Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 7
O/16.L
Viviendo en el pasado vivimos en esa ilusión de lo que no existe y nos negamos la posibilidad de corregir los errores cometidos.
En el pasado no se perdona, ni a uno mismo.
Traté, en el vagón, de leer unas páginas de la nueva novela de Jabois, ‘Mirafiori’. Pegada la nariz al papel. He optado por desechar la idea. Ya llegará la noche.
Pensaba, casualmente, en esas cosas que posiblemente me queden por hacer. Cosas que, además, quiero sientan las personas que me importan.
No escribo, no estudio, no leo y sí me envuelvo en una especie de caos sin fin que no deja que arranque como se debe.
Contaba con que esta semana sería ajetreada, pero no tanto. Estamos a miércoles y ya he superado los extremos en los que la vida me enloquece. Yo con ella.
Estos días en los que el trabajo me vence, que por una u otra cuestión debo alternar en lo nocturno y que, en cambio, me he de levantar, porque sí, a la misma hora de siempre, sin olvidar que soy el último en ir a dormir, pienso en que lo que hago no hace ninguna falta que lo haga. Extraño. Solo me queda el ir acostando a todos, tapándoles y dándoles un beso de buenas noches. No hace ninguna falta, joder. Nadie lo hace por mi ni me van a pagar más porque yo lo haga. En cambio, parece he de ser siempre el último en ir a dormir y el primero en levantar. No sé si responsabilidad o gilipollez.
Cambiar la manera de pensar.
Enfrentarte a tus miedos.
Aceptar tus errores y no juzgarte.
Soportar el dolor y entender que todo tiene un propósito.
Escribir un diario.
Tener en cuenta que tú no eres tus pensamientos.
La felicidad es el fin último de la vida: virtud y sabiduría.
No justifiques todo lo que haces. Simplemente vive para ser feliz.
Cuerpo y mente son uno. Cuida de ambos.
No te obsesiones con el futuro. Lo que deba ser será.
Ayer se volvió a alargar bastante el día; he de decir que todo salió perfecto, así que satisfecho.
Los amigos del restaurante Los Galayos nos hicieron quedar como unos buenos anfitriones.
Los Galayos está en la calle Botoneras 5, junto a la Plaza Mayor, en ese Madrid de los Austrias. Es uno de esos restaurantes de Madrid típicos, de buen comer.
La cocina castellana que ofrecen ahora es más elaborada, aunque guarda ese sabor de los tiempos.
La historia del restaurante es dilatada en el tiempo, sirva como ejemplo y de gran interés histórico, la última reunión que mantuvo la Generación del 27 antes de la guerra civil. Fue un homenaje que celebraron en el restaurante a Luis Cernuda, con motivo de la publicación de ‘La realidad y el deseo’, el 29 de abril de 1936, ya que fue la última instantánea, antes de que la Guerra Civil provocara la trágica desaparición de alguno de ellos (Federico García Lorca) o la diáspora general.
Allí estaban compartiendo un mantel blanco, botellas de vino y las copas de cristal, el poeta Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Pablo Neruda, Miguel Hernández, José Bergamín, Manuel Altolaguirre, María Teresa León y Concha Méndez, entre algunos otros asistentes.
Una brillantísima capilla literaria. Así lo proclamaban las palabras de presentación de Federico García Lorca. El poeta granadino se esfuerza por decirle a Cernuda no sólo lo que él quiere decirle, sino lo que el autor de La realidad y el deseo necesitan oír, palabras que se publicaron dos días después en el periódico El Sol: "Yo vengo para saludar con reverencia y entusiasmo a mi capillita de poetas, quizás la mejor capilla poética de Europa, y lanzar un vítor de fe en honor del gran poeta del misterio, delicadísimo poeta Luis Cernuda, para quien hay que hacer otra vez, desde el siglo XVII, la palabra divino".
Doña Alicia, madre, y todos sus hijos, son entrañables y desde que los conozco, me atienden con un cariño que guardaré siempre.
No son de ese sector con el que me sienta especialmente cómodo, la mayoría catedráticos y profesores de derecho administrativo, pero en el trato corto no dejan de ser personas, con sus problemas, sus virtudes o defectos como todo el mundo. De todo y de todos se aprende. Me enriquezco.
“Deja ir a la gente que no está lista para amarte.
Esto es lo más difícil que tendrás que hacer en tu vida y también será lo más importante.
Deja de tener conversaciones difíciles con personas que no quieren cambiar.
Deja de aparecer para las personas que no tienen interés en tu presencia.
Sé que tu instinto es hacer todo lo posible para ganar el aprecio de los que te rodean, pero es un impulso que roba tu tiempo, energía, salud mental y física.
Cuando empiezas a luchar por una vida con alegría, interés y compromiso, no todo el mundo estará listo para seguirte a ese lugar.
Eso no significa que tengas que cambiar lo que eres, significa que debes dejar ir a las personas que no están listas para acompañarte.
Si eres excluido, insultado, olvidado o ignorado por las personas a las que les regalas tu tiempo, no te haces un favor al seguir ofreciéndoles tu energía y tu vida.
La verdad es que no eres para todo el mundo y no todos son para ti.
Esto es lo que hace tan especial cuando encuentras a personas con las que tienes amistad o amor correspondido.
Sabrás lo precioso que es porque has experimentado lo que no lo es.
