Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 14


D/4.L
 
Cada tiempo aparece, incrementándose la frecuencia en estas épocas en las que nos adentramos en el invierno, esa presión en el pecho, sin saber el porqué, pero es lo más parecido a la ansiedad. Busco las preocupaciones, me vienen sin sentido; encuentro mis miedos que se agarran a mí, chupándome la energía como esos bichos que te absorben la sangre.
 
Nunca ceder es consentir. Cedemos y consentimos, a partes iguales. Cedemos espacios, esa parte nuestra, a cambio de que otros los invadan y así contente su ansia de victoria. No discutir. Eso no quiere decir que lo consintamos.
No consiento que se metan en mi vida, pero en ocasiones cedo y pierdo.
 
Esta semana es rara, se nos pierde el año.
 
No dejemos cosas para mañana, quizás ese mañana nunca llegue. Haz hoy lo que tengas que hacer, di lo que tengas que decir, vive lo que tengas que vivir.
 
Nada puede atemorizarnos, nada puede amenazar nuestra seguridad. No tenemos enemigos. Solo nuestros pensamientos pueden asustarnos, pero, siendo así, siendo nuestros propios pensamientos, tenemos el poder de cambiarlos, sustituir el miedo por un pensamiento feliz.
 
Nada es tan bueno, ni tan malo, como nos creemos en este momento. Deja pasar un tiempo y lo verás de otro modo.
 
Estar en paz es apuntarte hacia ti mismo, te olvidas de los demás.
 
“El tiempo no es una mercancía, algo que pueda pasar de unas manos a otras como un pastel. El tiempo es la sustancia de la vida. Cuando alguien te pide que le des su tiempo, en realidad te está pidiendo que le des un pedazo de tu vida.” Antoinette Bosco
 
Me encuentro a mi amigo L, de los del barrio de toda la vida, estaba comiendo un menú donde yo acostumbro a comer los lunes, Bar El Sustento, cerca del despacho. Han trasladado sus oficinas cerca de allí. Trabaja en una empresa de seguros, de esas de renombre, desde siempre.
L no estudió carrera, pero es un tío muy inteligente, leído, culto. Una vez leí un texto suyo, una carta a un amigo, y escribe fabulosamente bien; otra cosa es que no haya escrito nada nunca. Puede que sea uno de esos tantos talentos perdidos. Es educado y bonachón. Recuerdo que, en aquella época nuestra, de más relación, de amigos de barrio, de salidas nocturnas los fines de semana, le presenté a la que hoy es su mujer. Luego la vida, las vidas, como suele ocurrir, danzan a trompicones y no te das cuenta de a quienes vas dejando de ver. Y el tiempo pasa y cuando te miras has perdido los años. Pero siempre hemos estado ahí. Formamos un minúsculo grupo de amigos de barrio, cinco o seis. Su padre, ahora viudo, sale a caminar todos los días con el mío y con el de P, otro de los del grupo, formándose así una especie de clan.
Hoy comía solo. Yo también. Pero nos hemos visto al terminar. Él salía y yo estaba sentado en la barra. L mide cerca de dos metros. Dos metros de bondad. Me ha echado el brazo por el hombro y me ha preguntado, dos o tres veces, si estaba bien. Claro que estaba bien, y más en ese momento, acompañado de un buen vino, mi empanada del lugar  y mis lecturas totalmente ajeno a lo externo. Me ha extrañado su insistencia.
Siempre me ha jodido mirar hacia arriba cuando hablo a alguien. En ese instante me he sentido realmente pequeño.
Hemos quedado en comer juntos uno de estos días. Estamos uno al lado del otro. No dejemos pasar los tiempos.
 
Estoy aprendiendo a abstraerme, nunca es tarde, y valorar más lo que hago bien. Tiendo siempre a culparme de todo lo que hago mal, casi siempre inconscientemente. Es al revés. Pon primero lo bueno de ti, que de seguro es mucho, lo malo simplemente corrígelo.
 
