Soy tan cabezón que después de darme un coscorrón suelo ir a por otro y si no consigo dármelo no tardaré mucho en buscarlo hasta encontrarlo. Es como el que tropieza en todas las piedras porque no quiere saltarlas.

Comentarios

  1. No estás solo, así somos más y de hecho aprendemos a base de repetir coscorrones, a veces involuntarios pero la mayoría son buscados sabiendo de antemano lo que vamos a encontrar.

    Un saludo cordial.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30