La Tolerancia, valor esencial en nuestras vidas.-

El pasado sábado, 29 de enero, participé en el 'Acto Solemne en Memoria de las Víctimas del Holocausto' organizado por la Comunidad Shema Sefarad de Madrid y la Asociación Cultural Shema Israel Sefarad de Ciempozuelos, en el Auditorio del Centro Municipal de Formación de Ciempozuelos. Esta fue mi intervención en el mencionado acto:

Sé que no voy a decir nada que no esté dicho o escrito, no ahora, sino desde hace siglos. Lo que ocurre es que me temo que por mucho escrito o por mucho dicho no hemos aprendido. El ejemplo de los que digo está nada más abrir los periódicos cada mañana o escuchar la noticias de la radio.

“Para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”. OCTAVIO PAZ

He querido comenzar esta breve intervención con esta frase del maestro Octavio Paz. Una frase que hoy, un día como el de hoy en el que recordamos un atroz suceso de nuestra historia, recoge la esencia, al menos para mi, del humanismo, de la ética, de la vida en un siglo, el nuestro, el XXI, en el que nuestra existencia, nuestro día a día, va mucho más allá del YO para convertirlo en el NOSOTROS.

Y el nosotros, hoy, no es el NOSOTROS de ayer. El nosotros, hoy, se encuentra más cerca, se encuentra junto a esa diversidad que más allá de separarnos, nos debe o debería enriquecer. Y la esencia de ese enriquecimiento, la esencia del ser en este siglo XXI está grabada en las letras que componen una palabra cargada de enorme significado: TOLERANCIA.

TOLERANCIA es, llega a ser, la esencia de la vida en cualquiera de las sociedades actuales. Tolerancia es aceptar opiniones diferentes, tolerancia es aceptar a personas que no sólo piensan sino que creen, viven, y son diferentes a mí. Tolerancia es saber escuchar y aceptar a los demás; es valorar a todo a aquel que desde su diferencia a la nuestra, obran, viven, piensan, creen, rezan, aman, escuchan distinto a nosotros. Eso es la Tolerancia: eso es vivir y agradecer estar vivo cada día.

Pero ¿tan difícil es ser tolerante? No olvidemos que podemos ser diferentes en la religión, en la raza, en la procedencia, en la cultura… pero somos iguales en la esencia: en la persona, en el ser HOMBRE.

Desde que el mundo es mundo no hemos dejado de hablar de Tolerancia sin llegar a ser tolerantes. Se nos llena la boca a todos de ‘tolerancia’, todos somos ‘tolerantes’ de palabra. La tolerancia es muy fácil de aplaudir, pero es muy difícil de practicar y más difícil de explicar, o al menos eso se dice.

Por eso he decidido hablar mínimamente de la Tolerancia porque siempre he creído que la ‘no tolerancia’ o ‘intolerancia’ ha sido, es y será, la responsable de generar conflictos, guerras, catástrofes y las máximas atrocidades humanas que han pasado por nuestra historia como ha sido El Holocausto.

Y cuando hablamos del Holocausto, a toro pasado, cuando le hablo a mi hijo del Holocausto y de lo que significó en la historia de la humanidad, puede parecer que hablamos de hechos que ocurrieron hace siglos, muy en el pasado y NO, ocurrieron hace nada, son hechos frescos, vivos todavía, como aquel que dice, son hechos que tristemente ocurrieron antes de ayer.

¿Se podría haber evitado el Holocausto? ¿Podríamos haber evitado las guerras? ¿Se podría haber evitado la Inquisición? ¿Podríamos evitar el racismo, la xenofobia, las dictaduras? Podemos, sí podemos. Podemos con una educación que tenga como base los valores, la ética y el desarrollo de actitudes que tengan como principio máximo el respeto a los demás, a la diversidad: el respeto a los diferentes. Una educación que nos disponga, que predisponga a nuestros hijos a admitir en el otro, en su compañero de pupitre, en su vecino, una manera de ser y de obrar distinta a la suya que genere en un futuro una convivencia tolerante.

La tolerancia es un valor indispensable a promover, a provocar, a inculcar desde la base de la persona y la base es la educación.

La Tolerancia puede salvar vidas.

Por eso hoy quiero defender, una vez más, la importancia de la educación en valores a nuestros hijos, desde el principio, en el Colegio.

Aprender a tolerar, aprender a respetar desde el pupitre. Aprender a reconocer al otro y aceptar al otro, al que tienes al lado aunque el color de su piel, sus creencias, su cultura o tradiciones sean distintas. Porque es desde niño cuando normalizamos todo y nos grabamos esas virtudes o defectos que nos marcarán el camino para bien o para mal.

Pero no es sólo en el colegio dónde debemos inculcar esos valores tan importantes como es la tolerancia a los niños, no, existe una responsabilidad fundamental en la familia como núcleo formativo por excelencia; y cómo no, también, tienen gran responsabilidad los medios de comunicación.

