Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 32

 
A/8.L
 
El concepto filosófico ‘acrasia’ surge de un debate, en la antigüedad, sobre la posibilidad de actuar en contra de lo que se sabe que es bueno.
Alguien que decide hacer algo debería hacerlo tras juzgarlo como lo mejor que puede hacer en ese momento.
“Quien aprende lo que es bueno y lo que es malo nunca se dejará llevar por nada para actuar de otra manera que no sea lo que le indica el conocimiento”, le dijo Sócrates al filósofo Protágoras. Una vez que sabemos las acciones que son virtuosas, razonables, buenas y llenas de sentido común ¿por qué o para qué hace otra cosa?
Comienzas la semana con estas reflexiones a las que te lleva ser consciente de que a sabiendas de esto, cada día haces cosas que van directamente en detrimento de tus intereses, de los que te rodean y, lo que es peor, de tu salud (física o mental). Comes o bebes a sabiendas de que perjudica la salud; compras, gastas, en lo que no necesitas; te enfadas con personas a las que quieres o aprecias. Esto, en definitiva, es la dichosa ‘acrasia’.
 
Este mundo cada vez está más loco o lo hacemos más complicado. O te vuelves fuerte o acabará consumiéndote.
 
“El problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles, sino importantes”. Winston Churchill
 
Has llegado pronto a casa. El pie parece ha mejorado bastante.
Has estado en el médico que te dice que los resultados de los análisis han mejorado respecto a los últimos, pero que debes hacer deporte y cuidar la dieta. No estaba tu doctora habitual. Éste de hoy era joven y grueso. Le dices que haces deporte y que no comes mal, exceptuando el exceso de botellines y algún vino. Te callas lo que ibas a decirle a continuación, te lo dices a ti mismo mientras le miras: “yo creo que es usted el que debería hacer deporte y ponerse a dieta”.
 
Antes de llegar a casa pasar por la Casa del Libro de la calle Gran Vía. Tomas en tus brazos, acaricias, mueves algunos libros. Javier Jorge, ‘Cuando nadie me ve’; Pau Luque, ‘Ñu’. De ambos has leído buenas reseñas. Pero te vas. Huyes de allí. No quieres comprar antes de terminar los que tienes en la mesilla, una columna de páginas que te engulle porque no tienes tiempo. Leerías todo, escribirías nada. Cada libro es una historia que te hace olvidar las tuyas. Las tuyas son historias de novela que dejarás de contar, que morirán contigo, que serán alternativa de aquellos que te hayan acompañado, en momentos, pero contarán a su manera. Así es ‘la puta vida’, unos cuentan, hablan, y otros callan por no pecar.
“Descubre quién eres y encontrarás todas las respuestas”. Nisargadatta, ‘Yo soy Eso’
 
 
A/9.M
 
Te acostaste con cierta pena.
De un modo u otro, llevas tu vida basada, fundamentalmente en el trabajo y con el trabajo tratas de mantener una mínima calidad de vida a todos, directa o indirectamente. ¿Qué podría haber sido distinto?
 
¿Eres diferente? Siempre he pensado que sí. La diferencia te hace único, para bien o para mal. Lo diferente te hace especial. No intentes ser otro. Simplemente se tú. Lima tus asperezas, moldea tus defectos y pon en valor tus virtudes.
Lo que has hecho, ya está hecho. Piensa, enfócate en lo que te queda por hacer.
 
“Recuerda que no puedes fallar en ser tú mismo”. Wayne W. Dyer
 
En momentos, por circunstancias, no nos queda más remedio que hacer repaso de nuestra vida. Es curioso que siempre lo primero que te viene a la cabeza sea en lo que has errado. Prioriza aquello en lo que hayas acertado.
 
No dejes de admirar a todo aquel que lo intente, aunque después fracase.
 
He aprendido que el mejor modo de no necesitar tener más es aprender a vivir con menos.
 
 
A/10.X
 
Tomaste ayer tarde unos vinos con los amigos. Entre viaje y viaje lo necesitas como el comer, no los vinos, sentir a los amigos. Es como esa vitamina vital que te lleva a seguir.
Viajarás después a Segovia, capital del exceso calórico y de riqueza gastronómica.
 
