Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 4

S/25.L
 
Terminé el domingo, día de ayer, con poca paz; comienzo la semana con remordimientos y arrebatos de ansiedad.
Que soy un tipo raro es algo que tengo asumido desde hace mucho tiempo. Cada vez más egoísta, tal vez. Cada vez más ensimismado y menos empático, también. Son ese tipo de taras que la vida, la edad, las hostias, nos va provocando para quedarse en nosotros hasta los fines. Aguantamos mucho menos de todo. No aguantamos a nadie.  
Ayer ocurrió, en domingo tarde, mi domingo, que me vi obligado a quedar con uno de esos amigos de la adolescencia, que de mayor no ha hecho las cosas bien (¿y quién las hace bien?) y ahora, a su edad, poco más que la mía, se ve en una situación realmente complicada. Yo sabía a lo que venía, me lo llevaba anunciando desde el verano: necesita ayuda, fundamentalmente económica, laboral.
He sido toda mi vida, dentro de mis posibilidades, muy generoso con los demás, conocidos y amigos. Cuando me han pedido un favor me he desvivido por hacerlo. Si ha sido cuestión de dinero, y he podido, también. Con el tiempo, en momentos de necesidad o complicaciones personales, la respuesta no fue la misma ni, incluso, de los que recibieron mi ayuda. Es más, recibí ayuda de quién no lo esperaba. He de añadir que me tengo que ver en el límite para pedir un favor, de lo que sea.
El caso es que, últimamente, parece solo atraigo a personas con problemas y necesidades. No sé si ven en mi un gilipollas, un pagafantas o un verdadero amigo; lo último intento serlo siempre, el resto no lo soy, no puedo serlo, mi actividad profesional buenamente me da para sobrevivir yo así como los que me rodean y dependen de mí. Pero si alguien lo necesita, de manera imperiosa y vital, lo que sí trato es de buscar o ayudar a buscar soluciones que no pasen por lo económico. Dejar dinero, por experiencia, rompe amistades.
Hay personas a las que les vienen mal dadas por circunstancias o desgracias de la vida. A otras por irresponsabilidades.
Divorciado, hijo único, decide dejar de trabajar para dedicarse a cuestiones más bucólicas y vivir de la herencia que le habían dejado, con el esfuerzo de una vida austera, los padres. Pero la herencia, que no era menor, se consume; todo dura lo que dura.
¿Y ahora qué? Con más años, con más dificultades para todo, te ves con una mano delante y otra detrás.
Ahora te ves en la obligación de pedir dinero y de que alguien te busque un trabajo que se adapte a esa mala costumbre que has vivido durante los últimos años.
Y ahí me veo yo, nuevamente, ante una situación externa realmente complicada, de un amigo, que te traslada, que te echa encima como si fuera tuya. Y así te la llevas a dormir, al menos de pensamiento.
Eso sí, la sonrisa no falta.
Dentro de todas las gilipolleces que he hecho en la vida, que han sido bastantes, cuando veo y escucho este tipo de situaciones, me brota una especie de orgullo interior que me dice que algo habré hecho bien.
Dentro de la infinidad de tonterías, de tantos fracasos en iniciativas o proyectos varios, he sabido mantener en orden lo esencial para que al menos los míos no se vieran afectados o no les faltara lo esencial nunca.
He pasado algún momento de aprieto, de esos en los que también el miedo se apodera de ti y no te deja avanzar. He ido saliendo y sé que siempre saldré.
No es una buena situación la de X, sin entrar en cuestiones de otra índole, como las familiares. No soy quién para juzgar comportamientos. Más allá de lo inmediato, lo más importante, en estos casos, es el futuro. Hoy se puede salvar pero ¿y mañana?
A un personaje así se le llama, como diría mi padre, ser un tarambana.
 
El espacio y la libertad es algo irrenunciable. Si te dejas lo mínimo, no se vuelve a recuperar jamás.
 
Esterar: vestirse de invierno antes de tiempo.
Proviene de la costumbre de cubrir de esteras el suelo antes de la llegada del frío.
 
También se puede hacer de la rutina poesía.
 
¿Existen muchos tipos de lealtad o hay solo una? La lealtad es la lealtad, sea a personas o sea a ideas. La lealtad es un compromiso que si se quiebra o rompe queda exterminado.  Leal se es o no se es. El leal no cambia por mucho que le tienten, aprieten o cambien los vientos.
En el caso de las mascotas, en concreto de los perros, la lealtad es una entrega ciega y sin condiciones.
 
