25.07.2016... Reflexiones Personales XI

Podríamos decir que es un día tal como domingo, pero es lunes. Podríamos decir que continuamos contemplando el azul del cielo, el dorado del campo y el olor a tierra; pero vemos el negro asfalto y ese color del ladrillo. Hace calor, el mismo, pero es diferente. Siempre cuesta volver, pero lo importante es el privilegio de poder hacerlo, para vivir y disfrutar de esos presentes poéticos que nos provoca el tiempo que se nos ofrece a cada instante.

Estos días, aprovechados al máximo en una cura mental y espiritual, que no física, contemplando, por ejemplo, a qué dedica el tiempo mi hijo, que es a lo que lo dedican la mayor parte de los adolescentes que como él disfrutan del privilegio del 'todo', me doy cuenta de la capacidad que tienen de desperdiciarlo. Y viendo eso pienso que, a los menos jóvenes, a los mayores o a los viejos, llámese como quiera llamarse o sentirse cada uno, nos queda mucha juventud que aprovechar. Y eso pasa, en contraposición, cuando veo a mi padre; le siento ese ansia por vivir y aprovechar cada instante, a veces en exceso, como si le fuera a faltar mañana. Tal vez esa debería ser la regla: aprovechar cada día como si nos fuera a faltar el mañana, pero desde siempre, con equilibrio, en medida, de tal manera que nunca tengamos que superar ese limite con el riesgo de pasarnos de la raya por miedo a no tener ese mañana.


Cuando algo bueno se acaba, nos viene la nostalgia y la añoranza. Con el tiempo nos olvidamos de ello y damos la espalda a disfrutar aquello que tenemos tan cerca y que simplemente nos provoca estados emocionalmente felices.
Creemos que la felicidad está ahí afuera, rodeada de bienes materiales, de consumo, de mentiras. La felicidad está aquí dentro, junto a nosotros, tan al lado que la llevamos en nuestro interior a la espera de ser rescatada.

El equilibrio emocional y la felicidad está en las pequeñas cosas; ese paseo por el campo, ese libro, esa copa de vino, la canción que escuchas, la sonrisa que conoces, el verso que te inspira, el beso escondido que das, la mirada callada, el silencio... 

Si todos tenemos la opción de vivir cada momento, con emoción, alegría y pasión ¿por qué no lo hacemos? ¿por qué, al menos, no lo intentamos?

Decía Horacio algo así como "Carpe diem, quam minimum credula postero", no será una buena traducción pero se acerca: Aprovecha el día, no confíes en el mañana.

Mañana será otro día. Una semana de esas cortas que no me suelen gustar más que por esos pequeños momentos que siempre encuentro y que me hacen sentir. Una semana cargada de objetivos que cumplir y temas que cerrar antes de comenzar ese período estival, de agosto, en el que parece todo tiende a paralizarse. Todo menos los versos, menos la poesía.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 29