Diario de un Estoico III. El presente que me vive. Semana 3
S/16.L
Anoche, te disponías a comer algo antes de acostarte. Como cada día, dispusiste en una bandeja de madera unas viandas, algo sencillo, y una copa de vino tinto.
Al ir a ponerlo en la mesa del comedor y sentarte en el sillón, frente a la tele, no sabes muy bien qué ocurrió pero la copa de vino se volcó hacia ti desparramando todo el caldo por suelo, sillón blanco, mesa blanca, piernas y las Nike que, casualmente, también eran blancas. Te quedaste paralizado ante lo que parecía un desastre de esos que rompen tu momento de paz. ¿Qué hacer? Joder!!!
El vino tinto goteaba de la mesa al suelo. Bajo tus pies un charco. “¡Muévete, joder!”, te gritaste a ti mismo.
Te descalzaste rápidamente en una reacción instintiva. Por fin reaccionaste.
Ya nada fue igual. El momento final del día, tu momento. Nada.
Te fuiste a dormir inmediatamente.
Es verdad que nada podías cambiar. Solo una cosa: no volver a llevar una copa de vino en esa maldita bandeja. Merece la pena echar dos viajes.
Percibo que soy una mezcla de mi padre –su voz, su frialdad y seriedad -, con algo de mi madre, sobre todo en lo físico.
Así somos. Pero más allá de eso, también somos todo aquello que nos ha marcado en la vida; ese pasado que nos construye, dónde nacemos, la clase social, los amigos, la educación, lo que leemos. También, y cómo no, las adversidades a las que nos enfrentamos.
Somos un todo y, aun así, te cuesta saber quién cojones eres y qué haces por aquí. Y ya has pasado más de la mitad de lo que, si todo va bien, podrás vivir.
Ayer quedaste a comer con un amigo y socio. Los lunes, o comes solo o tiene que ser con alguien de mucha confianza. El caso es que quedaste a las dos y media con esta persona, amigo, de confianza. Como siempre, llegas antes de la hora. En ese impás de tiempo recibes un mensaje en el que te dice que se retrasa diez minutos. Nada que objetar, cosas que pasan. Se sentó, llegó, a las tres y veinte de la tarde. ¿Cosas que pasan? No. Cosas que no pueden pasar si se toma medianamente en serio y se respeta el tiempo de cada uno y a la persona.
Ya te conocen y te conoces. La bronca es tal que consigues incomodar tanto al amigo, merecedor de tus palabras, como a ti. Tienes que dar marcha atrás. Te cuesta entonar nuevamente una conversación normal. Estás alterado. Sabes que llevas razón. Es algo tan impresentable que piensas que los demás valoran más su tiempo que el tuyo y es lo que realmente te molesta.
Terminas por reconducir el almuerzo y terminarlo como si nada, hasta la próxima vez que vuelva a ocurrirte lo mismo.
De la última vez no guardas un buen recuerdo. Te iste envuelto, sin quererlo ni pretenderlo, en un follón político totalmente ajeno a ti pero que casi te hace jugar tu vida profesional por el mero hecho de atender a una persona que debías atender.
Buscas disfrutar del viaje.
Coges el tren a las diez. Ahora no tardas lo que tardabas hace años, cuando ibas en un tren convencional.
Crees que has superado esas etapas críticas, de tensión, de desconfianza. No deberías de fiarte, confiar siempre te hace fallar y si fallas, en tu caso, siempre pierdes. Ya no estás para errores.
Hablas lo justo. Opinas menos. Has aprendido a no dejarte llevar por la pasión y no hablar más de lo que debes.
Lo razonable termina por ser.
A las doce pasadas llegaba el tren a la estación de esta capital.
Y en las raras ocasiones en que se te pregunte, di solo lo que sea necesario y sé breve.” Epicteto
La jornada ha tenido como protagonista uno de esos temas que te gustan y motivan: reto demográfico y cuidado de las personas mayores en los pequeños municipios.
Fue una jornada fantástica que culminó con la cena con el ya amigo JC.
Hablasteis, tomasteis unas copas, seguisteis hablando ya con efusividad y confianza que genera ese alcohol, hasta que te tumbaste en la cama, pletórico, pero con ese enfado del que sabe no es un joven como para permitirse algo así.
Pero surgió.
Surgió así, casi por casualidad, y estás contento. Son de ese tipo de amistades que no sabes muy bien cómo te vienen. Pero vienen. Algo tiene que ver tu forma de ser.
Aprendes. De las personas se aprende. JC te cae bastante bien. Te enriquece a nivel personal, te aporta, valoras sus opiniones sobre todo en el ámbito de lo rural. Es un tipo con mucha vida.