 
S/6.M
 
Cómo es posible que después de ser unos privilegiados en la vida, de tener todo lo necesario para vivir, de haber consumido toda clase de placeres sensoriales, nos sintamos insatisfechos o vacíos. Hacemos de todo por tratar de ser felices pero nada es suficiente. Los problemas se amontonan a nuestro alrededor, da la sensación de que eso que llamamos felicidad no exista, que sea algo pasajero.
Todo es fruto de algo que sabemos pero no queremos reconocer. La felicidad no está fuera, está dentro de nosotros.
La mente es el causante de nuestro sufrimiento, también de nuestra felicidad. Si estamos tristes o deprimidos no podremos disfrutar de nada de lo bueno que nos rodea.
Las emociones negativas nos quitan la vida.
Los placeres externos van y vienen, son efímeros, no permanecen, jamás nos producirán una felicidad auténtica.
La paz interior se consigue reduciendo las emociones negativas y desarrollando emociones positivas.
 
Si no somos capaces de rectificar, seremos incapaces de aprender. Haremos la vida difícil a los que nos rodean. Creer que siempre llevamos razón significa ser prepotentes y arrogantes, también inmaduros.
 
La hermana tiene COVID, otra vez. Ayer hablé con ella y tenía la voz como de estar constipada. Me dijo que se había hecho la prueba y, lo que temía, otra vez el virus. Creemos que no está, pero sigue entre nosotros. Lo olvidamos, pero aparece.
 
El éxito no está en la rentabilidad. El éxito está en cómo podemos influir positivamente en la vida de las personas que nos rodean, con los que trabajamos, a los que lideramos.
Escuchar con empatía, confiar y ser confiables, reconocer, agradecer, consigue que nuestras relaciones se vuelvan más sólidas.
Preocuparnos por las personas. Liderazgo Humanista.
 
Tengo un exceso de apetito estos días, me preocupa. Cuando me vienen estas rachas de deseo de comer, incluso tras poco tiempo de la última comida, es un síntoma de ansiedad.
Tengo varias preocupaciones. Otros temas que arreglar. No son graves, pero están. Sé que las preocupaciones me restan vida. Todo lo negativo nos va restando.
 
“Escribir un diario, ¡qué prueba de impotencia para coordinar los pensamientos! Es lo propio de una mente discontinua, rota en sus raíces, profundamente cómplice y víctima de las fluctuaciones del tiempo, de su tiempo. Inepta para meditar, se medita… Es filosofía rebajada a calendario íntimo.” Emil Cioran
 
 
S/27.X
 
Nada más triste en la vida de una persona que sentir frustración. Sentir que no tiene lo que cree merecer, sentir que lo que le rodea no cumple con sus expectativas vitales.
Vivir ya es un privilegio, de por sí. Cada uno de nosotros tenemos unas circunstancias que nos acompañan, unos obstáculos que superar, unas adversidades que nos sorprenden en nuestro caminar.
La peor adversidad con la que nos podemos encontrar es la de la enfermedad o la muerte. La pérdida de un ser querido. Lo demás lo vamos construyendo de dentro hacia fuera. El problema viene cuando queremos construirnos de fuera hacia dentro. Nada nos llena porque siempre queremos más. Nada nos llena porque nosotros queremos que los demás sean de esa determinada forma que deseamos. Como no es así, nos enfadamos con el mundo, con los que nos rodean. Les culpamos de nuestra desgracia. Dejamos de disfrutar de ese regalo que es la vida. Nos convertimos en víctimas de nosotros mismos y vivimos en una tristeza y amargura que nos lleva a esa frustración que está a un paso de la angustia, la ansiedad y la depresión.
La mente, nuestra mente, es el principal elemento en la felicidad y el sufrimiento. Si nuestra mente está bien, nuestra vida, nuestro día a día, será agradable y positivo. Si está mal, todo lo externo, por muy bello y poético que sea, carecerá de sentido y significado para nosotros. La mente ‘da color’ a lo que vemos y percibimos.
Si nuestra mente está sumida en la oscuridad, negra, llena de emociones negativas, el mundo que percibimos estará repleto de negatividades y no disfrutaremos de nada de lo bueno que nos rodea.
Si nuestra mente está pintada de colores vivos, hasta el día más tormentoso será un motivo para disfrutar y saltar pisoteando los charcos.
 
