Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 37
M/13.L
Piensas en la muerte. Necesitas algo, necesitas creer. Los padres se hacen mayores, la enfermedad terminal del tío. ¿Qué estará pasando por su cabeza en estos momentos que vive? En la tuya bulle, cada vez en más instantes, esa idea de impermanencia. Venimos a este mundo para abrazarlo y cuando más enamorados estamos de él, cuando hemos dejado de pelearnos con él, nos marchamos sin más. Así la vida.
Lo sueles hacer en tu caminata de media mañana. Te gusta acercarte caminando, sentir lo literario, sentirte que formas parte de un mundo del que no eres parte, como mucho aprendiz. Te vas con ese perfume a tinta impregnado en las manos. Y sonríes. Es tu momento de felicidad del día. Si algo te ha interesado, a la tarde vuelves, a otra librería, y te llevas el tesoro para colocarlo en esa estantería que hace de cofre de tu vida. Siempre sabrás, aunque pasen los años, cuándo y dónde fue tuyo.
Te das cuenta que lo difícil es conseguir transmitir valores que nos ayuden a vivir con mucha más sencillez y felicidad.
Hay personas que, sin ser conscientes de ello, transmiten esperanza, seguridad. Casualmente son esas personas que no viven en la abundancia pero son abundantes en valores, en principios. Modelos de personas que no se rinden ante la adversidad.
Por todo, hoy que terminas bastante agotado y dispuesto a enfrentarte a otra semana con la misma pasión y energía que siempre, sientes que no hay que temer al futuro incierto y lo que sí debemos es enfrentarnos a las adversidades del día a día como nos vengan, si vienen.
La escritura sirve, entre otras cosas, para ordenar todo lo desordenado que está dentro de nosotros.
Te gustarían tantas cosas que no son, que a veces crees que el tiempo no te va a permitir cumplir. Por eso, el tiempo, nuestro tiempo, es nuestro tesoro.
No perdamos de vista nuestras metas, no nos despistemos. Si pierdes de vista tu meta, serás esclavo de lo inmediato. Siempre decides: o luchas o te dejas hundir. Elige, no te rindas.
¿Cuál será ese último abrazo a esa persona que queremos?
¿Nuestro último vino con los amigos?
¿Nuestro último aliento?
¿Cuándo verás por última vez a tu hijo?
Cada momento es un regalo para comportarnos bien, para ser mejores, para abrazar o decir te quiero, para sonreír. Luego, ese luego, ni siquiera sabremos que no estamos. Porque no estaremos.
Por eso es tan importante acostarse cada día satisfecho de tus acciones, tranquilo, habiendo dicho te quiero a quienes para ti son importantes, habiendo pedido perdón si crees que has cometido un error. Habiendo hecho, simplemente, lo correcto.
Lo último que hagamos será nuestro sello.
No dejes nada malo en ti, nada bueno por hacer, nada por sentir.
Actuemos cada día de la mejor manera posible.
Seamos buenos mientras Somos.
En una carta consolatoria dirigida a Polibio, Séneca, mi gran compañero Séneca, alude a la ‘Codiciosa ilusión del ánimo mortal’, esa que ocasiona que el ser humano se muestre reacio a aceptar su naturaleza mortal, obstinándose en olvidar su obligatorio destino, pero sin poder huir de su recuerdo porque los sucesos de la vida en un momento o en otro se los rememoran. Para el estoicismo ese recuerdo de que somos mortales es argumento suficiente para perseguir la Virtud, la Sabiduría y la Tranquilidad del Alma, a través de una ética en que la Razón guía la vida. Esto no quiere decir que por esa inminente llegada de la muerte, la vida carezca de sentido, todo lo contrario. En esa ética estoica, nuestra mortalidad dota de sentido la vida misma, porque comprender la naturaleza y vivir de acuerdo con ella es lo que da al ser humano la Sabiduría, y la muerte es inherentemente natural.
Te equivocas de termina. Es la primera vez que te ocurre. No has mirado el itinerario del viaje y te has ido, como de costumbre a la Terminal 4. Justo cuando te disponías a sacar la tarjeta de embarque lo has visto. Momentos de tensión y nerviosismo. No sabías cómo actuar. No tienes claro la distancia de una a otra, por dónde ir. Te has sentido perdido. Te has sentido ignorante.
Siempre vas con tiempo de sobra. Preguntas. Un autobús gratuito te ha llevado a la terminal debida.
Ahora tomas un café mientras intentas calmarte. Estas cosas te alteran. En breve vuelas a Santiago de Compostela dónde te recogerán para ir en coche hasta la ciudad de Lugo.
Anoche te acostaste más tarde de lo previsto. No has descansado todo lo que esperabas o deseabas. El avión te permitirá algo de paz.
Hace años que no visitas Lugo. Lugo es una ciudad pequeña de origen romano, fundada en el año 25 a. C. por Paulo Fabio Máximo. Es la más antigua de Galicia. En la época romana recibió el nombre de Lucus Augusti. Es agradable caminar por sus murallas y calles.
Habéis comido en O Tentáculo, un lugar agradable que no era lo que pretendía, buscaba bueno, bonito y barato, pero que ha resultado un acierto. El pulpo espectacular. Ahora tienes un rato y tomas un gin junto a la Plaza Mayor. No sé, parece nunca has estado aquí, pero has estado. Es una de esas ciudades de historia, en este caso romana. Te gusta aunque no llegues a hacer tuya.
