E/27.L
Acabas de acomodarte en
una fantástica mesa, de una cafetería del aeropuerto. Hoy viajas a Palma de
Mallorca donde mantendrás reuniones de trabajo en el Consell Insular.
Tomas uno de esos cafés,
en vasito de plástico, que superan los dos euros con cincuenta. Es lo que hay.
Así que como protesta decides acoplarte tranquilamente, tienes tiempo de sobra,
cargar el móvil y trabajar un poco.
Los aeropuertos son
tan impersonales como los hoteles, de hecho se han
convertido en hogar de invierno para esas personas sintecho que la sociedad, el
sistema, ha expulsado.
Ayer quedó ingresado el
hermano. No es que esté mal, pero tenía la saturación de oxígeno por los suelos
y decidió, con buen criterio, ir a urgencias médicas. Parece que tiene algo de
infección pulmonar y los médicos han preferido que pase la noche allí.
Estas pequeñas cosas -y
que lo sean siempre así, pequeñas- son suficientes para darte cuenta del valor
de tener una familia unida. Cualquier contratiempo de uno de sus miembros
es suficiente para ponernos todos en alerta. La familia siempre está. Es
mejor, desde luego, no tener necesidad de comprobar esto último, basta con
sentirlo y saberlo. Por eso, también, no debemos alejarnos de ella.
Leer. Las
personas necesitamos historias que nos saquen de la nuestra pero que nos hagan
encontrar los significados de la vida.
Escribir una
historia, tener una razón para escribirla. ¿Por qué? ¿Qué
queremos decir? ¿Qué razón nos impulsa para expulsarla fuera?
“Una novela es la
vida secreta de un escritor, el oscuro hermano gemelo de un hombre. La palabra
es agua y cada historia, el río que las lleva. El escritor sigue la corriente o
va contra la corriente.” William Faulkner
Palma de Mallorca.
Llegas a buena hora. Tienes tiempo de darte una caminata y acercarte a comer a
uno de tus rincones favoritos: Caller Sa Premsa. Te has alojado en uno
de tus clásicos. La última vez cambiaste y tuviste una noche de alta seducción
con las cucarachas.
Del aeropuerto a la puerta
del hotel no hay más de veinte minutos. Suficientes para que el taxista,
oriundo de la isla, pasara de hablar del clima a contarte la vida de sus hijas
y el problema de la vivienda en la ciudad.
No se preocupe,
le has dicho, en la península estamos igual o peor, en España este problema
nos está superando.
Te gustan estas
conversaciones con desconocidos. Cómo te cuentan sus
problemas, sus preocupaciones. De alguna manera se desahogan. Esto de la
vivienda es cierto que se convierte en un problema social de envergadura.
Propuestas muchas.
Soluciones ningunas.
E/28.M
Preocupado.
Así despiertas en esta isla balear.
La madre también ha pasado
la noche en urgencias del hospital, otro. El hermano continúa ingresado con esa
infección, principio de neumonía. Y tú por aquí, alejado de ellos.
Y a estas preocupaciones
añades otras, u otra: tu memoria. Lo que no escribes lo olvidas. Últimamente
te pasa muy demasiado habitualmente.
Has caminado por la
ciudad. Está vacía comparado con otras épocas del año. Tanto anoche como hoy,
te quedaste embelesado, hipnotizado, contemplando la majestuosa Catedral de
Mallorca que ilumina Palma. Única. Bella.
La Catedral-Basílica
de Santa María en Palma, es el principal edificio religioso de la isla de
Mallorca. Parece, según me comentan, que, en mallorquín, se la conoce como La
Seu (Seu o Seo es el nombre que reciben las catedrales en la Corona de
Aragón). Es un templo de estilo gótico levantino construido a la orilla de la
bahía de Palma. Se asoma al mar sobre las murallas romanas y renacentistas que
protegían en aquellos entonces a la ciudad, siendo la única catedral gótica que
cumple con esta peculiaridad. Como ya has escrito en alguna ocasión, su
construcción se inició en 1229.
¿Cómo pudo ser? ¿Cómo
se construyeron estos templos que reinan Europa, en esas épocas en las que la
construcción era prácticamente manual? ¿Cómo buscaban el cielo, piedra a
piedra? ¿Motivo de fe, de esperanza? Creer, Ser.
Happycracia. ¿Estamos
obligados a ser felices? Pero ¿qué coño?
Todos queremos ser
eternamente felices pero ¿eso es real? ¿Qué haríamos entonces sin esos
instantes de pena, tristeza o frustración? Nos aburriríamos. No tendríamos de
qué quejarnos.