Entre todos podemos erradicar la intolerancia de nuestras calles, de nuestras escuelas, de nuestros barrios, de nuestras vidas. Y aquellos que desprendan de sí, que generen y provoquen intolerancia, aquellos grupúsculos minoritarios no tendrán otro remedio que habitar escondidos en la clandestinidad y terminar asumiendo las decisiones de la mayoría.

Los padres, los educadores, los medios de comunicación, las administraciones, tenemos la obligación de formar a nuestros hijos en valores. Somos responsables directos de inculcar el concepto de ciudadanía por la vía de la educación y el conocimiento, como bien apunta el filósofo Savater, que añade, que la educación debe formar a un ciudadano integral, completo, con sentido de sus obligaciones, con respeto a lo que hay que respetar, y también con capacidad de crítica y de autocrítica frente al poder.

Hay una frase que tiene innumerables versiones en todas las culturas y en todas las religiones y marca la esencia de esa tolerancia a la que me refiero: si no somos capaces de respetar a el otro, no podemos exigir que nos respeten a nosotros.

En España todavía nos queda mucho camino por andar. En España todavía nos quedan rastros de intolerancia, rastros y ejemplos de racismo, de xenofobia y de antisemitismo o judeofobia.

Es triste pero es.

Me gusta contar a mi hijo que conozca y valore que en su país, España, se vivió una época de oro en la que llegaron a coincidir las tres religiones de occidente: cristiana, judía y musulmana. Una época en la que cada uno, desde la tolerancia, se enriquecía del otro. Desgraciadamente esta etapa no duró mucho y, como sabéis, a partir de 1481 comenzó a generarse lo que yo planteo aquí como una de las primeras catástrofes y atrocidades humanas generadas desde la base de la intolerancia y el odio: la Inquisición. La Inquisición acumuló durante su desgraciada existencia cerca de 400.000 víctimas de las que 50.000 fueron quemadas. Y la Inquisición fue ese primer momento dramático en el que prevaleció la intolerancia llevada a sus máximos extremos: fue el primer Holocausto.

Y el segundo momento de extrema intolerancia es el que nos reune aquí hoy: el Holocausto Nazi.

Y nos reunimos para recordar porque hay hechos tristes que no se pueden olvidar.

El 27 de enero de 1945 fue liberado el campo de concentración de Auschwitz. Esta emblemática fecha fue la elegida por las Naciones Unidas y por el Gobierno de España para señalar el deber universal de recordar, enseñar la historia y proteger los derechos humanos, para prevenir los crímenes contra la humanidad.

Hay quienes todavía niegan o reniegan este atroz hecho. Por eso hay que recordar para no olvidar, pero hay que recordar no para recuperar odios y/o rencillas personales entre unos y otros que es lo que pretenden algunos gobernantes de este país recuperando motivos históricos pasados, no. Hay que recordar para que aquellos que no vivieron espacios negros de la historia de la humanidad aprendan de los errores de sus antepasados.

El Holocausto de la población judía que practicó la dictadura nacionalsocialista alemana entre 1939 y 1945 fue un programa de genocidio planificado y ejecutado desde la intolerancia. Una tragedia humana sin límite, espantosa en la que cerca de seis millones de seres humanos civiles, desarmados, indefensos, hombres, mujeres, niños, ancianos fueron exterminados ante la indiferencia de muchos.

Cogiendo un texto de Enrique Moradiellos diremos que la Shoah, el Holocausto, no fue el resultado pasional esporádico o incontrolado, fruto de la brutalidad y desorganización inherentes a toda guerra. No fue una mera masacre brutal de enemigos vencidos tras el combate ni una simple atrocidad contra civiles inocentes como las que están registradas en el catálogo de abyecciones de la historia humana. Todo lo contrario. El Holocausto fue un verdadero programa de genocidio, ideológicamente planificado y eficazmente ejecutado con todos los recursos y maquinaria de un estado moderno y una sociedad industrial avanzada y civilizada.

Hoy debemos recordar, para no olvidar, y honrar a todas las víctimas. Y hoy debemos recordar, también, a aquellos muchos que no fueron indiferentes y que arriesgaron sus vidas para salvar a muchos otros judíos del exterminio: tolerantes frente la intolerancia.

El judaísmo es la madre de las religiones occidentales, la madre del cristianismo. Nuestra sangre, la española, es judía en un su mayor parte.

Me entristece que a día de hoy, tras hechos como los que recordamos, todavía perviva aunque sea mínimamente ese sentimiento de intolerancia, de fanatismo, de violencia hacia los judíos, de antijudaismo, antisemitismo o judeofobia. No debemos olvidarnos que los enemigos de los judíos, los enemigos de Israel, esos que propugnan la aniquilación del Estado judío, son también los enemigos de nuestra libertad, de nuestra cultura y nuestras raíces.

Vivimos en una sociedad dura, perversa, competitiva y a veces casi absurda. Pero es la que tenemos y la que hemos hecho. De nada vale quejarnos. Tenemos una oportunidad en nuestras manos para que no vuelvan a repetirse hechos tan atroces como los que recordamos, sólo tenemos que echar a andar convirtiendo un valor en un principio fundamental: convirtiendo la TOLERANCIA en la esencia de nuestras vidas.

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