¿Y qué digo hoy? Pues digo que al igual que nos comparamos constantemente con unos y otros ¿por qué no nos iluminamos nosotros como Seres especiales?
 
“El sabio nunca provocará la ira de nadie, es más, la evitará al igual que se evita la borrasca al navegar…
Al igual que deben evitarse los tres elementos siguientes: el odio la envidia y el desprecio”. Séneca
 
Reconócelo. Te has comido todas las gominolas y los frutos secos que te han puesto con el gintonic. Reconoce también, a todo esto, que ha sido tras comer el menú degustación del Restaurante Duque de Segovia, al que tanto te gusta ir, pero que conlleva una importante, imponente, cantidad de calorías.
Has tenido tu momento de soledad tras esa comida que, digamos, ha sido agradable y, también, interesante.
Has visitado tu librería de viejo favorita, dices de toda España, al menos de las que conoces, y hoy te llevas dos novelitas de Umbral. No sabes si las tienes, todo lo de Umbral quedó en esa parte de la biblioteca que todavía no has recuperado. Tampoco te importa repetir mientras sean diferentes ediciones.
Con I, tu compañera responsable de comunicación, que también escribe, hablas de eso, de libros, de bibliotecas. Le comentas tus miedos sobre qué será de todos ellos y, por otro lado tu manía de comprar más, de acumular más. Te dice que los libros, al fin y al cabo, son tu casa, tu hábitat, que cuando no estés pues al igual que dejas tu cama, tu sillón, dejarás los libros. Y es verdad.
 

 
 
A/11.J
 
Despiertas con ese sonido, el cantar de todos esos pájaros y el sonar de las campanas de Segovia. La habitación del hotel da a una especie de ladera repleta de árboles en los que, a su vez, como yo, recibían al día la alegría de centenares de pájaros. Un instante para parar y dejar pasar el tiempo sin cambiar las horas.
Terminaste de cenar tarde, aunque no tanto para lo que te es habitual en estos viajes. El día de hoy será largo.
 
Caminas por esta ciudad que despierta lentamente, antes de comenzar la actividad. El tema de hoy es bastante interesante: Inteligencia Artificial y Ciberseguridad. A ver cómo sale todo. Ya no te pones nervioso. Te has acostumbrado. Te importa menos si hay gente o no hay. Lo importante es que todo esté bien organizado. Que los ponentes no fallen. Que tu clausura sea correcta.
 
Con el tiempo he aprendido que la humildad es la mejor respuesta a las ofensas de aquellos que te buscan. 
La humildad es la no respuesta a las llamadas del consumo y el apego. 
Cierto es que para llegar a esta conclusión siempre hay que pasar por la irresponsabilidad y la imprudencia. Por la soberbia. Todo es una lección. Es fácil hablar de lo que no se ha vivido, pero cuando se vive, lo mejor es enseñar desde la experiencia. 
Para ser humilde hay que saber reconocer los errores cometidos y, para reconocerlo, has debido vivir en el error.
Para ser humilde hay que ver las cosas tal como son, no como quisiéramos que fueran. No todo es luz, pero tampoco oscuridad.
Para ser humilde hay que escuchar y callar. Aprender y admitir. Dar y no recibir.
Para ser humilde debemos aprender a perdonar y perdonarnos.
Para ser humilde debes reconocer tus limitaciones, conocer tus debilidades, vivir tus defectos y, ante todo, no hacer exposición de tus logros y virtudes.
La humildad es, posiblemente, todo aquello de lo que carecemos. 
 