 
D/5.M
 
He de decir que deseaba estar aquí sentado, tranquilo, con el café humeante, los ruidos de las conversaciones, la misma música de siempre y mi cuaderno, este cuaderno, abierto por la siguiente página en blanco de mi vida.
No ha sido el mejor inicio de día. Cuando se discute nada más comenzar la jornada, todo indica que te costará enderezar. Enderezar lo torcido. Unas veces complicado, otras no tanto, supone decisión.
Es verdad, unos somos privilegiados sin valorarlo y otros dejan de serlo, siéndolo, porque pasan sus vidas deseando todo aquello que no tienen y ven en los demás, pensando que eso les haría felices. No es así.
Cuando más tranquilo he estado en mi vida, séase ahora, es cuando menos he deseado ser o tener. Cierto, lo digo desde una situación cómoda, sin grandes necesidades vitales. Pero lo digo también desde el punto de vista de quién estuvo envuelto por el poder y el deseo, por la apariencia y la avaricia, tanto que le llevó a ponerse por encima de todo lo demás, llegando a olvidar lo que verdaderamente era importante.
Tal vez eso, dar con la cabeza en el suelo, sea lo que nos pone en el sitio, en el lugar, en la realidad, y nos hace pensar.
Es verdad, no todos tenemos las mismas posibilidades. Es verdad, cada uno somos como somos y nadie es igual al otro. Es verdad, todos tenemos la capacidad y el poder de pensar, de elegir.
No hay que arrepentirse de nada de lo hecho en el pasado, de las equivocaciones, de esas decisiones mal tomadas. Sí que podemos enderezar aquello que el tiempo,  o el momento, torció. Como este día. De cada uno depende.
 
Las dudas no dejan de atemorizar mi espíritu. Son las dudas de la vida, de lo humano. Seguro que si tuviese otros problemas, otros dilemas, generaría otro tipo de dudas más vitales.
Qué complejidad la mía. Qué rarezas y contradicciones. Qué poca vitalidad cuando llegan esos meses tan fríos y oscuros.
 
“Puesto que es necesario que todo hombre se sirva de cada cosa de acuerdo con la idea que se haya formado de ella, aquellos pocos, los que creen haber nacido para la fidelidad y para el respeto y para la seguridad en el uso de las impresiones sensoriales no tienen ninguna idea vil o innoble sobre sí mismos, pero la mayoría tiene las ideas contrarias.” Epicteto, Disertaciones, 1.3,4
Las creencias que tenemos sobre nosotros juegan un gran papel en nuestras elecciones.
Pensar en nuestra excelencia, en nuestra esencia, nos hará superar mejor cada obstáculo.
 
 
D/6.X
 
El sol sorprende en este miércoles festivo que levanto cansino pero ilusionado porque nada más tomar el café salgo disparado hacia Minaya.
Aprovecharemos estos días para descansar, sin hacer mucho ruido.
 
Parar es imprescindible para concedernos un tiempo de silencio y, así, mirar hacia dentro y comprobar si estamos satisfechos con el ritmo de nuestras vidas.
 
Ir a caminar es lo que he hecho nada más llegar al pueblo, mientras la casa cogía algo de temperatura. Se nota que acerca el invierno. La humedad de los suelos y las paredes exteriores destemplan los cuerpos.
He marchado por el camino de la Estación, acompañado de un poético sol y un cielo inmensamente azul. Yo y mis pensamientos. He llegado hasta los pistachos del amigo D y he vuelto por el mismo recorrido. Me gusta este camino. Tiempo tengo estos días de recorrerme todos, con ansia.
 
Da la sensación, el pueblo, como de vacío. Es raro, para ser un día de fiesta, por aquí no hay mucha más gente que en otros fines de semana. En el bar, a la hora de la cerveza, estábamos los de siempre.
J y D, D y J, esos que tengo como mis amigos escuderos por aquí, han trabajado. Uno en la siembra: “José, para nosotros los puentes y las fiestas no existen, no son. O sembramos este mes o se acaba todo.” El otro aprovechando para cortar leña con su padre para el invierno. La verdad es que no dejan de trabajar ni un solo día, sus vacaciones se circunscriben a los días de la feria, en septiembre. Es lo que hay.
 
“Cuando lees un poema, lo que importa no es entenderlo; lo que importa es que te guste. Y si te gusta, ya lo entenderás, alguna vez lo entenderás. Si te pones a pensar en por qué te ha gustado, acabarás entendiendo el poema. […] Un poema se tiene que leer de una vez, porque es un organismo acústico; es decir, el sentido del poema es un sentido de la totalidad y ningún verso se entiende ni se explica por sí mismo; cada verso está en función del todo; tienes que conocerlo todo antes de comprender cada cosa que haya que comprender en el poema. Resumiendo, tienes que estar con una alerta total de los sentidos, pero a la vez, con una completa pasividad.” Jaime Gil de Biedma, Conversaciones.
 

 
 
D/7.J
 
He despertado pronto, en ese silencio. He dormido muy bien aunque me acosté dándole vueltas a esas gilipolleces que uno hace llevado por la euforia y las tonterías. Así me siento, parezco un niño pequeño de esos que todavía no tienen cabeza para decidir las cosas como deben decidirse.
Todavía, a estas horas, es de noche. No ha amanecido. He quedado con el amigo L para dar una caminata y centrar un poco la mente. Esto último me es fundamental.
Pensar dos veces y dar marcha atrás nunca es un error, puede ser el mayor acierto.
 
