Sor Lucía Caram y la Felicidad











Sor Lucía nació en 1966 en Tucumán (Argentina) y reside en España desde 1989, ahora en convento de Santa Clara (Manresa). Ha sido una de las figuras más destacadas del congreso en Madrid.



—No hace mucho una encuesta a escala mundial decía que los sacerdotes eran los más felices con su trabajo. ¿Qué ocurre con las monjas?
—Desde luego, yo me siento sumamente feliz y recompensada con creces, más que con lo que hago, con lo que soy y con lo que comparto con la gente.


—¿Es más fácil o más difícil ser monja que madre de familia?
—Yo creo que es una cuestión de vocación y de forma de estar presente en el mundo, no de fácil o difícil. En mi caso creo que me sentiría muy limitada con una familia. No es un «no» al amor humano, sino que es un gran «sí» a un amor de otra manera.


—¿Dónde está el secreto de la felicidad?
—Creo que son fundamentales dos movimientos. Uno, el ser capaces de hacer un camino de retorno al propio corazón, reconciliarnos con nosotros mismos, descubrir todo lo que somos y lo que tenemos. Y segundo, un movimiento de retorno. Abrir los ojos, compartir la vida con los otros, y compartir con los otros la aventura de humanizar el mundo.


—¿Tiene usted una relación personal con Dios?
—Yo creo que todos tenemos una relación directa y personal con Dios.



—¿La experimenta?
—La experimento cada día en la fuerza, en la pasión, en la ilusión, en la convicción que tengo. Yo creo que se trata simplemente de hacer silencio para escuchar y abrir los ojos para ver. Dios está presente. A veces estas cosas de que hablamos, intangibles, se tornan tan evidentes que casi casi lo estás tocando.


—¿Tiene usted miedo a la muerte?
—No, no tengo miedo a la muerte. Sí me gustaría que llegara tarde. Estoy muy bien como estoy. Pienso que la muerte marca el inicio de una nueva etapa. Siempre digo que la primera etapa es en el seno materno, que estamos aquí en este mundo para ser felices, para compartir, y la vida eterna ya ha comenzado aquí. Aquello será la continuación. Pero como nadie ha vuelto y como el paso a todos nos cuesta, evidentemente no me lo planteo, no le tengo miedo, pero de momento no tengo tiempo para morirme.


—¿Cómo reaccionaría usted si le dijeran que padece cáncer de páncreas y que morirá pronto?
—Lo que haría, si las fuerzas me lo permitieran, sería continuar haciendo exactamente lo que estaba haciendo. Evidentemente, con un cáncer de páncreas, las fuerzas irían bajando. Intentaría realizar una síntesis de lo que he vivido y hacerme una pregunta fundamental: si he amado. Y a partir de ahí, si hay alguien que se ha sentido no amado o no reconciliado, intentaría dejar las cosas en orden. Pero para eso no es necesario que tenga un cáncer y esperar al último momento. El reto es hacerlo ahora.

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