Que la vida cada día te enseña más, no es un dicho sino un hecho. Y yo que no he sido, ni soy, de esos a los que les gusta mantenerse quietos sino que allá dónde había -o hay- charco allá que me metía -o meto-, me ha hecho aprender todavía más.
Y llega el día y uno se acuesta -como hoy-, se tumba en la cama, mira al techo y piensa que para qué habrá servido mojarse en tanto charco, que para qué defender a unos y a otros si al final, lo único que te agradece y siente es tu corazón tranquilo, tu conciencia en paz, el abrazo de un verdadero amigo y un par de sonrisas sinceras, ajenas a todo este sistema, que te esperan cada día.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 25

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 26

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 27