 
A/12.V
 
Reconocer lo que haces bien o haces mal.
Asumes que ya no aguantas lo que aguantabas antes, que tal vez la soledad te esté convirtiendo en esa persona exigente que nunca has dejado de ser pero que ahora parece se ha agudizado.
Llegaste ayer de Segovia a una hora aceptable. Estabas tan cansado que ni si quiera se te pasó por la cabeza parar a tomar uno de esos botellines del jueves.
El trabajo salió bien. Conoces a políticos, de esos locales, de pueblo, que te recuerdan que todavía quedan gentes que creen en lo que hacen, en todo esto que se llama política municipal, sobre todo en lo rural y todo lo que conlleva. Escuchas también algunas gilipolleces y llegas a la conclusión de que una cosa es la realidad y otra, muy diferente, esa teoría que, como no puede ser de otra manera, se queda para los teóricos.
 
Perder no está en el acto de dar, en todo caso en la incapacidad de reconocer y valorar aquello que se recibe. Apreciemos lo que recibimos y seamos generosos para dar.
 
Escribía Oscar Wilde que “vivir es la cosa menos frecuente en el mundo. La mayoría de la gente simplemente existe”.
 
La paz solo se puede tener si enseñas paz porque así se aprende lo que es.
 
Últimamente acudimos, raudos, al Bar El Chule de Valdemoro. Uno de esos bares de toda la vida, con olor a fritanga y las barras repletas de canapés. Creo que me gusta porque es un bar de esos como los de Minaya, viejunos, rancios, que sirven botellines fríos a mansalva, donde las rondas van de uno a otro lado de la barra, sin fin, con una tapa refrita con cada quinto. El dueño, camarero, de ese talante no muy comercial pero que no sé bien el por qué te obliga a volver cada semana. Y así, las semanas, hacen los meses y los días.
 
 
A/13.S
 
De esos días que has levantado sin apetecerte. Estás más cansado que de costumbre. Te cuesta pensar.
Hiciste de ayer un día largo. Lo necesitabas. Te enredaste con los amigos y ahora lo sufres.
Quieres ir a ver al sobrino y comer con los padres. A partir de ese momento el movimiento será nulo.
 
Sales a leer a tu terraza. No la habías pisado desde que terminó el verano anterior. Va por temporadas. Hace calor y se está realmente a gusto aunque el ruido de los coches y autobuses te rompa el silencio.
Habéis estado viendo al pequeño de la familia que duerme y come, come y duerme, en un estado de plácida vida desde que nació. A. lo cogió en brazos, le mira con ternura y amor y sientes una de esas emociones que eres incapaz de describir. Tú no lo tomas en brazos. Prefieres no andar zarandeándolo como si fuese un balón.
Coméis con los padres. Están muy bien. Los ves realmente bien. Han pasado un invierno duro pero el haber sido abuelos de nuevo les ha hecho florecer a la primavera.
Tú estás bastante cansado. No sabes cómo ponerte. No duermes tus horas y te entra una especie de morriña constante.
 
Un barco no se hunde por el agua que hay a su alrededor, se hunde por el agua que entre en él.
Lo que pasa a nuestro alrededor si dejamos que entre en nosotros nos puede hacer hundir.
No dejes que te afecte lo que te rodea.
 
Poesía es vivir. Poesía es despertar. Poesía es saber que alguien se preocupa por ti. Poesía es el tiempo. Poesía, simplemente, es el silencio.
 
“La familia es una institución que existe. Es una andrómina misteriosa y sagrada”. Josep Pla en ‘El cuaderno gris’.
 
 
A/14.D
 
Te enfrentas a uno de esos días privilegiados, de los que te encantan, con los que sueñas cuando entre semana no das más de sí. Caminar, leer y escribir. Algo de cocina y una pequeña dosis de sillón. Tenemos un día de sol, muy primaveral y piensas que a lo mejor comienzas tu temporada de trotes.
 
Una mente descansada, es una mente que piensa diferente. Bebe del silencio, se refugia sedienta de encontrarse consigo.
 
“Alguien inteligente aprende no solo de su experiencia, sino también de la experiencia de los demás”. Voltaire.
 
Sabemos, pero tal vez lo que no sabemos sea más importante que lo que sabemos.
 
Hacemos proyecciones a treinta años cuando ni siquiera sabemos lo que pasará mañana.
 