Maravillosa caminata por el campo. Una mañana fría, muy húmeda, pero igualmente digna de emoción. He echado de menos al padre. No han venido. Es la primera vez que salgo acompañado de alguien que no es él.
 
Aprender a decir “no” es la primera condición para conseguir reorientar nuestra vida. Qué necesidad de meternos en berenjenales. Caminar por la vida de acuerdo con nuestro cuerpo.  Tener claras nuestras prioridades. Dejar de cambiar dinero por tiempo.
 
Son tiempos en los que el propio cansancio te pone en duda; te hace dudar no solo de tus creencias sino de ti mismo. Queremos sentirnos bien, estar bien, pero nos invade cierta desconfianza sobre nosotros. Es el ego que se apodera de nuestro silencio y lo llena de miedos, reproches, desconfianzas y rencores.
Nuestra mente es extraordinariamente débil. Cuando nos sentimos agotados, nos cuesta controlarla y es ella la que toma el control de nuestros pensamientos y, con ello, de nuestras acciones.
Malgastamos parte de nuestra vida sin vivirla, pensando, dando vueltas a las cosas, preocupándonos por todo y bloqueados sin pasar a la acción, sin vivir.
Somos víctimas de emociones que escapan a nuestro control porque permitimos hacer.
A veces perdemos, sin saber por qué, o por circunstancias, la seguridad en nosotros mismos.
Y sí, es cierto, hay que parar y aprovechar los días en  los que las carreras no nos llevan de un lado a otro,  acelerados, para reflexionar y volver a agarrar el timón de esa vida que parece, a veces, se va por no sabemos dónde.
Y para ello no hay más momento que el que uno quiere. Es ese momento en el que decidimos que lo mejor de nuestras vidas somos nosotros y solo seremos dueños de ella si creemos en nosotros.
Creer en nosotros nos aporta la fuerza y la libertad suficientes como para superar cualquier obstáculo que aparezca en el camino.
La confianza en nosotros nos aporta la energía necesaria como para alcanzar la meta, por muy empinada que sea la cuesta que nos lleve a ella.
Nunca es tarde para tener la vida que quieres, para ser lo que verdaderamente quieres o rehacer tu dirección.
Nunca es tarde, pero si esperas mucho sí puede serlo.
Lo bueno y positivo de haber caminado es que sabes de tus errores y aciertos.
Corregir no es un fracaso, es un aprendizaje.
Volver a Ser, encontrar aquello que verdaderamente te llena no tiene por qué ser una pérdida de tiempo. Ni si quiera lo has perdido. Solo puedes ganar y ser el resto de tu vida lo que quieres ser. 
Hemos llegado hasta aquí con voluntad. ¿Por qué no enfrentarnos a nuevos retos y propósitos?
Debemos cambiar la percepción que tenemos de mucho de lo que nos rodea. De ese mundo que tenemos delante y que a veces pensamos nos supera.
Un milagro es un cambio de percepción.
Un milagro no es convertir el pan en vino. Un milagro es dejar de ver como vemos actualmente y que nos ha llevado a ser lo que no hemos querido ser.
Sonríe.
Es imprescindible la confianza en uno mismo.
La realidad cambia a partir de tu enfoque.
Sí tus pensamientos son negativos todo a tu alrededor se convierte en negativo.
Con confianza en nosotros las adversidades, por muy duras que sean, servirán para depurarnos. Nos enfrentaremos a ellas con coraje y valentía, venceremos los miedos, aflorarán nuestras miserias y eliminaremos las falsedades y arrogancias que todos portamos.
Quiérete más que nadie y no te compares.
Todo lo que vemos es lo que somos. 
Si queremos cambiar lo que vemos es fundamental que cambiemos primero nuestra manera de mirar.
 
 
D/8.V
 
No sé. Tal vez no haya que escribir cuando una sabe que no debe hacerlo. Las palabras no son cuando no son.
No sé qué pensar.
No sé qué ser.
Deja de hablar.
Deja de escribir.
¿Qué escribes?
 
En las calles de este pueblo, los recuerdos se entrelazan con esa  arquitectura antigua, manchega, disforme. En cada esquina la historia se despliega como un libro viviente, mientras sus habitantes tejen la trama de la comunidad con seriedades y sonrisas. En la plaza la iglesia saluda firme bajo el abrazo de un cielo que guarda los secretos de generaciones pasadas.
En la filosofía rural, la simplicidad es un maestro sabio. Enraizada en la conexión con la tierra, encuentra la verdad en la naturaleza y la contemplación tranquila. Cada surco en el campo y cada cambio de estación son lecciones sobre la impermanencia y la armonía con el entorno. Aquí, la vida se mide en ciclos, y la sabiduría se extrae de los ritmos naturales que guían el flujo sereno de la existencia rural.
 
