Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 10

 
N/6.L
 
Escucho atento, no me queda otro remedio, incapaz de centrarme en lo mío, el fin de semana que han pasado esta parejita que se sienta a mi lado, como casi todas las mañanas, a desayunar. Él en Sevilla con su novio, ella en Madrid con su pareja actual. Ambos hablan enérgicos mientras el aceite de la tostada les chorrea por la barbilla. Mastican mientras hablan. Qué mal me sienta un café así.
 
Vivir en paz, vivir con un propósito, es un trabajo de cada uno de nosotros. Tener claro lo que quieres hacer con tu vida y actuar en consecuencia.
Claridad mental y respeto hacia uno mismo te conducen a aceptar lo que eres y, con ello, a la paz interior.
 
Semana de ajetreos varios y variados. Comienzo con este pensamiento: no dejemos que nadie nos arrastre hacia lo que no queremos, eso es decidir por nosotros.
Que nadie nos impida llevar nuestra propia vida y que no nos quiten ni el tiempo, ni la alegría, ni la ilusión, ni la libertad. Todo ello es de cada uno.
 
“¿Cuál es la primera tarea de quien filosofa? Expulsar la opinión injustificada, pues es imposible empezar a aprender lo que ya crees saber.” Epicteto, Disertaciones, 2.17, 1
 
Apathéia: Apatía, no se entiende en el mundo estoico como la falta de motivación, sino como esa falta de reacción ante las situaciones. Conocerse a uno mismo para estar en un estado mental de aceptación y gratitud y así no dejarse llevar por las emociones. Buscar la serenidad en los conflictos y tener buena gestión emocional. Estar emocionalmente estable.
 
 
N/7.M
 
“Creo que lo que le lleva a alguien a escribir es descubrir por sí mismo una verdad; una verdad que había existido siempre, pero que él acaba de descubrir. Le parece tan conmovedora, que le resulta necesario contársela a todo el mundo de forma que les conmueva en la misma medida que a él. Intenta contar esa verdad de la mejor forma de la que es capaz. Puede que sea consciente de su probable fracaso, de que nunca logrará referir esa verdad de una forma que les parezca a todos los demás tan sincera, conmovedora, bella, apasionante, terrible, como le pareció a él, pero lo intentará. Lo intentará mediante distintos métodos, a través del estilo, pero sin pretender resultar difícil, ni oscuro, porque no persigue el estilo, no aspira al método, sencillamente intenta contar una verdad: la que lo perturbó tanto que tuvo que aplicarse a contarla de algún modo que le parezca lo bastante inquietante o auténtica, o bella, o trágica a cualquiera que la lea. Y esa es la razón de la oscuridad: que el escritor está tratando de contar la verdad que tanto le importa de la forma mejor y más conmovedora que puede. Ahora, si pudiera narrar esa misma verdad diez años más tarde, tal vez se daría cuenta entonces de que había elegido una mala forma de contarla la primera vez. Era demasiado oscura y podría hacerlo mejor ahora, pero ya es demasiado tarde; ya ha referido esa verdad y ahora tiene que contar otra. Y ese, creo yo, es el motivo de la oscuridad: no se trata de nada deliberado, porque a ningún escritor le sobra el tiempo para interesarse en exceso por el estilo o el método. La historia, la verdad que está contando, inventa su propio estilo, su propio método.” William Faulkner, León en el jardín. Entrevistas 1926-1962.
Un texto que sabe a gloria, literaria.
 