E/29.X
Aterrizas en la T4 pasadas
las siete de la tarde. Decides que lo razonable es pasar por el hospital a ver
a tu madre antes de ir a casa.
Por la mañana te avisaron
que habían pasado toda la noche en urgencias porque no se encontraba bien. Tras
las pruebas parece que tenía una arritmia y algo de anemia. Aparentemente nada
preocupante, pero suficiente para que quede ingresada.
La ves, los ves. Les das
un beso, quedas más tranquilo y marchas pensativo. La edad, esas edades de
hospital.
Llegas a casa cerca de las
diez de la noche. No tienes tiempo más que para acostarte.
Los equilibrios, en
política, en la vida, son complicados. Ponerte de perfil sin
que te salpique el barro no es fácil. Lo normal es que termines por mancharte.
Es tu experiencia y
opinión. Y todo esto lo reflexionas antes de una de esas reuniones en las que
los charcos abarrotan el camino.
Puedes dejarte
controlar o elegir no hacerlo. No dejes que estas tres
cosas controlen tu vida: el pasado, las personas o el dinero.
Te sientes
imparable cuando inviertes en eso que nadie puede quitarte: personalidad,
carácter y mente.
Decía el maestro Henry
David Thoreau que la felicidad es como una mariposa. Si la persigues te
eludirá, pero si vuelcas tu atención en otros afanes y en otras personas volará
y se posará en tu hombro.
Es una idea muy útil. No
persigas la felicidad, deja que te pase.
Reconoces que hay días que
no entiendes por qué haces lo que haces. No tienes necesidad de hacerlo, pero
lo haces.
Son las ocho de la tarde.
Parece mentira pero estás en casa, sentado, leyendo. Día de eternas reuniones,
de estar de allá para acá, de más reuniones, de lluvia, frío y hospitales.
Terminaste la comida de
trabajo y fuiste a ver a la madre, a estar un rato acompañándolos. La percibes
bien. Está ilusionada con que mañana, cuando pase el médico, le darán el alta,
pero tú no lo tienes claro. La saturación de oxígeno en la sangre te parece
baja.
De ese hospital te vas
caminando al otro, en el que se encuentra tu hermano, también ingresado. Una
infección pulmonar que va remitiendo lentamente. Una bacteria sin nombre. En su
caso, la saturación de oxígeno está más baja así que es posible que esta semana
siga hospitalizado.
Y leyendo en el tren, de
vuelta, terminas ese bello y poético libro que tenías entre manos, ‘Las
gratitudes’ de Delphine de Vigan. Y te dejas llevar por
una escritura sensible.
“¿Os habéis preguntado
alguna vez cuantas veces en la vida habéis dado realmente las gracias? Unas
gracias sinceras. La expresión de vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento,
de vuestra deuda.
¿A quién?”
Estas palabras forman
parte del último párrafo del comienzo de este librito que terminas de leer
prácticamente en la estación final de tu viaje.
173 páginas en una
historia de la vejez, que te ha reblandecido. Entiendes que la vejez es una
fase de la vida que todos debemos pasar (si no es así será peor). Ahora, los
padres. No tardando muchos años, tú. Es importante que nos reconciliemos con
esos fantasmas que nos vienen e ir cumpliendo todos nuestros deseos, que serán
los últimos.
La protagonista, la señora
Michka Seld, hace eso. Una anciana en sus últimos meses de vida.
Una lectura tranquila,
calmada, entre tanto ruido. Una de esas lecturas que te pellizcan el corazón. Habrá
que seguir leyendo a esta autora francesa, Delphine De Vigan.
E/30.J
Tenías hambre.
El frío infame de estos días de invierno te encoge, así que decides saltarte el
buen comer y con el café caliente de hoy solicitas al camarero que te ponga una
‘porra’. Será que no has comido una porra, tampoco un churro, desde hace más de
veinte años. No eres de desayunos calóricos y menos grasientos, Hoy no tenían
tu tostada especial con tomate y aceite.
Te molesta el ruido
de la mañana. Si somos algo en España, más allá de envidiosos,
cainitas, es, como hecho diferencial, ruidosos. Nos gusta -les gusta- el
ruido, el follón, lo ruidoso, el hablar gritando, pitar al coche de delante con
la bocina, la jarana verbenera, el bar sediento de voces. No se entiende, o no
se pueden entender, las ciudades sin ruido. Tampoco un pueblo sin que el vecino
hable por teléfono a voces y se entere todo el vecindario de la conversación. Y
tú, raro dónde los haya, prefieres ese silencio que envuelve la calma de tu
vida.
