquí caminas y reflexionas. Te das cuenta de que tenemos demasiado apego a las cosas. Eso nos llena de sufrimiento y termina por convertirse en un obstáculo en nuestra felicidad.
El ego es nuestro peor enemigo, lo dice la experiencia. 
El ego es el autor de todas y cada una de nuestras desgracias.

Hoy, en el bar, en el café que tomo con mi padre siempre que estamos aquí, en Minaya, miraba desde la barra del antiguo Diego y contemplaba a cada uno de los que se sientan en el salón y conozco desde que soy pequeño: ¿qué saben estos de egos? ¿qué les importa? Tienen su baraja, tienen para pagarse su café, su cerveza y chupito… ¿qué más? Pues tal vez lo sepan todo... y más.

Pero qué más es lo que exigimos y nos exigimos los de fuera de aquí. Los que nos creemos grandes, más grandes.

Atendemos a nuestras críticas, externas e internas. Nos exigimos. Fallamos. Volvemos a fallas. Caemos, subimos. Joder.

¿Acaso sabemos qué estamos haciendo con nuestras vidas?

¿Sabemos de nuestras prioridades?

¿Hemos decidido qué podemos hacer con el tiempo que nos queda por vivir?

¿Tenemos claro qué queremos?

Vemos a los demás y les juzgamos o criticamos por sus decisiones. Pero ¿nosotros tomamos decisiones para nosotros?

En estos cielos me quedo. Son míos, pero los comparto. Todo aquél que lo desee solo tiene que pararse un segundo y contemplar. Llegar a estos caminos de todos y de nadie. Sentar un momento en la tierra. Dejarse llevar por el silencio. Contemplar este cielo. Mirar a un lado y otro. Olvidar lo malo y lo bueno. dejar el pasado atrás. Simplemente sentir el Aquí y el Ahora. Mañana... ¿quién sabe?

Feliz noche.

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