Estuve anoche, tras un día agotador, escuchando (y viendo) nuevamente a Luis Álvarez, en su teatro, esta vez con una charla que llevaba como título ´Déjame vivir’. Una conferencia motivacional, con su estilo, de alto contenido filosófico y espiritual, de esas que te dan un chute de positivismo y, sobre todo, de emociones reales. Para alguien como yo, leído, coach y estudioso de todo aquello que tiene que ver con la mejora de la salud mental de las personas, nada de lo escuchado me resulta novedoso o desconocido. Casi todos nos movemos en los mismos parámetros filosóficos o espirituales. En cambio J, que me acompañó e invitó, amigo además de compañero en proyectos varios, un tío positivo de los que conozco pocos, sale, como la mayoría de los presentes, en una especie de éxtasis de vitalidad e ilusión.
No dejes que nadie te haga sombra, es una de las ideas más suculentas que me llevé a la cama. Si te ven sentirte débil, agachado, inseguro cabizbajo, algunos se aprovecharán de ti y te utilizarán en su conveniencia e interés.
 
Un líder sin propósito no es líder.
 
Tener los objetivos claros al despertar es la inyección de energía que necesitas. Mantener el enfoque en lo que queremos.
 
 
N/8.X
 
En la tarde de ayer estuve moderando y presentando una mesa de debate que llevaba por título ‘La participación digital en el ámbito local’. Fue en el X Congreso de Innovación Pública Novagob que este año se celebra en Madrid. He asistido a todos como entidad coorganizadora, desde aquel primero en La Laguna. Al terminar la actividad lo comenté con uno de sus impulsores, FR: “¿diez años ya?”
Pues sí, parece han pasado diez años y aquí estamos; aquí seguimos, con la barba más blanca, pero seguimos. Diez años no son nada, pero me parecen tantos. Todo lo que ha pasado en este tiempo, todo lo que ha sido, de bueno y de malo.
Mirar lo positivo e intentar dejar aparcado, que no olvidado, aquello más negativo.
 
El tiempo sin distracciones siempre será un tiempo de valor. Las distracciones generan carga mental y cansancio. El resultado lo genera la concentración.
 
Si regresas al pasado, vivirás las mismas emociones que viviste en el pasado. Tal vez sea porque no has cerrado heridas, porque estás arrepentido de algo que hiciste mal o algo que no hiciste, porque haya resentimientos.
Los conflictos no cerrados seguirán apareciendo en el presente. Siempre serás su prisionero.
No vemos nada como es. Lo interpretamos según nuestras experiencias del pasado. Por eso cada uno ve la misma cosa de una manera diferente.
El pasado no se puede cambiar. Lo que sí puedes hacer es reflexionar y aprender de aquello bueno y de aquello negativo. Transformarlo para cambiar nuestro comportamiento.
 
“Si alguien es capaz de convencerme y demostrarme que no pienso ni actúo correctamente, cambiaré con gusto. Porque persigo la verdad, que no dañó nunca a nadie; en cambio, sí se daña el que persiste en su propio engaño e ignorancia.” Marco Aurelio, Meditaciones, 6-21
 
La percepción siempre se deriva de los juicios. Cuando se ha juzgado veremos lo que queremos ver, ese es el propósito de la vista.
Puede parecer difícil, pero es posible cambiar aquello que percibimos. Está dentro de nuestro poder. Cambiar, modificar nuestras creencias.
 
Tren destino a Sevilla.


 
N/9.J
 
Llegué a Sevilla pasadas las nueve de la noche. Un día un poco de locura. Intervención en la clausura del Congreso de Innovación Pública y, sin comer, al tren.
El viaje se me hizo cansino, tal vez la falta de costumbre.
Dejé la bolsa de viaje en la habitación y salí corriendo, hambriento, a esa cena de picoteo que me esperaba en uno de mis lugares favoritos: La flor del Toranzo. Una bellísima mantequería, de origen cántabro, que nos surte de unos emparedados y papas de todo tipo. Excepcional el emparedado de ‘pringá’, el de picante con caballa; un gustazo el lomo, los rollitos de anchoas o de bonito. En fin, se me saltan las lágrimas solo de pensarlo.
Después me dejé llevar al gintonic. Ahora me arrepiento un poco aunque no de ese buen rato que pasé, con esos dos mallorquines, que sostenían la barra mientras se inyectaban en vena varios vodkas con naranja. Iban a morir por España, alardeaban.
 