Algunos países han ido convirtiendo en los últimos años la soledad no deseada en un asunto de Estado. En Reino Unido, el Gobierno de la ex primera ministra Theresa May creó en 2018 la primera Secretaría de Estado de la Soledad. “Para demasiada gente, la soledad es la triste realidad de la vida moderna”, afirmó May al anunciarlo.
Unos años después, en mitad de la pandemia, en febrero de 2021, llegaba desde Japón la noticia de la creación de un distópico Ministerio de la Soledad; se había revelado el registro de suicidios en el país nipón en 2020, que había alcanzado los 21.919 casos y había supuesto el primer ascenso en 11 años. Además, el 14% de las personas fallecidas que vivían solas fueron halladas entre uno y tres meses después del deceso. Las autoridades japonesas creían que la elevada tasa de suicidios solo podía descender si se combatía la soledad, y desde ese punto partía su estrategia.
En España, según datos de Cruz Roja, el 27% de los mayores que atienden no reciben visitas de sus familiares nunca. Además, el 23 % tampoco cuenta con nadie a quien contarle sus preocupaciones.
Sentirse solo es uno de los grandes problemas psicológicos y mentales que podemos sufrir. Por eso, medidas como el Ministerio de la Soledad puede ser una solución para incentivar el contacto social.
Hace sol aunque parece ha llovido bastante estos días.
Has estado a punto de no venir. Cuando llegabas a Madrid, los padres te han avisado que la mamá estaba revuelta, con la tensión alta y preferían volverse del pueblo –fueron ayer jueves-.
Te has asustado. La madre no anda bien con la tensión y desde que le dio el ictus el control y el cuidado es absoluto. Si se encuentra mal prefiere estar en su casa de Madrid por si tienen que ir o avisar a su médico. Los pueblos.
Parece que esta tarde estaba algo mejor con lo que después de hablar con ella has decidido venirte. Te ha dado pena, pensabas compartir este fin de semana con ellos.
Descansarás. Vienes contento de la actividad y tus encuentros en Ourense. Sabes que alguna cerveza caerá luego.
Esta mañana no te podías levantar. Has dormido de un tirón, sin ruidos, sin escuchar más que tu respiración. Te has levantado como cansado, pero te has obligado a salir a caminar por esos campos húmedos de lluvia pasada.
Estás tranquilo, estás bien, estás en Paz.
Despertaste antes del amanecer. Quisiste esperar al canto de los pájaros para levantar y recoger, como siempre. El silencio te hace dormir profundamente. Bien.
Hoy comienza el otoño. No te disgusta esta estación aunque eres de los que alargaría el verano, sus días largos y los amaneceres tempranos. El otoño, normalmente, es luminoso. Es una transición hacia el duro invierno que nos llega pasado diciembre.
Esta mañana, antes de partir, prácticamente amaneciendo, pudiste coger unos higos, de esos que los tordos dejan, en esa higuera cada día más inmensa.
El cielo estaba tomado por unas nubes que todavía lo hacían más bello y poético. Así te despediste de tu pueblo.
Aunque la trama es bastante recurrente, te está gustando y estos días de pueblo ha sido uno de tus recursos en el tiempo.
Cuando leías en el tren, subrayaste unas frases de esas que te quedas para luego, para este futuro tal vez inexistente:
“Se preguntó cuánto tiempo tardaban en no haber existido nunca las cosas que una vez pasaron, pero que un día dejaron de ser recordadas. [...]
Por eso poner a salvo hechos, ideas, sentimientos, y no dejar de evocarlos, era una forma bella de sobre llevar la vida […]
Todo lo que se acaba, y que en algún momento fue parte de la existencia de una persona, se somete a dos destinos posibles. En uno se olvida, tras un proceso de demolición paulatino que alcanza su perfección cuando nadie recuerda nada; justo entonces esos hechos del pasado se convierten en inexistentes.”
Te encanta.
A lo mejor es el momento, como propósito en este iniciado curso, de intentar enfrentarnos a la vida de una manera más simple y plena.
No creo debamos renunciar a nada, pero sí que creo debemos comprometernos con alguien muy especial: con nosotros.
Comprometernos con nosotros, al menos para algunos, no es tarea fácil. Todo es querer, todo es disciplina, todo es Ser; todo es atender lo importante y todo es disfrutar de esos momentos que, al fin y al cabo, son los que van generando Vida en nosotros.
