Dice Francisco López-Seivane que...

"El silencio no es la nada, es la plenitud. Todo vive allí en un orden perfecto, transparente. Cuando una mente agitada, recalentada, sobrecargada de emociones y excitación traspasa el umbral de los sonidos y se adentra en la quietud de las esencias, una misteriosa mano balsámica la aplaca, sosiega, tranquiliza, libera y cura de las heridas autoinfligidas, introduciéndola en una nueva dimensión."

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