Caminata antes de la jornada. Nublado. Una especie de finas gotas que se enredan en mi barba. Avenida de la Constitución hasta el puente de San Telmo que lo cruzo para coger la calle Betis a orillas del Guadalquivir. Vuelvo a cruzar por el Puente de Isabel II, puente de Triana. Subo por la calle Reyes Católicos y voy hacia la Plaza de las Setas que me parece un lugar fantástico. Tomo otro café. Lloviznea algo más. Voy hacia la Plaza del Buen Suceso y de ahí tiro por Pérez Galdós hasta la calle Villegas que la recorro para coger la calle Álvarez Quintero y meterme hacia la plaza del Ayuntamiento. Sinceramente, una feliz y agradable caminata.
 
Escribe Jesús Quintero, y recupero aquí en esta ciudad, en su ‘Memoria del silencio. El mundo desde la colina’ que “no gastes demasiadas energías en cosas que no te van a hacer más feliz ni más sabio. Da la vida gratis, si te apetece, pero no aceptes sobornos. No te dejes matar por nada ni por nadie que no hayas elegido tú mismo. Si estás en un bache, procura salir cuanto antes. No renuncies a lo que es tuyo, si no es por generosidad. No te rindas mientras te quede un cartucho de vida. Si tu destino se empeña en llevarte la contraria, tú sigue tu camino y déjalo que se pierda por su cuenta. Recréate en los detalles”.
Brillante.
 
Podemos transformar cualquier experiencia, por muy negativa que haya sido, en un aprendizaje, en una verdadera historia de superación y no de fracaso. Extraigamos esas lecciones que nos ayuden a tomar mejores decisiones en el ahora y en un futuro.
 
Almuerzo de trabajo en la Barbiana, otro de esos lugares, templos, a los que siempre vuelvo cuando estoy por aquí. Creo no he dejado de venir nunca. Se puede tapear en la barra (a veces, si estoy solo, lo prefiero) o comer en el interior. Es un lugar seguro, siempre hay un par de guisos y también se fríe bien (que no es tan fácil). La  tortillita de camarones es un clásico junto a una magnífica manzanilla Barbiana en Rama. Esplendor en la gloria.
 
Terminar lo que empezamos es una forma de desarrollar la fuerza de voluntad y de centrarnos en realizar una cosa a la vez.
 
Conversaciones. Me hacen pensar que hay cambio de estrategia, claro, por parte de quién meses atrás pretendía un enfrentamiento.
No perder de vista. No confiar.
 
Presagiamos en ocasiones aquello que no sabemos si ocurrirá, convirtiendo nuestro presente en una especie de malestar absurdo que, en la mayoría de los casos, no obedece a  ningún tipo de fundamento lógico.
Somos esclavos de nuestros pensamientos y mientras que así sea somos seres muertos que deambulan según marca su mente. 
Me niego una y otra vez a esto y, lo reconozco, me dejo llevar por esos pensamientos de futuro que nada tienen que ver con lo real: el presente. 
Nuestro presente es el ahora, lo de ayer fue ayer y mañana... ¿quién sabe mañana? ¿Sufrir por lo que posiblemente ocurrirá mañana, cuando ni siquiera sabemos si viviremos más allá de este instante no será sufrir dos veces? ¿O sufrir sin necesidad? Sí.
Deja que los versos te acompañen en este día, ayer pasó y mañana no sabemos si será.
 
 
N/10.V  
 
He madrugado. Algo cansado. Ayer dediqué la tarde a patear estas calles andaluzas; ciudad bella, acompasada. Degusto esas conversaciones que poco a poco iré analizando, reflexionando, sobre todo lo que me concierne, que no es poco.
Me cuesta comprender cómo unos resultados han conspirado para convertirme de enemigo a batir en amigo de conveniencia.
Tiempo tendré de desahogarme en estos cuadernos.
 