Quieres volver a recorrer la muralla.
Quieres hacer tanto.
¿Me dará tiempo la vida?
Este momento. Un rato de paz.
Caen gotas sobre el toldo de la terraza donde estas.
No sabes muy bien cómo estás.
Cielo gris. Todo apunta a lluvia.
En un rato inauguras la jornada sobre servicios sociales y reto demográfico.
La cena de ayer fue bastante agradable. No es tu ambiente pero consigues llevarlos, académicos, más a tu ámbito. Mantienes los equilibrios y consigues hacerles hablar de otras cuestiones sin llegar a comprometerte. Una de las ponentes, profesora universitaria, resultó que está actualmente prestando servicio técnico jurídico, como asesora en Moncloa, más concretamente en el gabinete del secretario de estado de relaciones con las cortes. Analiza normas, leyes, decretos, que luego aprueban en el consejo de ministros o parlamento.
Es real el engreimiento del actual Presidente del Gobierno de España. No es algo que el resto de los mortales percibamos. Es una realidad. Lo traslada, lo es, se lo cree.
No ha dejado de llover en ningún momento.
No lees, no escribes. Estas como desorientado. Los viajes, el no parar ni a pensar, te están generando una situación de desorden como nunca habías tenido, poco habitual en ti.
Comerás con los padres en el restaurante de T, en el paseo.
Deberías tomártelo con calma, a ver si es posible.
No te acostaste tarde. Las cervezas con los amigos. El padre quiere seguir arreglando la parra antes de ir a ver al tío. No deberías estar mucho tiempo en el patio ni en el campo.
Tal vez pueda deberse, también, a ese cansancio que acumulas.
Hemos disimulado la visita con excusas, todo con el ánimo de que él no se desanime y no piense que tiene una difícil mejoría.
Tan elegante como siempre, pero sin fuerzas. Cuando la luz de la vida se va apagando parece que todo nuestro ser se ensombrece.
Con el primo S pude hablar a solas. Le he visto fuerte, asumiendo lo inevitable con entereza y tratando que su padre tenga los mejores días que le queden. Ojalá sean los máximos.
Es cierto que a la vida debemos enfrentarnos como nos viene, pero joder, en ocasiones viene con los cuernos de punta y no da tregua.
Hay por ahí gentes que son una calamidad, indeseables que no se cuidan, que andan echando papeletas para que les pase de todo, pero nunca les pasa de nada, todo lo contrario, parece no tener límite.
Y luego están esas buenas personas, que han dedicado su vida a trabajar, a cuidar de su familia, a ayudar a los demás, y parece que sobre ellos caen todos los males.
Tanto la tía como el tío sí pueden estar seguros que lo mejor que han hecho son sus hijos, los primos, y pueden sentir un orgullo inmenso por ellos.
En el viaje de vuelta habláis poco, el padre y tú, sobre el tema. Ambos vais pensando lo mismo. No queréis hablarlo. Simplemente comentáis en volver la próxima vez y abrazarle otra vez.
No has dormido bien, nada bien. Tenías escalofríos. Incómodo y con pesadillas.
Marcó la diferencia ese coro de pajarillos que sin pensarlo te dedicaron un feliz cumpleaños.
No recuperas.
Lo que soy, dónde he llegado, para bien o para mal, es fruto de casualidades, de carambolas que poco o nada han tenido que ver con mis decisiones.
Y así seguiré.
Hoy, aquí, sentado sobre mi culo. Mañana, el Dios que tenga que decirlo, lo dirá. La guerra más difícil siempre es la que mantenemos con nosotros.
Y así terminas este día, con una leve mejora en los síntomas de alergia que te ha tenido todo el fin de semana en muy baja forma.
Esta semana que entras no viajas. Podrás reorganizarte, podrás ser tú. Tienes mucho trabajo acumulado, también lecturas y páginas que escribir.
Organización y atención.
Es muy importante decidirse a estar en el presente. Es tu mejor decisión.
Nadie nos obliga a estar constantemente preocupados por el futuro, tampoco a sufrir por el pasado.
Nadie nos obliga a desear estar en otro sitio. Tampoco a desear que nuestra situación sea diferente.
Dediquémonos por entero al presente. Con esta manera de actuar difícilmente las consecuencias futuras serán malas. En el presente siembras e, independientemente de si llegas o no, en el futuro recoges.
Uno de esos componentes de la felicidad es la satisfacción con el momento presente. Esto solo se consigue apreciando la propia existencia; uno solo existe en el presente.
Yo mismo suelo perderme mucho por estar temiendo por el futuro.
El futuro llegará de la manera que sea. Un alma que se ha enfrentado conscientemente a cada momento presente será capaz de soportar y disfrutar cualquier devenir.
No debemos vivir hoy como si fuera nuestro último día, pero tal vez debamos planteárnoslo como si pudiera ser el último. Porque existe esa posibilidad; quien la pasa por el alto es quien desperdicia sus días.
Mientras hablamos del presente ya se ha convertido en pasado. Es muy fácil perderlo de vista. En cuanto tratamos de hablar sobre él ya ha pasado al dominio de la muerte.
Mejor vivir lo que podemos vivir. Nunca en otro momento. Nunca en otro lugar. Ahora
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