MATTHIEU RICARD El hombre más feliz del mundo



Entrevista de Rosa M. Tristán


A Matthieu Ricard no le gusta que le llamen «el hombre más feliz del mundo», pero lo cierto es que este monje budista de origen francés, genetista de formación, transmite una gran paz interior, quizás porque, como ha probado la ciencia, su cerebro ha adquirido capacidades que le permiten aumentar su bienestar mental, y también físico.


Ricard, de 66 años, ha visitado Madrid con motivo del II Congreso Internacional de la Felicidad. Asegura que para alcanzar este deseable estado humano «hay que entrenar el cerebro» a través del amor altruista y que la fuerza para conseguirlo está en nosotros. Asegura que con 20 minutos diarios de meditación se produce una autotransformación regeneradora.


Pregunta.- ¿Por qué decidió abandonar su carrera científica y tomar un rumbo tan distinto?
Respuesta.- Tuve la suerte de estudiar en el Instituto Pasteur. Mi padre fue filósofo, mi madre pintora, pero yo no estaba seguro de lo que quería. A los 20 años vi unos documentales sobre maestros budistas y quise conocerlos. Lo hice y fue inspirador. Tuve una transformación interna. Así que, a los 26 años, al terminar el doctorado, me fui al Himalaya y allí sigo.


P. - ¿Esa transformación mental ha cambiado su cerebro?
R.- Llevo 40 años y soy un principiante, pero he encontrado un beneficio inmenso en la meditación y ahora dedico mi vida a enseñar sus beneficios. Me da la fuerza servir a los demás. Estoy convencido de que se debe a este entrenamiento. Durante 12 años he colaborado con científicos que han comprobado la transformación de la mente que medita, y su reflejo en el comportamiento, en la amabilidad, la falta de miedo e inseguridades.


Ricard, durante su conferencia en este congreso, ofreció datos de los electroencefalogramas y escáneres cerebrales de meditadores expertos. Así se comprobó que incrementan la zona cerebral de las ondas gamma, relacionadas con la consciencia y la percepción; también que son capaces de modular la sensibilidad al dolor; o que aumenta su área del hipocampo, fundamental para el aprendizaje. Incluso se observó que tienen la telomerasa más alta, lo que es bueno contra el envejecimiento. Y, por si fuera poco, refuerza un 30% el sistema inmune.


P.- ¿Por qué decidió colaborar en todos estos experimentos?
R.- El Dalai Lama siempre ha estado interesado en la ciencia. Al salir del exilio, en Tibet, decidió organizar reuniones científicas. Ahora tenemos el Instituto de la Mente y la Vida y ya hemos organizado 25 reuniones. En el año 2000 versó sobre emociones destructivas. Entonces me ofrecí de voluntario para el estudio del cerebro. Pasé muchas horas en escáneres y resonancias magnéticas, incluso pedí a a otros maestros de la meditación que participaran. Creo que fue una sabia decisión del Dalai Lama porque si era bueno meditar, podía utilizarse en la educación para obtener una mejor gestión emocional, mejorar la atención y el comportamiento social. Y en los últimos 12 años hemos probado que sí funciona. Muchas publicaciones científicas lo aseguran.


P.- ¿Y quien no lo consigue?
R.- Hay gente con más facilidad, pero con entrenamiento todo el mundo puede alcanzar cierto nivel. Meditar no es sentarse sin hacer nada, hay que entrenar la mente. También la entrenamos con juegos de ordenador, pero eso nos resta sensibilidad. Entrenarse es familiarizarse con algo. Puedes hacerlo jugando al tenis o siendo amable. No basta relajarse, hay que entrenarse en el amor altruista.


P.- ¿Hace falta una religión para alcanzar ese estado?
R.- Por supuesto que no. El Dalai Lama dice que es una gran equivocación creer que el altruismo compasivo sólo tiene que ver con la religión. Algunas religiones ayudan a conseguirlo, pero es una cualidad humana básica.


P.- Vivimos en un mundo donde prima lo práctico, las personas resolutivas frente a la contemplación. ¿Es posible ser feliz así?
R.- Aún así, esas personas deben entrenarse para conseguirlo. No hay límites físicos para desarrollar el amor. Las pruebas científicas nos aseguran que podemos hacerlo. A quienes intentan meditar y no pueden, les diría que hay que intentarlo un poco cada día. Las soluciones rápidas no funcionan. Ser feliz en siete semanas no existe. Es a los tres o cinco años cuando se ve la diferencia. No es cosa de un día. Es un progreso pequeño pero constante.


P.- ¿Somos, en general, más felices que en el pasado?
R.- Difícil decirlo. El bienestar ha sido estudiado en Oriente y Occidente. Más educación, menos gente en la pobreza extrema, menos violencia... Todo eso es positivo, parece que camina hacia una sociedad más armónica. Pero la clave es no perseguir la felicidad en una sociedad individualista. Hay que valorar la amistad, las relaciones sociales. Y espero que estemos en ese camino.


P.- ¿Me podía dar algunos consejos para ser feliz?
R.- Generar amabilidad como práctica mental; entender que el cerebro puede ser nuestro mejor amigo o un enemigo; cultivar emociones que producen felicidad; y también reducir los pensamientos que generan lo contrario, ah!, y no buscar el placer instantáneo nada más.


Fuente: El Mundo 11 de abril de 2012

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