 
 
D/9.S
 
Los pueblos los hacen las gentes. No todos pueden vivir en un pueblo ni todos los pueblos son aptos para el vivir.
En mi pueblo disfruto, vivo, siento una felicidad que difícilmente consigo en otros lugares.
Me permito libertad, liberarme.
 
Lo más importante, normalmente, es lo más sencillo. Le damos tantas vueltas que solemos llegar a ello por el camino más difícil.
 
He salido a caminar todos los días bajo unos cielos de azul sereno donde los campos se extienden en matices de verde danza. Esos campos que susurran mil secretos al viento, donde un tímido sol acaricia la piel de la tierra con un amor eterno. Todas esas siembras que serán hojas y espigas, naturaleza, componen una sinfonía de paz donde el alma halla refugio en la armonía de la vida sencilla y pura.
 
Lo normal es que cuando se tiene sin ser, sin haber sufrido, es cuestión de tiempo que todo termine en la mierda. No lo mereces. Ni más ni menos. No has producido el valor de lo que estás disfrutando.
 
Hay días que camino y al andar me acuerdo de otros caminos que he recorrido y en los que todavía me falta por recorrer.
 
Frío. Uno no lleva ropa adecuada para estar en medio del campo. Pero merece la pena, hay que aprovecharlo.
Pasaba hoy, cerca de aquí, entre Minaya y La Roda, por una vereda, la vereda, por estos campos nuestros, el último rebaño de ganado bravo trashumante que parte de Frías, Teruel, a Jaén. 450 reses bravas que recorren 500 kilómetros durante 32 días, dejando atrás los hielos y nieves que cubren los pastos de la sierra de Albarracín, a esas otras tierras más cálidas del invierno andaluz. Un hecho único del que he sido testigo en ese pasar por estos caminos manchegos, de estas reses acompañadas de sus pastores a caballo. Espectacular.
A estas horas ya habrán acampado, hasta mañana que recuperan ese camino a no más de 15 kilómetros diarios.
Y para no perder comba campestre, poco más allá, a dos o tres kilómetros, también en medio de ese paraje nuestro, se celebraba el Campeonato de España de Cetrería. Bellísimas aves, Azor, Halcones y Harris. Hombres y mujeres con sus pájaros bien cuidados y atendidos, encontrando el súbito impulso de la naturaleza. Frío, mucho frío, pero feliz de este privilegio, uno más, en estos días que ando disfrutando de lo poco mucho que esta vida me ofrece.
 
 
D/10.D
 
No ha amanecido todavía. A través de la ventana puedo ver una niebla densa que no me permite distinguir más allá del patio. Mucho me temo que el viaje de vuelta será entre nieblas. Me pone nervioso.
El día será largo. En la tarde viajo a Barcelona.
A muchos les podría parecer venial el silencio que me ha despertado, pero tal es su profundidad que me ha sobresaltado. He conseguido atraparlo y así llevarlo de vuelta a mi lado.
 
Leer es una forma de desobedecer.
 
El éxito sin envidia no es éxito, tal vez por eso siempre haya huido de lo exitoso.
 
Sentado en el tren que me lleva a Barcelona. Familias que regresan de pasar el fin de semana en Madrid. Militares que vuelven a su destino, la mayoría bajarán en Zaragoza. Infinidad de gentes que van y vienen. Imposible encontrarme con el silencio.
 
No vivimos para siempre, somos impermanentes, nuestros días están contados. 
Uno, que ha pasado ya los 55, comienza a pensar mucho más en ello. Comienza a fijarse más en los detalles que antes pasaban desapercibidos.
Toca recuperar la consciencia, el Yo, el Ser. Sentirte agradecido por despertar cada mañana. 
Diferenciar el deseo de la necesidad como primer paso para caminar más libres y con la mochila más descargada.
Toda nuestra vida, todo nuestro Ser, depende de nuestra mente. Lo que hacemos, lo que vivimos, el cómo nos sentimos. Cómo nos relacionamos con nosotros y con los demás.
Dejar de sabotearnos a nosotros mismos y encontrar la esencia de nuestro Ser que no está ahí fuera, está aquí dentro.
 
“Todo conflicto comienza por unos pensamientos de miedo, de animosidad y de agresión que crecen en el espíritu de algunos y luego se propagan como el fuego en la hierba seca.” Matthieu Ricard
 
Me preocupa la memoria. Olvido excesivas cosas.
El miedo al alzheimer, el miedo al cáncer. Las edades del miedo.
 
Qué diferente se ve todo desde aquí, desde esta ventana del tren que hace que esos parajes, campos, pasen como en una película.
Veo infinidad de caminos, pero no es lo mismo. Caminar es vivir la lentitud del ser. Aquí voy ajeno a toda esa vida que me mira desde ahí.
Aquí el ruido me invade. Ahí el silencio me habita.

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