No sé por qué, o sí lo sé, siempre he tenido una especial sensibilidad, un especial cariño, me he sentido más identificado -y cerca- de aquellos que, de alguna u otra forma, sufren o están más oprimidos que el resto o, lo que es más duro, por el resto. Pero sobre todo con aquellos que han defendido o defienden, legítimamente, lo que no deberían tener que estar defendiendo jamás: su derecho a vivir, su derecho a ser como el resto aunque su raza, su religión, su sexo, su lugar de nacimiento, sea diferente a aquellos que, por el contrario, se sienten 'superiores'. Mi dedicación política, entre otras muchas cosas, me ha dado la oportunidad de conocer, de vivir, incluso de sentir, la verdad y la mentira de muchos idealismos; me ha hecho reconocer la verdad de muchos sentimientos y también me ha hecho conocer las falsas solidaridades de los que se denominan progresistas.


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