Todos somos difíciles. Todos tenemos nuestros problemas que, para cada uno de nosotros son los más importantes del mundo. Pero al final todos somos iguales porque todos somos seres complejos que tendemos a complicar todo, a crearnos necesidades ficticias y a acumular bienes y objetos. Cuando tomamos la determinación de comprometernos con nosotros, de darnos espacio, de ser nosotros por encima de todo, nos entran los miedos, las dudas y vemos dificultades donde no las hay. Es difícil, pero no imposible.
Nuestro día a día está lleno de ruidos, de prisas, de presiones del entorno, trabajo, familia y amigos. Parece que vamos en volandas por el mundo. Nos levantamos, ponemos el piloto automático y no lo apagamos hasta que nos acostamos y, en algunos casos hasta durmiendo estamos rumiando preocupaciones y problemas. Esto supone un desgaste personal que puede llegar a generar ansiedad o la misma depresión.
Vivimos en una ansiedad permanente y, por poner uno, el ejemplo más palpable de ello, lo tengo comprobado, es que la gran mayoría de nosotros, hombres, tiramos de la cadena antes de terminar de hacer pis. Sé que puede sonar grosero o absurdo, no lo es. A mí me pasa. Esto es fruto de la ansiedad, de las prisas.
Actualmente, nuestra esperanza de vida es la más prolongada de la historia de la humanidad pero, en cambio, todos repetimos eso de: no tengo tiempo de nada. Parte de nuestra infelicidad radica en esa ansiedad.
¿Y a dónde voy con esta parrafada? A la necesidad vital de preocuparnos por nosotros, de apostar por nosotros, de Ser nosotros y no tener miedo a nada más que a sentir lo importante de la vida como lo que es. No es egoísmo, es Ser. Más tarde que pronto, espero lo más tarde posible, todos moriremos. Podemos morir habiendo vivido, habiendo apostado por nosotros, o habiendo dejado que otros nos lleven por donde quieren que vayamos.
Soy el primero que dice, lo escribo, que no es fácil. Lo sé. Pero soy el primero que me he comprometido a sentarme, parar y buscar ese espacio mío, para mí, para compartirlo conmigo, o con quién me dé la gana compartirlo, y Ser.
Buscar tu espacio no es aislarte en una cueva o una cabaña, que tampoco quiero decir que de vez en cuando no sea enriquecedor. Buscar tu espacio es decidir Ser, priorizar, caminar por donde tú quieres caminar y no por donde te indican que camines, disfrutar del trayecto, sentarte cuando te apetece y llevar en la mochila lo justo, lo que te enriquece como Ser, te aporta y te hace crecer.
Debemos priorizar: debemos distinguir lo que nos importa, lo principal de lo accesorio. Reconocer qué es lo que de verdad nos importa y anteponerlo a cualquier otra cosa.
Debemos relativizar: Damos mucha importancia a todo lo que nos ocurre pero realmente tampoco hay tantas cosas que sean tan importantes. Paremos y respiremos.
Debemos ordenar los valores: distinguir lo bueno y lo positivo que nos depara cada día. Abordar las cosas como vienen. Encontrar lo positivo de todo ello y no buscar las dificultades.
Debemos ser congruentes: actuar con valentía, honestidad y congruencia ante cualquier situación. Debemos atrevernos.
Debemos renunciar al control y al perfeccionismo: la vida es impredecible y también muy imperfecta. Nosotros somos imperfectos. Yo soy el más imperfecto de todos. No podemos estar controlando todo en cada momento. Hay momentos en la vida que las circunstancias aparecen tal vez como no nos gustaría que apareciesen. ¿Y qué? Vamos a ello. Caminemos aunque en un principio el camino esté lleno de cantos en punta. Si lo superamos, con nuestras imperfecciones, llegará la calma.
Debemos reírnos: y lo dice alguien que ríe poco pero reconozco que cuando lo hago me lleno de gloria. Hay que tomarse la vida con sentido del humor. Así podremos relativizar todo lo que nos ocurra. La risa es una manera de distanciarse de los problemas y de enfocarlos con algo más de objetividad. Ríete.
Encuentra tu espacio personal. Ese lugar o espacio de tiempo que te dediques exclusivamente a ti y a conectar contigo, con quién eres y con lo qué necesitamos.
Un reto, también, es apostar por uno mismo cueste lo que cueste, haya que superar los obstáculos que haya que superar... ese camino, ese trayecto marcará, sin duda, el futuro de nuestra existencia.
No emprender el camino, no apostar por nosotros, es posiblemente lo más cómodo, pero también, a ciertas edades, una forma de dejarnos ir.
En fin, y todo esto para proponerte Buscar Tu espacio. Estoy en ello.
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