13.08.2018... Reflexiones desde el Ocaso de Minaya y... VII.

Ayer rompí una de esas tradiciones, la de escribir algunas reflexiones finalizando la semana. No todo siempre es como uno quiere, así que vamos a comenzar esta nueva semana haciendo los deberes. 


En estos días uno va por los caminos casi buscando respuestas, bajo esas piedras que rellenan las lindes. Leía estos que Rousseau caminaba para pensar; Nietzsche lo hacía por las montañas y para poder escribir; Heidegger paseaba por la Selva Negra para experimentar el ‘ser’ de una forma más auténtica que lo que permitía la vida en sociedad; yo recorro estos caminos, caminando, tratando de encontrar la esencia de ese Ser que a veces he creído perder. 

Es en estos caminos donde uno reflexiona sobre cosas que en muy pocas ocasiones lo hace. Y lo hacía estos días sobre algo esencial y que alguna de esas personas que te importan, de vez en cuando te recuerda: el tener no te hace feliz. Es más, el tener te puede provocar infelicidad, además de tensiones y problemas de todo tipo. 

Y el culpable siempre tiene el mismo nombre: ego

El ego se apodera de nosotros y nos produce miedo. 

El ego nos confunde de lo que somos a lo que realmente quisiéramos ser. Nos hace buscar el tener, el ser y el reconocimiento externo. Nos envuelve en una nube irreal y llena de falsedades. 

En estos días trato de tomar conciencia sobre mí. Todos somos dignos, independientemente de lo que tengamos. Por aquí, por allá, ves caminando a cientos de personas dignísimas y ricas, aunque posiblemente no posean mucho más de lo que llevan puesto. 

Cuando no hay nada que perder tampoco hay nada que temer. 

Nuestro valor es nuestro y nuestra felicidad no está ni en lo que tengamos ni en lo que los demás nos valoren. 

Hemos perdido, he perdido, lo más importante, la esencia del ser: la consciencia

Uno trata, día a día, de ser mejor. Y ser mejor es poner el foco en lo importante; no ponerlo en aquello que no lo es. 

Siempre nos arrepentimos de aquello que pudimos haber hecho y no hicimos. Siempre nos quejamos, o culpamos al resto, de aquello que creemos nuestras situaciones adversas. 

Somos responsables de lo que somos al igual que lo somos de lo que hacemos. 

¿Estamos vivos? Siempre tendremos, pues, esa oportunidad para hacer lo nuevo o hacer lo que debíamos haber hecho. 

En una situación de crisis si no llegamos a controlar nuestras emociones sin duda terminarán por cegarnos. Así el dolor parece que no termina nunca. 

Lo importante no es lo que nos está ocurriendo sino lo que podemos hacer con aquello que nos ocurre. 

Hay momentos en los que todo parece diferente simplemente porque lo percibimos de manera diferente. 

Todo lo que buscamos lo encontramos, lo bueno y lo malo, lo triste o alegre. En estos días de reflexión, por estos caminos, los pensamientos me llevan más lejos de lo que creo. 

Pensaba que tenía más tiempo, pero el tiempo es el que es: uno en Todo, nada. 
A la nada vamos, de la nada somos, de todo resurgimos: si queremos.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 34