Qué complicado se hace acertar en las decisiones que uno toma. Nunca buenas para todos, siempre criticadas por unos y cada día más solo en ellas. Acertar con responsabilidad o errar guiado por el corazón; elegir entre lo que deberías hacer o hacer lo que realmente no te pide el cuerpo.
Qué fácil juzgar las decisiones de los demás cuando son contrarias a las nuestras, pero qué difícil dejarnos criticar nosotros mismos por lo que hacemos o dejamos de hacer.
Nadie está en posesión de la razón, nadie es culpable ni cobarde por actuar conforme a lo que él cree. Los errores sólo tienen un dueño.
Qué difícil es hacer o, perdón, qué difícil lo hacemos siempre, leche .

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30