'Más allá de la caricatura' por DAVID GISTAU


Aunque todavía inspire a algunos autores de viñetas como Forges, la caricatura nazi del judío, aventada por publicaciones como Der Sturmer, ha evolucionado en la actualidad. Ya no consiste tanto en el narigudo avariento de rasgos deformados por la maldad que exprime a los recién nacidos para beberse su sangre. La reducción contemporánea del judío retrata a un hombre, siempre narigudo pero vestido de uniforme, al que se le pone expresión de placer sexual cuando pasa con su carro de combate por encima de niños palestinos. Ésa es la visión propagandística de la izquierda antijudía. Y no se admite otra. Menos aún, una que humanice al judío.


Recuerdo una conversación con un amigo israelí en la que hablábamos cómo, influido por esa caricatura que, con sus variaciones, es tan antigua como el cristianismo, el público europeo aún debía descubrir de Israel lo obvio. Que es un país donde la gente tiene hijos, y va al cine, y liga en las discotecas, y se baña en el mar, y se divorcia, y llora, y ríe, y piensa incluso contra sí misma porque tiene una sociedad civil, y concede libertades impensables en cualquier nación de su entorno, incluyendo la sexual, tan cerca de donde son ahorcados los homosexuales. En definitiva, decidimos que, incluso después del Holocausto, aún tenían vigencia las preguntas de Shylock: <<¿Acaso los judíos no tenemos ojos? ¿No tenemos calor y frío en los mismos veranos e inviernos que los cristianos? Si nos pinchas, ¿no sangramos?>> Aún era obligado aclarar que los judíos son seres humanos que trascienden de esa caricatura que durante muchos siglos ha caldeado ambientes de matanza.

Un ligero programa cotumbrista de TVE, Españoles por el mundo, grabó un capítulo en Jerusalén. El propósito argumental no era político, como no lo es el de los reportajes turísticos sobre España que hablan con taberneros pero no con etarras. El programa ha sido aplastado por el Tea Party del Pásalo, por esa izquierda antijudía que prolonga el Der Sturmer, y retirado por TVE, infinitamente cobarde y envenenada de prejuicios como siempre. ¿Por qué ha ocurrido eso? ¿Por qué el reportaje no abordaba el conflicto con los palestinos?

No. A nadie se le ocurriría exigir a un equipo de televisión desplazado a Pekín para elaborar un programa sobre gastronomía china que se pasara por las cárceles a preguntar por los disidentes presos. Ha ocurrido porque la judeofobia europea no tolera que los judíos sean contados más allá, de su caricatura. Como seres humanos no esquemáticos a los que no es tan sencillo odiar. Está prohibido que Israel sea nada, salvo sangre y muerte.

Artículo publicado en El Mundo del Domingo 16 de enero de 2011

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