El auto sabotaje es un bloqueo que nos generamos a nosotros mismos. Si tú no dejas de pensar que no podrás hacer lo que hacen otros, tú mismo te estás negando.
 
“Deja que la vida vaya sucediendo y traiga lo que tenga que traer. Créame, la vida siempre, siempre tiene razón.” Rainer María Rilke
 
Tengo una especie de vibraciones: mala del trabajo y buena de la empresa. No sé por qué, no es habitual en mí. Tal vez me deje llevar por esa actitud positiva, siempre, de J; por el otro lado, no sé muy bien qué pasos dar sin equivocarme. La duda me genera incertidumbre.
 

 
S/28.J
 
Los que se sientan en la mesa de al lado, mientras estoy tomando el café, son como dos cotorras. ¿Cómo se puede hablar en este tono a estas horas de la mañana? ¿No entienden de las propiedades del silencio en el inicio de la jornada? Me he enterado de las mudanzas que han hecho a lo largo de su vida; él, con su novio actual la última, ella con sus múltiples parejas el resto. A todo esto, da la sensación de no tener ninguna prisa.
Hay días en los que el café se amarga en exceso.
 
Antes de que nada existiera solo había silencio. Del silencio nace todo, hasta las palabras.
El silencio es virtud, serenidad, sosiego.
El silencio es hoy más necesario que nunca. Me es más necesario que nunca.
Siempre ha habido ruido, pero nunca había sido tan difícil encontrar el silencio.
Todo es ruido, nada es silencio.
Queremos que nos escuchen, que nos vean, pasar desapercibido se ha convertido en algo así como no existir. Estar en silencio es no ser.
Promovamos el silencio, preservemos el silencio.
Decía el maestro Aristóteles que pocas veces nos arrepentiremos de guardar silencio y muchas lo haremos por lo contrario.
 
“El secreto de la felicidad es este: que tu interés sea lo más amplio posible y tus reacciones ante las cosas y las personas que te interesan sean, en la medida de lo posible, amistosas y no hostiles.” Bertrand Russell
 
¿De qué sirve alimentar el odio? No lo alimentes. No des de comer al miedo o al resentimiento. No intentes cambiarlo por más expectativas de nada, de experiencias fantásticas, placeres momentáneos o amores idílicos. Vive en la calma, en lo simple del día a día. Anula la culpa. La culpa no existe. ¿Tan fácil? Tan difícil.
 
 
S/29.V
 
Extraño, en Minaya desde primera hora de hoy. He venido a que me echen algo de gasóleo para poder encender la caldera de la calefacción en los días de invierno. Todo son gastos y todo está cada vez más caro. Da un poco de miedo la situación que atravesamos y la crisis a la que nos enfrentamos. Uno, a estas alturas de la vida, no está ya para muchos sustos.
Por aquí el cielo está totalmente limpio, la temperatura es muy agradable y pienso disfrutar de este fin de semana que me he encontrado como quien sin buscar se encuentra unas monedas en el camino. Qué gilipollez esto último que he escrito.
 
“No me des una vida fácil, dame un carácter fuerte para soportar una difícil”. Bruce Lee
 
Tratamos de buscar explicaciones a todo cuando en ocasiones no las tiene.
Lo que ocurre alrededor, lo que nos ocurre, por qué hacemos lo que hacemos, por qué no lo hacemos. No todo tiene una respuesta.
Incertidumbre. Lo que podemos y no podemos controlar.
 
Cuesta a veces encontrar la calma, aunque tu entorno sea el adecuado para ello.
 
He tenido uno de esos almuerzos algo extraños, aunque a la vez agradable. He comido con el párroco y el diácono de Minaya, además de con mi amigo JL y su padre D. Ha surgido. Tras la propuesta, que no me apetecía nada, han insistido como buenos amigos que son. Ha terminado siendo bastante grato, más allá de las sotanas o las vestimentas políticas. Enriquecedor compartir mesa y mantel con personas que, independientemente de creencias o ideas, te aportan.
Reconozco que, de primeras, no acepté por una animadversión, justificada para mí, hacia la curia eclesiástica y los curas. Cuando lo crea oportuno, cuando pueda, escribiré sobre ello.  La insistencia del amigo JL y su padre, el gran D, no me ha dejado otra salida que sentar con ellos. Los políticos también generamos este tipo de rechazo. No son las instituciones ni las organizaciones, más allá de creencias, son las personas las que fallan en uno u otro lado.
La conversación fue fantástica. Me parecieron dos hombres muy respetables que están muy al día y en el día. Evité temas escabrosos que me hubiese gustado poner encima de la mesa, también ellos podrían haber puesto otros.
 