Piensas, mientras miras ese cielo azul a través del ventanal, sentado junto a tu tacita de café, que escribir para ti ha sido algo terapéutico. Leer ciertos textos también. La filosofía, la Biblia, el Dhammapada. Todo en su conjunto es una pomada que te aplicas y te calma.
Conformarte, dominar los deseos. No exigirte en exceso. Ser realista con el Aquí y el Ahora. Pensarte.
Tiendes a pensar demasiado en lo que vendrá, que no tiene por qué venir. Ansiedad. Recuerdas aquel momento, hace años, cuando todo se hizo añicos y pensabas que todo terminaría por derrumbarse en tu vida. Esos días encerrado en ti, con miedos, tembloroso, quejoso. Todo fue cambiando, todo, el todo, fue lento. Quedaron ahí las heridas, profundas, alguna sin cerrar. No sabes las consecuencias que pudiera tener para tu futuro emocional, de salud. Todo fue una profanación interna. Un desalojo existencial.
 
¿Y si abolimos el trabajo? ¿Sería la verdadera libertad? Realmente solo siento la libertad de mi Ser cuando no trabajo. ¿Y vivir? ¿De qué viviríamos? Identificar las necesidades básicas.
El tiempo libre es el tiempo que necesitamos para recuperarnos del trabajo.
 
Me gusta aquello que decía Platón en su ‘Apología de Sócrates’, eso de que “las riquezas no dan la virtud, sino que la virtud da las riquezas y todos los otros bienes, tanto al individuo como al Estado”. Y le añado, ya que estamos, lo que dice San Pablo en su carta a Timoteo, en la que recuerda a los ricos “que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y con sentido social: y así acumularán un capital sólido para el porvenir y alcanzarán la vida verdadera”.
No hay que estar en contra de la riqueza, sino del apego a la riqueza, el amor al dinero. Esa puede ser la raíz de todos los males.
 
Éxito es camino, no destino.
 
Hay tanto listo entre nosotros que nos hemos convertido en tontos, o caminamos por la vida como verdaderos seres atolondrados. Nos faltan sabios, como esos de antes. Saber escuchar, ver, leer, interiorizar lo leído, preguntarnos.
Ahora todo son dobles grados, másteres, doctores… no hablemos de académicos, catedráticos. ¿Lo saben todo? Puedo asegurar que son capaces de aprenderse una lección y cantarla como papagayos. Diría que cualquiera sabría hacerlo sin muchos de esos títulos. Les falta lo esencial, sabiduría, experiencia, brío, sangre.
 
¿Por qué no viajamos un poco en el tiempo? Como hace unos dos mil años atrás.
La filosofía, en aquél entonces, era el tratamiento de las enfermedades del alma. El filósofo era doctor, terapeuta del alma, y la escuela filosófica era el hospital.
¿Cómo deberíamos salir del hospital? ¿Sonriendo o doloridos?
La visita al doctor, si es que pretende curarte de algo, normalmente es dolorosa. Quizá tiene que recolocarte una articulación o curarte una herida. Tocará justo donde te duele.
La visita al filósofo, decían los estoicos, es igual.
Uno no debe salir contento, sino aterrorizado.
¿Por qué? Porque el filósofo detecta tus vicios, los extirpa y te los muestra.
Todo aquello que esté podrido dentro de ti lo pone delante de tus ojos para que puedas comprender por qué vives miserablemente.
El buen alumno, ese que quiere aprender el arte de vivir, después de tal demostración no puede tener tranquilidad para ponerse a aplaudir o alabar.
Deberá estar preocupado por el bienestar de su alma. Deberá hacerse consciente de su enfermedad.
¿Quién aplaude cuando le dicen que está enfermo?
Decía Epicteto que la invitación del filósofo es esta: “Te invito a que vengas a oír cómo andas mal y cómo te cuidas de todo antes de lo que deberías cuidarte, y que ignoras el bien y el mal, y que eres un desgraciado y un miserable.”
¡Vaya invitación! ¿Verdad?
Quien de verdad quiere ayudarte no tiene que decirte lo que quieres escuchar, sino lo que necesitas escuchar.
Quien se preocupa sinceramente por tu bienestar no tiene miedo de hablarte con claridad.

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