Nos ocurre que el cuerpo te pide rebelarte, gritar, protestar. En cambio la edad te hace pensar, calmar y recordar las veces que te has metido en charcos de los que nadie te ha ayudado a salir.
 
Saber dónde estamos en cada momento es lo mínimo para no perder el equilibrio y caerte.
El equilibrio está en el centro, no en los extremos. Si te mueves de allí te desequilibras y caes.
Hay veces que nos toca mojarnos, en otras guardar la ropa.
 
Un mal momento en la vida es difícil, agradécelo, significa que algo debes aprender. Lo importante no es ser fuerte, es ser invulnerable.
 
Toda la mañana hablando, en Sevilla, sobre Ética pública, integridad y buenas prácticas en los gobiernos y administración. Y justamente, o casualmente, ayer, un señor que será presidente del gobierno a cambio de votos prófugos, traiciona a España y los españoles, firmando un pacto con aquellos que años antes promovieron un golpe de estado en nuestro país. ¿Ética pública? Inmoralidad pública, diría.
Aristóteles definió la tiranía como el sistema político donde un gobernante absoluto incumple las leyes vigentes; añadió, de paso,  que la tiranía es por eso mismo el peor, más corrupto e injusto de los sistemas políticos.
Hacia ahí vamos dirigidos.
 
¿La Biblia es un libro religioso? Sí. Lo puedes leer desde un punto de vista cerrado, cegado por una religión, la católica, pero también de una manera abierta, dejándote llevar por sus historias, su sabiduría, su simbolismo. Así lo leo, así vuelvo una y otra vez sobre todo porque Jesús fue uno de esos maestros de vida que, como tantos, entre unos y otros han ido denostando o mal utilizando por intereses espurios. Incluyo a la iglesia, esa institución casposa,  en estas afirmaciones mías.
Hay una parábola que me gusta bastante aunque diría que esconde un significado diferente al que se le da. Dice así:
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y les dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco». Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor». Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo: «Señor, dos talentos me diste; mira, he ganado otros dos». Si señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor». Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento en la tierra. Aquí tienes lo tuyo». El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que, al volver, yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes»”.
Me suena mal el tono moralizante de esta parábola, que parece nace más de un ambiente socialmente interesado que de la sabiduría de Jesús. Es posible que tal vez nazca de los responsables de la primera comunidad de discípulos, preocupados tal vez por inculcar un comportamiento exigente.
La educación basada en la exigencia conlleva riesgos graves. Por ejemplo, poner el acento no en la gratuidad, sino en el mérito. Esto produce, casi inevitablemente, una actitud  de orgullo, de comparación, de juicio y condena.
La exigencia -así entendida- alimenta al ego, comparándose con otros y creyéndose merecedor de recompensa.
Cada persona hace en todo momento lo mejor que sabe y puede. No hay lugar para el orgullo ni para la culpa, pero tampoco para el “premio” o el castigo ni, en último término, para un ego que busca apropiarse de la acción.
Hacer sin interés. Hacer lo que se cree se debe hacer en cada momento. Hacer de manera voluntaria.
 
 
N/11.S
 
Tomo café. Espero que amanezca mientras un cielo gris, brumoso, completamente encapotado predice un día de campo ventoso.
Llegué a casa, del viaje, pasadas las diez de la noche. Acosté con la intención de madrugar.
En mis campos consigo ordenarme.
 
Saber gestionar los conflictos es requisito imprescindible ara el liderazgo.
 
Minaya. Viento. Sensación más fría aunque la temperatura no está del todo mal.
 
Era Pemán quien escribió que el concepto maquiavélico de la “razón de Estado” no es otra cosa  sino una ‘real gana’ para que el que gobierna pueda hacer cómodamente según sus intereses, conciencia y sin moralidad alguna.
En nuestra España está ocurriendo eso. Alguien, para su conveniencia e interés, está hipotecando a todo un país, con excusas que ni el mismo cree porque tiempo atrás, poco, propugnaba exactamente lo contrario. Conseguir el poder como sea, cueste lo que cueste.
Tensión social. ¿Hasta cuándo?
 