Valorar la persona supone poner en valor la virtud frente al enjuiciamiento o las etiquetas.
 
 
 
S/30.S
 
Ayer, en general, fue uno de esos días maravillosos de los que cuando te vas a dormir todavía te queda el regusto de las horas.
No hacer nada. Unas cervezas y unas conversaciones, entre amigos, evocando los tiempos que fueron pero que son. Un pueblo, una vida, que es tu vida.
Ahora tomo un café en el silencio del porche. Las columnas simulan una gran ventana que encuadra el patio con los tejados de la leñera. Un cielo azul, limpio, lo cubre todo. La paloma, en su nido, mirándome de reojo. Los tordos vigilantes para acercarse a comer algún higo de los que quedan.
Salí temprano a caminar por estos caminos. La temperatura bastante agradable. Me he cruzado con dos señoras, a la altura de los pistachos del amigo D, que habrían madrugado más que yo.
Ayer tarde tuve algunos momentos de reflexión. Me preocupa bastante la situación económica externa, pero también la interna, la personal. No estoy contento, cómodo, con algunas decisiones que tomé en su momento y que me unen, empresarialmente hablando, a otros con las que no comparto orden ni dirección de vida. Lo hice,                         por esa puñetera costumbre mía de no decir que ‘no’ y dejarme llevar por la amistad más que por la sensatez. Ahora, sinceramente, me arrepiento bastante; mal opino y se me nota ese hastío que me lleva unido a la preocupación.
He decidido ordenar la mochila, cueste lo que me cueste, y ver lo que puedo ir quitando porque me pesa demasiado. La mejor forma de ordenar lo de fuera es ordenar primero lo de dentro.
 
Si uno tiene claro lo que ha de hacer, no tiene por qué escuchar la opinión de los demás, simplemente hacerlo.
 
He leído los periódicos, al sol. Esta luz de otoño me encanta, me atiborra de energía.
Aquí escucho atentamente, siento que todo lo que me rodea me ilumina. Estoy alegre, aunque los problemas revoloteen en mi cabeza. Miro con entusiasmo y soy consciente de la finitud de todo.
Ahora mismo no existe mejor lugar que este, ni un horizonte con tanto atractivo.
 
P es un tío majísimo. Oriundo de Minaya. Se dedica al campo, es algo más joven que yo. Es muy deportista, siempre en el equipo de futbol y entrenando en el gimnasio. Es bajito, pero está cuadrado, como decíamos antes. Diría que es, dentro del panorama, de los que visten bien, o de los que mejor visten de por aquí.
Ha entrado en el bar y un olor a perfume ha inundado el espacio,  como calmando el olor humano de los que allí estábamos. Al verme, como siempre, se ha acercado a saludarme. Estaba pletórico.
No he podido evitar decirle que nadie olía allí -estoy seguro de que fuera tampoco- como él. Es presumido.
“Hoy es un día especial”, me ha dicho. He sentido curiosidad. “Hace cuarenta y cinco años, cuando me operaron del corazón a vida o muerte, en Valencia, tenía yo cuatro años. En la misma habitación estaba otra niña, con un año menos, a la que hacían la misma operación que a mí. Mi madre y su madre pasaron allí tiempo con nosotros y se hicieron amigas, nunca perdieron la relación. Hoy viene a casa aquella chica, con su madre, que yo no volví a ver jamás. Trae a su madre para que vea a la mía. Lo cierto es que ellas se conocieron entre lágrimas, por nosotros. A mí me abrieron por detrás y a ella por delante”, me cuenta emocionado. “Los dos, gracias a Dios, seguimos vivos, cuarenta y cinco años, después de aquello”, añade.
Creo que P no tiene pareja. No lo tengo muy claro. Esta historia terminaría siendo poética, si además de la amistad de las madres,  ellos terminasen juntos.
No sé si estamos en tiempos de poesía.
Lo curioso de todo es que ellos no hubieran vuelto a verse después de aquello. Eran tan pequeños que ni siquiera tienen en sus memorias aquella desgraciada etapa en la que podían haber dejado de existir, de ser. Pero los dos vivieron. Han vivido. Él, imagino que como ella, haciéndose pruebas cada año pare ver cómo le aguanta el corazón. No he querido indagar en los motivos de la operación, me habla como si yo lo supiera.
 
