La Biblia es uno de esos libros sabios que todos deberíamos leer. Resulta curioso que España sea uno de los países dónde menos adeptos tienen sus páginas, aunque de seguro, unos y otros, creyentes y no creyentes, tienen un ejemplar en sus casas. Yo soy uno de esos pocos, o muchos aunque no confesos, que de vez en cuando me adentro en sus páginas: me pierdo y me encuentro leyendo sus versículos.
Para mí la Biblia es uno de esos libros imprescindibles en mi vida. Un texto espiritual dónde encontrar enseñanzas y consejos. La Biblia es un texto simbólico repleto de historias que buscan la reflexión de aquél que las lee. Un texto en el que cobijarse, como el Tao Te King, el Dhammapada u otros que releo asiduamente y que me dejan parar en mi ajetreo diario. Como texto espiritual y sabio, digo, nunca hay que llevarlo al extremo y sí, sin lugar a dudas, dejarse aconsejar desde una perspectiva simbólica, en esos momentos en los que se nos hace necesario la búsqueda interior.
Hay muchas formas de lectura del texto bíblico. Yo utilizo una manera -no soy el único- que es la que uso en la lectura del resto de mis libros sabios: cuando lo necesito, abro al azar y leo los versículos que se me ofrecen en la página. Siempre encuentro algún significado positivo y, de verdad, un camino.
Hoy tuve algún momento de esos en los que no me gusto -suele ser muy a menudo- absolutamente nada. La soberbia debe estar alejada de nuestro comportamiento aunque a veces, muy de vez en cuando, sea justificado su utilización.
Lo cierto es que la cabeza se me ha llenado de pensamientos contradictorios y he decidido lanzarme a correr unos kilómetros para desahogar. Al llegar a casa, justo antes de la ducha, he cogido el ejemplar que reposa en mi mesita y lo he abierto al azar con ánimo de encontrar unas palabras de regocijo. Podía haber sido otro de mis libros espirituales, pero éste es el que más apego tengo.
Comparto los versículos que se me han presentado, han sido estos del Libro de Job ,13 13-23:
"Callad y dejadme que hable yo, y ¡venga sobre mi lo que viniere! ¡Yo tomo mi carne en mis dientes y coloco mi vida en las palmas de mis manos! Aunque El me matara, no me dolería, con tal de defender ante El mi conducta. Y esto me servirá de salvación, pues el impío no se atrevería a comparecer en su presencia. ¡Oíd atentamente mis palabras, prestad oído a mi razonamiento! He aquí que he preparado mi proceso, consciente de que he de tener razón. ¿Quién pretende litigiar conmigo? Porque si, resignado, callara, moriría. Sólo dos cosas no hagas conmigo, y entonces no me esconderé de tu presencia. Aleja de mí tu mano y no me espante tu terror. Después convoca (al debate), y yo responderé, o hablaré yo y tu me replicarás."
Sin duda, de estos versículos, leídos tras abrir a la suerte las páginas de la Biblia, cada uno podría reflexionar y sacar su significado. Lo importante es encontrar lo que a cada uno, en ese momento, le quieren decir. Yo he recibido el mensaje. Gracias.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 25

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 26

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 27