Cuando comenzábamos a salir de paseo, en el pueblo, de pequeños, mis padres nos daban unos duros. No más de 25 pesetas.
Bajábamos al paseo mi hermano y yo, al bar de César, con el amigo A, nos sentábamos en una mesa y pedíamos unas banderillas y unas caseras. Nos sentíamos mayores.
Echábamos un futbolín y con lo que sobraba, comprábamos donde Michi alguna golosina y, no mucho tiempo después, algún cigarrillo.
 
Salgo a caminar por estos campos. Los cielos están preciosos con esas nubes enredadas.
El viento me frena. Me incomoda el movimiento. Me impongo y venzo, no me dejo doblegar. No quiero perder este silencio.
Al entrar en el patio, esta mañana, había unas ramas, grandes, del almendro, caídas en el suelo. Parece que esos vendavales que vinieron hace algunos días las arrancaron de cuajo. Es increíble la fuerza con la que debió arremeter en este paraje. Son como mi brazo, las partió.
 
“Los animales son felices mientras tengan salud y suficiente comida. Los seres humanos, piensa uno, deberían serlo, pero en el mundo moderno no lo son, al menos en la gran mayoría de los casos. Si es usted desdichado, probablemente estará dispuesto a admitir que en esto su situación no es excepcional. Si es usted feliz, pregúntese cuántos de sus amigos lo son. Y cuando haya pasado revista a sus amigos, aprenda el arte de leer rostros; hágase receptivo a los estados de ánimo de las personas con que se encuentra a lo largo de un día normal.” Bertrand Russell 
 
Discutir con alguien que te importa mucho no es lo mismo que hacerlo con quien ni es nada tuyo ni te importa en absoluto.
Depende con quién, deberíamos de callar, aunque creamos llevar la razón.
 
Es cierto que no todo lo que parece es, ni todo lo que es, es lo que parece. 
Tampoco en la normalidad de los días sabemos apreciar lo que tenemos frente a nosotros y, simplemente, cuando no lo tenemos es como si nos faltase el aire.
Miro ahora mismo, tras la ventana, y me dejo llevar por estos cielos que han decidido pintar de un color anaranjado el final del día. El viento vuela.
¿Es lo que tenemos? ¿Es lo que queremos? Depende para quién. 
Me siento dueño de estos cielos, de este viento y este ocaso del día. Lo comparto con todo aquél que quiera sentir esa propiedad universal, que es adueñarse de la belleza de lo natural. No todos lo valoran ni todos lo quieren.
Sales de la ciudad al encentro con lo humilde, que va quedando en estos pueblos inacabados, que no crecerán más, simplemente van despojándose de almas al calor de esas lumbres que ya imperan.
Sales de la ciudad espesa, donde todo pasa, todo se confunde, todo te pierde. De pronto, te das de bruces con el campo; con ese campo nuestro en el que un vómito de viento frío te hace volver a la realidad, esa realidad que nunca se va porque siempre está.
Aquí caminas, reflexionas, piensas. Entiendes que tenemos demasiado apego a las cosas. Eso nos llena de sufrimiento y termina por convertirse en un obstáculo en nuestra felicidad.
El ego es nuestro peor enemigo, lo dice la experiencia. 
El ego es el autor de todas y cada una de nuestras desgracias.
Hoy en el bar, tomando el café, contemplaba desde la barra a cada uno de los que se sientan en el salón, que conozco desde que soy pequeño. ¿Qué saben estos de egos? ¿Qué les importa a ellos el ego? Tienen su baraja, tienen unos euros para pagarse su café, su cerveza y algún chupito… ¿qué más?
Ese ‘más’ es lo que exigimos y nos exigimos los de fuera de aquí. Los que nos creemos grandes, más grandes.
 
