Admiro a esas personas que tropiezan y se levantan, que caminan en una dirección clara; que admiten y reconocen errores, que tratan de corregirlos y corregirse. Admiro a esas personas que les enriquece las críticas, que buscan y se buscan más allá de lo establecido. Admiro a esas personas que arriesgan por sí mismos y no a costa de los demás, que tratan de superarse y no se conforman, que viven y dejan vivir.

Comentarios

Publicar un comentario

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30