Me he sentado en el centro del patio a leer, en esa silla, la silla. Cerca de la higuera y la parra. Es una silla de esas bajas, de madera y cuerda, bastante cómoda, aunque cada vez me cuesta más levantarme, puedo ver cómo se va poniendo el sol tras el tejado. Por un momento me he imaginado con unos años más. Aquí sentado, en el mismo lugar. Con mis libros, con todas esas cosas que de seguro luego tirarán o mal venderán, que ahora son mi vida. Un par de perros, caminando felices de un lado a otro, o tumbados junto a mí para que los acaricie, dándome con la pata en el pantalón para que salgamos a caminar. El silencio, no sé si la soledad. El olor del tomillo y el romero. Mañana no tener que marchar.
En el pueblo vivo mis días entre palomas, gorriones, mirlos, golondrinas y tordos. En verano las salamanquesas salen de caza,  recorriendo las paredes blancas exteriores, mientras algún murciélago entra en el porche planeando bajo las viguetas.
Cuando se pone el sol, todo el cielo se baña de un rojizo que se funde en el infinito, con la tierra.
El hecho de estar en mi pueblo me hace sentir seguro, como ajeno o distante a todos esos follones del día a día.
 
Disfruta del proceso. Cuando pasen los años y hayas conseguido esto que ahora tanto te preocupa, te darás cuenta que comenzará a motivarte otra cosa, dejándote en el mismo punto que estás ahora mismo.
Disfruta del proceso, es más importante el camino que el destino.
 
 
O/1.D
 
He despertado a este octubre antes del amanecer. Todavía la oscuridad llenaba la habitación. La persiana hasta arriba. Puedo ver el muro de la casa y más arriba el cielo. He dormido profundamente, mis horas, como suelo dormir siempre aquí.
Me he quedado quieto, esperando la luz. El silencio ni siquiera hacía ruido. Poco antes de las ocho han comenzado los cantos. Primero uno, luego varios diferentes hasta convertirse en un festival. Justo a las ocho y cinco, aproximadamente, el amanecer. Hora de levantar, salir al pario a respirar el relente de otro día. Llenar los pulmones de vida y comenzar, otra vez, otro regalo, a vivir.
 
“¿Hizo testamento vital?” Le pregunta un periodista a la escritora, y también periodista, Ángeles Caballero, con motivo de la publicación de su libro ‘Los parques de atracciones también cierran’. “Sí. Me salió el orgullo de los Caballero y dejé escrito que, si tengo tal deterioro cognitivo que no conozca ni me reconozca, no quiero ver a mi familia ni que me vea.”
“¿Me lo dice en serio?”, vuelve a preguntar, insiste. “Totalmente. Me ha generado mucha tristeza y fragilidad ver como vía a mi madre. No a la mujer frágil y enferma a la que limpié el culo mil veces, sino a la persona que no reconocía. No quiero que los míos me vean así, sino que se queden con la madre graciosa, la madre trueno, la del parque de atracciones, la volcánica, la que no es tan maja como parece. Yo.”, finaliza.
No es una mala opción. A nadie debería sorprender una decisión así. Si lo piensas, cuando no reconozcas, qué más te da quién te cuide o te limpie el culo. Para los tuyos serás un estorbo y terminarán por no verte tal como eras.
 
“Todo vicio trae siempre su consiguiente excusa.” Publio Siro
Nuestro cerebro se emociona, entonces justifica con la razón. Es realmente curioso y real que cuando hacemos algo que sabemos que no deberíamos hacer, inmediatamente buscamos una excusa para justificar esa acción. ¿A quién no le ha pasado? Compramos algo no necesario, justificamos la compra. Tomamos el último vino con los amigos, buscamos una excusa para llegar tarde a casa. ¿Por qué no justificamos el no hacerlo?
 
Escribe José A. Gómez Iglesias (Defreds) sobre los domingos:
"Sólo es un domingo más. Pero ninguno es igual. Es ese día en el que te das cuenta de lo rápido que avanza el tiempo, que se acabó una semana más. Que hemos sumado algún sueño y perdido gente por el camino. Ese en el que asoman las primeras canas (a otros, algunas más). Que tus prioridades han cambiado. Pides menos, pero todo tiene que ser bueno. Muchas cosas y tantas regulares ya las has pasado."
Los domingos son como son. Los de antes eran de una manera, tal vez ahora de otra, nunca sabremos si vendrán más domingos como los que han sido o los que son ahora.

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