La responsabilidad, entonces, sería vivir en coherencia con lo que uno cree bueno, aunque no haya testigos, aunque nadie lo premie. Es una forma de libertad moral.
Hay quienes lo tienen todo y no duermen tranquilos. Y hay quienes, teniendo poco, descansan en paz porque confían en Dios. La verdadera paz no depende del dinero, del éxito o de la aprobación ajena. Depende de saber en quién descansamos.
Cuando Dios es lo primero, todo se ordena. La primera cosa que debe estar en su sitio, en tu vida, es Dios. Y así de espirituales comenzamos esta semana.
No temes a Dios con miedo. El temor a Dios es reverencia, es amor y obediencia. Es reconocer Su grandeza, Su santidad y Su justicia. Es saber que está y que no te abandona.
Quizá la muerte sea, en el fondo, una gran maestra. Nos enseña a no aferrarnos, a perdonar, a reconciliarnos, a mirar más alto. Nos enseña que la vida no se mide en años, sino en presencia; no en logros, sino en bondad.
Subestimamos a personas sensibles, como si su forma de ser fuese más débil que la nuestra. La fuerza de la sensibilidad es y será el poder de este mundo porque el individualismo es igual al corrompimiento del Ser.
Últimamente tengo la sensación de escuchar las mismas cosas de siempre, en los mismos lugares y a las mismas personas de siempre. La libertad de elegir es eso, poder cambiar. Qué pesadez.
Solemos decir que después de la tormenta viene la calma. Pero Jesús te dice: “Yo soy la calma en medio de la tormenta.” Realmente es así. Si te encuentras envuelto por una tormenta, agárrate a Él y encontrarás la calma.
El compromiso político auténtico no se mide por la permanencia en el poder, sino por la fidelidad al bien común. Madre mía, en los tiempos que vivimos, decir esto parece una especie de utopía.
No sueles, en los últimos tiempos, entrar en discusiones donde solo te generan preocupaciones. Eso sí, la paciencia tiene su límite y se llama dignidad.
