14.09.2017... de Santander!

Los viajes me gustan. Conocer nuevas ciudades o recordar esos lugares por los que años atrás había pasado es algo que me enriquece aunque se por motivos de trabajo. No soy una de esas personas a las que le guste en exceso viajar. Creo es porque soy demasiado cómodo o, simplemente, porque me he adueñado de esos rincones ya míos.

Santander es una ciudad bella, señorial, abierta a ese mar bravo que es el Cantábrico.


Estos días me ha recibido y he podido caminarla, contemplarla con sus cielos grisáceos y tormentosos o de un azul infinito. He podido disfrutar de ese azul de mar bordeado por el blanco de las espumas de las olas o ese otro embravecido dispuesto a tragarse las arenas playeras.

Los viajes me desordenan, me rompen los hábitos y ese buen hacer conseguido a base de esfuerzo en los últimos tiempos. Pero me ha encantado esta tierra de España. Me ha fascinado dedicar algunos momentos a caminar, a correr y pensar por esas playas del sardinero en las que una película de agua acaricia con su fría temperatura los pies y te despierta el alma.

He podido disfrutar de su gastronomía y sus gentes, de sus calles u, cómo no, de ese impresionante paraje que rodea el Palacio de la Magdalena, sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo con la que hemos organizado el curso El futuro de la administración local y el papel de los Gobiernos locales intermedios.

No sé cómo algunos quieren separarse, independizarse de esta gran España nuestra que nos llena de orgullo allá por donde vamos.

En estos días así uno casi no tiene tiempo de pensar. Parece que corre de un lado a otro como queriendo acaparar espacios y cuando llega la noche y miras atrás, te das cuenta de que a veces se hace imposible llegar a todo.

Esta mañana he despertado cansado, anoche aterricé casi a las 23 h y tienes la sensación de no haber descansado nada. Pero te pones en marcha, otra vez, en ese camino que transitas y que a veces piensas no saber muy bien a dónde te llevará.

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