Cuando escribes de forma sincera, puede ser más peligroso que lo hablas. Todo queda. Opinas, viertes en un papel o post lo que piensas o sientes, dejas caer tus vómitos lingüísticos o tus versos atípicos, tus reflexiones, tus ideas. Te vas desnudando sin darte cuenta y, desgraciadamente, no quiere decir que todo sea entendido igual por quién te lee. Lo que gusta a unos no les gusta a otros. Lo que interpretan otros de tus palabras no es lo mismo que interpretan los unos. Y luego están aquellos que siempre utilizarán tus palabras para lanzártelas como cuchillas... Es lo que tiene esto. Por eso aquellos que ni escriben -bien o mal-, ni leen -mal o bien- provocan uno de los mayores peligros sociales existentes: la ignorancia. Se dejan llevar por el viento que más sopla. Y lo escribo -y digo- por experiencia: los ignorantes suelen ser las personas más peligrosas que existen en cualquier organización, ya sea política, asociativa o empresarial.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 25

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 26

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 27