Hay miles de millones de personas en este planeta y muchas de ellas las vas a encontrar a tu nivel de interés y compromiso.
Tal vez si dejas de aparecer, no te busquen.
Tal vez si dejas de intentarlo, la relación termine.
Tal vez si dejas de enviar mensajes, tu teléfono permanecerá oscuro durante semanas.
Eso no significa que arruinaste la relación, significa que lo único que la sostenía era la energía que solo tú dabas para mantenerla.
Eso no es amor, es apego.
Es dar una oportunidad a quien no lo merece.
Tú mereces mucho más.
Lo más valioso que tienes en tu vida es tu tiempo y energía, ya que ambos son limitados.
A las personas y cosas que le des tu tiempo y energía, definirá tu existencia.
Cuando te das cuenta de esto empiezas a entender por qué estás tan ansioso cuando pasas tiempo con personas, actividades o espacios que no te convienen y no deben estar cerca de ti.
Empezarás a darte cuenta que lo más importante que puedes hacer por ti mismo y por todos los que te rodean, es proteger tu energía más ferozmente que cualquier otra cosa.
Haz de tu vida un refugio seguro, en el que solo se permiten personas “compatibles” contigo.
No eres responsable de salvar a nadie.
No eres responsable de convencerles de mejorar.
¡No es tu trabajo existir para la gente y darles tu vida!
Te mereces amistades reales, compromisos verdaderos y un amor completo con personas saludables y prósperas.
La decisión de tomar distancia con personas nocivas, te dará el amor, la estima, la felicidad y la protección que te mereces.”
Fabuloso, aunque no tengo muy claro la verdad sobre la autoría.
Haz que cada uno de tus días sea el más importante.
Calmar la mente es mi prioridad en el día de hoy; dejar que el cuerpo se recupere de todas las horas de actividad diurna y nocturna de la semana.
Ha sido mi primera experiencia internacional con académicos europeos e iberoamericanos. Gentes del derecho, ajenos a mi entorno habitual pero que me han enriquecido en todo lo que tiene que ver con la profundidad de la persona.
Ahora a otra cosa, otro reto que tendrá lugar el próximo noviembre y que supondrá que el curso sea tranquilo o alterado. Marcará la diferencia.
Si te tomas tiempo para reflexionar antes de desarrollar una actividad, tu resultado será muchísimo mayor.
Pon en cada una de las tareas todo lo que llevas dentro.
Uno puede influir en su entorno enfocando sus acciones.
Hace unos años, en esa década anterior, diría que me aferraba al momento presente hasta estrujar cada minuto viviendo sin pensar mucho en el mañana. Tanto fue así que a punto estuve de estrujarlo en demasía y llevarme a un abismo sin vuelta.
Nada es lo mismo desde que cumplí los 50. Vino la pandemia, ese fenómeno que dejó al descubierto nuestra vulnerabilidad y fragilidad.
La guerra de Ucrania, ahora la de Gaza, nos mantienen en vilo porque se acercan cada vez más a nosotros.
Nada es permanente.
Queremos certezas pero lo que es hoy mañana puede haber desaparecido. Como nosotros.
Sus páginas, las que sean, quedarán ahí, escritas o emborronadas.
Capítulos de errores, de pérdidas, de crisis.
Otros estarán iluminados, con éxitos, alegrías, color.
De su conjunto quedará el recuerdo, la recomendación, la vida.
Realmente esto no es vida. Es una vida, pero no es la vida.
La tarde el domingo viaja más al pesimismo. Parece que falta tiempo o aparecen esos problemas de no fácil solución. Y entonces te armas de valor y te dejas abrazar por los grandes amigos del pensamiento, por el bueno de Séneca o mi querido Montaigne, por el desconfiado Spinoza o esas meditaciones del emperador Marco Aurelio. Todos te hablan susurrantes al oído. Te piden les escuches, que te calmes y serenes porque nada es como parece, nada.
De Séneca hablo a menudo por aquí, me acompaña siempre. Otro compañero que aconsejó es el colega Spinoza que, por ejemplo, entre otras cosas, resalta esa conexión que existe entre nuestras emociones y la razón o mente. Estamos alegres porque mejoramos, o por el contrario, estamos mal porque nos damos cuenta de que vamos en picado, a nivel externo o interno.
Según Spinoza, no nos afecta lo que vemos, sino la imagen que tenemos de la cosa u objeto. Nos formamos una imagen interna que no tiene por qué ser real. Lo que nos afecta no es lo que sucede, sino nuestra percepción o interpretación de lo que sucede.
¿Os recuerda algo?
El problema es cómo enfocamos lo que vemos, la idea que nos hacemos de lo que sucede.
Lo que sí está claro es que nunca es tarde para aprender, nunca es tarde para corregir la dirección en el camino, pero para ello debemos descargarnos de aquello que en forma de culpa, en forma de pasado, nos limita a ver la realidad como realmente es.
Como dice Defreds... "Dicen que los domingos son los días donde las personas más profundamente piensan. (...)"
Me deja un sabor algo amargo. Podría decirse de una de esas novelas oscuras, góticas. No es mi estilo.
Jabois es un gran articulista y escritor, tal vez yo sea un mal lector, de novelas, en general.
“Lo que hacemos todos al llegar el momento determinado de nuestra vida: desconocernos los unos a los otros sin mucha ceremonia.” Jabois, Mirafiori
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