“Cuando alguien
busca -dijo Siddharta-, suele ocurrir fácilmente que sus ojos solo ven la cosa
que anda buscando, que no puede encontrar nada, ique no deja entrar nada dentro
de él, porque siempre está pensando en la cosa buscada, porque tiene un fin,
porque está poseisdo por este fin. Buscar significa tener un fin. Pero
encontrar quiere decir ser libre, estar abierto a todo, no tener un fin.” Herman
Hesse, en ‘Siddharta’.
Somos una sociedad
de criticones y verduleras. Nos gusta ver lo que hace el de
enfrente y hablar de él, juzgar. Luego nosotros hacemos lo mismo a escondidas.
Atrae, no persigas.
Solo crecemos en la
adversidad. Es una realidad. Cuando caes en el barro eres tú el que
decides quedarte enfangado o levantar y encontrar tu camino. Una experiencia
vital única que te hace Creer y Crecer.
Creo en Dios que es
Cristo, creo en su Palabra. La Palabra de Dios Es y Está en la Biblia. No creo
en ideas, conceptos o tradiciones ajenas a esto. Y tal vez por eso me sienta protestante.
Has llegado a
comprender que toda tu vida anterior, ese tremendo esfuerzo por ser algo y
alguien, por hacer dinero y el haber
fracasado después en cuestiones varias, era fruto de tu forma de pensar.
Al descubrir esto fue
como una liberación: saber que no eras
víctima del mundo, que dependía de ti organizar el mundo tal como te
gustaría que fuera; que en lugar de ser un producto más del mundo, podías estar en su
origen, exactamente por encima de él, y así organizarlo atendiendo a lo que verdaderamente
querías que fuera el mundo.
Una reflexión muy
personal.
E/31.V
No sabes cómo se dará el
viernes. Sí sabes que estás aquí, con tu café, el boli en posición apuntando al
cuaderno que reposa sobre la mesa esperando que alguna palabra lo acaricie.
Tanto la madre como el
hermano siguen hospitalizados a la espera de que hoy , si así lo deciden los
médicos, sean dados de alta.
La madre está bien pero
parece salen unos valores en la analítica algo descompensados. Anemia. Como es
lógico, por la edad, no saldrá si no está todo en orden.
Son 82 años sufridos como
mujer de su época y, la verdad, poco cuidada en lo que se refiere a la
alimentación. La madre ha comido y sigue comiendo de todo. Realmente esto es
algo que a estas alturas de su vida, difícilmente cambiará. Nos cuesta cambiar
de hábitos a otros y somos más jóvenes. Lo importante es que Dios te la deje
por muchos años.
No sabemos el valor
que tienen los momentos hasta que se convierten en recuerdos.
Confiar en quien ha
traicionado a otro es una temeridad. Lo normal es que termine traicionandote a
ti.
Pocas veces piensas que has
hecho algo bien en la vida, pero de cuando en cuando, como si de un
destello o luz de tu Dios se tratase, apartas los errores y te agarras a esas
pocas decisiones que desde tu ver te han supuesto un acierto. Acierto. ¿Qué
es acertar?
El número de cosas que has
hecho mal supera al de bien.
Soñamos.
En ocasiones felices, en otras el contenido del sueño puede ser terrorífico. Lo
real, la verdadera realidad, se sustituye por una falsa realidad mientras
dormimos. El sueño siempre será una discusión de la verdadera percepción.
La magia de la
belleza es que es subjetiva.
Te gusta leer a los clásicos
y cuanto más los lees más lejos, entiendes,
que estamos del camino hacia la felicidad. La verdad es que es un tema bastante
complejo. Y es tan complejo que el primero que debería aclararse, en eso que entendemos
como felicidad, deberías ser tú.
“¿Dónde está el
error si todos desean una vida feliz? El error está en que no conciben lo que
es la felicidad en si. La confunden con sus instrumentos y, cuanto más la
buscan, más se alejan de ella. Y así, aunque la esencia de una vida feliz
consiste en una seriedad firme y una confianza imbatible en ella, lo que hacen
es acumular cada vez más motivos de preocupación y, en el intrincado camino de
la vida, no llevan sus cargas con inteligencia, sino que las van arrastrando.
De este modo, se desvían siempre de la ruta. Cuanto más buscan la felicidad,
más lejos están de alcanzarla y, cuanto más esfuerzo ponen en ello, más
obstáculos encuentran en su camino, y se ven forzados a retroceder. Es lo mismo
que les ocurre a los que corren dentro de un laberinto: la misma velocidad los
va desorientando.” Séneca. Cartas a Lucilio, 44.7.
F/1.S
Comienza febrero luminoso.
Nunca has
necesitado verte a través de los ojos de los demás.
Te da igual lo que piensen de ti, si les pareces más gilipollas o menos
simpático. Eso te ha servido para ser tu propio tú y no aparentar ni parecer.