Atendemos a nuestras críticas, externas e internas. Nos exigimos. Fallamos. Volvemos a fallar. Caemos, subimos. Joder.
¿Acaso sabemos qué estamos haciendo con nuestras vidas?
¿Sabemos de nuestras prioridades?
¿Hemos decidido qué podemos hacer con el tiempo que nos queda por vivir?
¿Tenemos claro qué queremos?
Vemos a los demás y les juzgamos, o criticamos, por sus decisiones. Pero ¿nosotros tomamos decisiones para nosotros?
En estos cielos me quedo. Son míos, pero los comparto. Todo aquél que lo desee solo tiene que pararse un segundo y contemplar. Llegar a estos caminos de todos y de nadie. Sentar un momento en la linde. Dejarse llevar por el silencio. Contemplar las nubes, el sol,  luna y las estrellas. Mirar a un lado y otro. Olvidar lo malo y lo bueno. Dejar el pasado atrás. Simplemente sentir el Aquí y el Ahora. Mañana... ¿quién sabe?
 
 
N/12.D
 
En este mundo reina, cada vez más, el individualismo y el egocentrismo. Todos tratamos de imponernos frente a los demás. Pocos se paran a pensar en las consecuencias de sus actos, esos que pueden herir al otro.
Deberíamos aprender a ver, a escuchar, a sentir de verdad. Será la única manera de entendernos como seres humanos.
 
De esas tardes de domingo, en las que uno no hace otra cosa que envolverse en pensamientos,  reflexionar sobre lo bueno y lo malo de su vivir, de su caminar.
Más tardes así corrigen, sin duda, mi dirección.
 
Si no hay prisa, para qué correr. La calma, la lentitud, también es una manera de buen hacer.
 
“A ti te parece pequeño todo lo que tienes; a mí, todo lo mío grande. Tu ansia es insaciable; la mía está saciada.” Epicteto
 
La confusión en las ideas y pensamientos provoca incertidumbres. 
Las incertidumbres suelen convocar la ansiedad y la ansiedad te produce una falsa respiración y bloqueo. 
Son síntomas claros de no estar en equilibrio. Cuando se está en equilibrio todo debate intelectual se resuelve con acierto, al menos la mayoría de las veces. 
No es bueno, ni aconsejable, tomar decisiones en momentos de confusión o incertidumbre. Uno se deja llevar por la pasión e igual que puede acertar puede volverse a equivocar. 
En casi todas las decisiones el corazón tiene un importante componente de irracionalidad y subjetividad; aunque siempre he pensado que una decisión equivocada, tomada junto al corazón, siempre es menos equivocada que una decisión dirigida desde un subconsciente envuelto en creencias limitantes.
Vuelvo a mis controversias sobre el Yo. Reflexiones que me llevan de un lado a otro tratando de encontrar la esencia del ser. Cada uno la suya. De ahí el peligro de autoanalizarnos.
Creo fundamental examinarnos diariamente. Analizarnos y prestar atención a nuestro yo. Estar atentos a nuestros pensamientos, a qué nos ilusiona, motiva o desmotiva. Todo, finalmente, se refleja en el exterior. Todo es cambio y mejora personal. Todo es posible.
Nuestro yo de ayer es totalmente distinto a nuestro yo de hoy. Darnos cuenta de nuestra transitoriedad debería hacernos pensar en el no aferramiento a las cosas, en el no tener y llevarnos más hacia el vivir. No llegamos a vivir el presente si estamos pensando que mañana será mejor que hoy.
Debemos plantearnos objetivos básicos que nada tengan que ver con el 'ser y el tener', sino con mi Ser.
Deberíamos marcar una prioridad en nuestras agendas: NOSOTROS.
Nuestro subconsciente determina el 90% de nuestra vida. Y nuestro subconsciente lo forman nuestras    creencias, y nuestras creencias condicionan nuestros actos. Por lo tanto, es responsabilidad nuestra cambiar nuestro subconsciente para provocar los cambios que necesitamos en nuestra vida.
 

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