Esas personas que buscan
constantemente la aprobación de los demás desprenden una inseguridad profunda.
En ocasiones tienes la
sensación de que terminamos siendo solo lo que mostramos. Hemos convertido
nuestra sociedad en un escaparate de seres que se muestran sin Ser. Porque esa
imagen no es nuestra.
Deberíamos aprender
a ser sin depender de las miradas de los demás.
Los días pueden
estropearse en cuestión de segundos. No entiendes por qué, pero ocurre así. Te
levantas feliz, sonríes, hablas por teléfono y en un instante la conversación
gira trescientos sesenta grados y se convierte en una discusión imparable, sin
sentido.
Eres de los que hablan
poco, mucho menos cuando se discute y menos aún cuando el motivo de la
discusión es que no hay motivo para discutir.
Hay personas a las que les
encanta hacer problemas de la nada. Si es blanco porque es blanco, si es negro
porque lo es. Pero además le añaden una gota de soberbia cuando al resto del
motivo, o sin motivo, de su enfado o desesperación. Es cuando tú, sin más, sacas
tu coraza de templanza y paciencia, te encierras y desapareces.
Desapareces en ti pero
asumes que te han estropeado el día. Y no admites que nadie te estropee tu día,
tu sábado, ese en el que solo buscas calma y paz.
La clave del éxito
en la vida está en saber sufrir.
“Nada ocurre hasta que
te comprometes.
No es el esfuerzo lo
que importa, sino hacia dónde es dirigido ese esfuerzo.
Hacia aquello que sea
en lo que has decidido enfocarte y comprometerte.
Aquello en lo que has
decidido convertirte en maestro.
Obtienes aquello en lo
que te enfocas”. Dan
Sullivan
Termina el día. Tienes esa
sensación de no haberlo aprovechado como deseabas.
Hablas con la madre. Está ya
en casa. La notas cansada. La semana que viene comienzan a hacerle más pruebas.
F/2.D
Eres un tipo de
rutinas, aunque pienses que no las tienes. Tu vida es una especie
de rutina continua y previsible. Ahora mismo estás cumpliendo con una de ellas,
la del domingo: caminata, café y prensa frente a la ventana de la misma
cafetería de cada domingo. Y continuarás el día de lo más rutinario porque
difícilmente te sacan o rompen esa costumbre. Tu rutina, tu costumbre, tu
hábito. Es más, si algo se trastoca, o rompe con esa normalidad que te
impones en el día, te enfadas.
Por poner un ejemplo. En
este momento escribes con un boli de tinta verde cuando siempre inicias el día
escribiendo con azul. Una manía que se convierte en costumbre, en rutina. Has
estado a punto de no escribir hasta llegar a casa, por enfado. Has vuelto a la
sensatez para decirte que realmente qué más dará el color de la tinta. Es tu
cuaderno, lo coloreas como te de la real gana.
Hay cosas que pasan
y no tienen una explicación lógica. Simplemente pasan. Es la vida misma.
Piensas que hay gente que te apoya sin ser nada tuyo, sin pretender nada, y
otros con los que has compartido todo, de la noche a la mañana te dan la
espalda.
Está sonando un tema de Puño
Dragón, ‘Haré lo que pueda’: “Llévame a donde no lo sé, a donde
sea que quiera la marea. Llévame a donde quieras, ve. Tu bailando y yo haciendo
lo que buenamente pueda.”
Jaime Arracó
Montoliu. Descubres, leyendo una de esas newsletter que sigues,
de substack, a este escritor español residente en Bogotá. La verdad que no
sabías de él. Jaime escribe novelas y la verdad es que la lectura de hoy, la
recomendación, te impulsa a leerlas todas. Piensas comenzarás por la última, ‘Las
manos en los bolsillos’, porque algo te dice que puede tener mucho de ti y
de esa novela en ciernes que nunca es.
Vais en el coche
escuchando música. Cuando no viajas con él sueles aprovechar para escuchar
algún podcast. Él prefiere la música, su música.
Llevas puesta esa lista de
indie nuevo que vas agregando. Crees que estaba sonando algo de Viva Suecia y
te dice que cada vez escuchas música más de ‘carca’.
¿Carca? Pero qué dices,
hijo. Esto es muy nuevo.
‘Carca’
lo digo por el grupo, como tú. Deben de tener tu edad.
No paras el coche, abres
la puerta y le das una patada porque es la persona que más quieres en el mundo.
Pero ¿será posible? ¿Carca, dice?
Pues hoy no cambias la
música. El trayecto de ida y vuelta lo hacéis con los ‘carcas’.
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